(Publicado 5 de noviembre de 2001 en El Día)
“La imagen del hombre público, es parte esencial de su quehacer
y palanca política de su voluntad, con ésta deteriorada no es más
que una marioneta de las circunstancias y esclavo de los acontecimientos”.
Sacarías*
En la pasada campaña electoral para Presidente de la República, en la cual Vicente Fox triunfó indiscutiblemente, los medios de comunicación masiva tuvieron un papel protagónico. Una mercadotecnia sumamente inteligente aunada al deterioro institucional del PRI, logró derrotar al grupo gobernante que también colaboró de una manera importante a su propio fracaso, al haber abandonado toda una corriente histórica y al haber asumido sin cortapisas al neoliberalismo como brújula de sus actos.
Existió una verdadera “luna de miel” entre el candidato, su equipo y los medios; el trato que se daba al señor Fox era privilegiado: todas las inconsistencias ideológicas, la carencia de cultura, sus contradicciones espectaculares y sus leperadas cometidas a diario, eran ignoradas por los críticos, los diarios, la radio y la T.V., que resaltaban sólo un discurso hueco de cambio sin rumbo, discurso que encendía la imaginación de los jóvenes, de los desempleados y de las amas de casa, que veían cada vez más deteriorada su economía familiar.
En la campaña se utilizaba un discurso de crítica fácil, todo lo que se había hecho estaba mal, todos los actos del gobierno priísta, estaban impregnados de corrupción; y todo lo propuesto por el entonces candidato era irreflexivo e irrealizable: creceremos un 7% anual, todos los mexicanos y mexicanas contarán cuando menos con un changarro y un vocho, habrá trabajo para todos…
Hoy la realidad es otra. Ya no se puede criticar sino que es urgente actuar, los resultados están a la vista: desempleo creciente, abandono del campo, economía en recesión; ya no se aplaude el discurso sólo por su fluidez que raya en verborrea; y existe un divorcio con la prensa que es sumamente preocupante. En su programa sabatino de radio, el Presidente se volvió a quejar del trato que le dan los medios advirtiendo textualmente: “Ni crean que me van a tumbar”; señaló que los medios de comunicación distorsionan, calumnian y engañan sobre las actividades que realiza el Ejecutivo, dijo estar “bajo una metralla impresionante de ataques por una sarta de babosadas que no tienen la menor importancia para nuestro país”, y acotó que ya dejó de leer una buena cantidad de periódicos porque “francamente, me amargan un poco el día”. Pero aún más, en el referido programa sabatino “Fox en vivo, Fox contigo”, se atrevió a decir: “No faltan las voces que me piden que ya ponga orden. Por supuesto que no voy a poner ese tipo de orden restringiendo la libertad de expresión”.
No hay precedente en la historia moderna de nuestro país de que un presidente haya considerado que la prensa hubiera pretendido no sólo atacarlo sino también “tumbarlo” o derrocarlo del poder; por eso, hoy se ha establecido un reto, lo cual encierra un riesgo que seguramente el señor Fox no ha medido. Él y su esposa Marta Sahagún, mejor que nadie saben, que la prensa fue la que los llevó al poder y que un ataque de los medios acota su ámbito de influencia y pone en riesgo la posibilidad de seguir gobernando.
Existen muchos ejemplos, no solamente en América Latina sino en el mundo entero, de presidentes derrocados porque la opinión pública los despreció haciendo imposible su permanencia en la silla presidencial.
Que los medios distorsionen calumnien y engañen no es nuevo en el devenir de nuestra Patria, no fue nuevo en la campaña presidencial, y por supuesto no lo es ahora; pero, ¿a qué se refiere el presidente cuando habla del engaño de los medios?, ¿es sobre la reforma fiscal?, ¿se refiere a los logros de sus giras?, ¿a las cifras del crecimiento y desarrollo?, ¿a los datos sobre niveles de empleo, salario e ingresos per cápita?, ¿cuál es la distorsión de datos y cuáles son los verdaderos?, ¿cuál es la sarta de babosadas que no tienen la menor importancia para nuestro país?, ¿quién es el autor de estas babosadas: los medios, el presidente o su equipo? Me hubiera gustado que la prensa, y no el presidente, hubiera distorsionado los datos; que fuera la prensa la que dijera cosas pedestres, huecas, sin fundamento; que fuera la prensa quien se apartara de la realidad; y que fuera a ésta a la que le preocuparan más unas botas de charol para una cena de gala que el crecimiento económico nacional. Realmente quisiera tener un presidente que enfrentara con dignidad los problemas que padecemos todos, que fuera un hombre de su tiempo, un estadista, como se requiere en estos momentos y no un timorato que deja de leer los periódicos porque le amargan un poco el día. ¿Qué hubiera pasado si Juárez no hubiera leído las proclamas del conservadurismo y del Archiduque para no amargarse? ¿Qué hubiera pasado si Madero hubiera optado por no leer la pretensión de Díaz de reelegirse una vez más? ¿Qué hubiera pasado si Cárdenas hubiera decidido no leer el anhelo de los obreros y los campesinos de su época? El presidente se esconde, oculta la cabeza como el avestruz pretendiendo que, al no ver los acontecimientos, éstos no existen.
El Presidente Fox haría muy bien en denunciar aquellas voces que le piden que “ya ponga orden” porque los que eso dicen son unos verdaderos fascistas que no entienden que, para los gobernantes, todo lo que no está expresamente permitido en la ley, les está prohibido; que no entienden que nuestra Constitución nos otorga libertades que no pueden ser restringidas ni suspendidas, sino en las condiciones y por los acontecimientos que la propia Constitución establece. ¿A qué se refieren esas voces al decir: “poner orden”? ¿Se refieren a la etapa ya superada en que se perseguían y desaparecían periodistas? ¿Se refieren a la prohibición de publicaciones, o se trata de una amenaza velada a la prensa escrita? Bien haría el señor Fox en denunciarlos, aunque nos amargara un poco el día.
*Seudónimo empleado por Jorge Gaviño Ambriz
No hay comentarios:
Publicar un comentario