24/1/11

CIENCIA, ¿FIN O INMORTALIDAD?


(Publicado el 21 de junio de 2005. Excélsior)
“Muchos desean la eternidad, pero no saben
qué hacer con un domingo lluvioso.”
Anónimo

Los avances de la ciencia que se revoluciona a sí misma, están provocando colapso y crisis en la ética, la moral, la religión, la técnica, la medicina y el derecho… Estamos viviendo una época de profundos cambios, donde los adultos e incluso los niños se enfrentan a grandes problemas psicológicos controlados con poderosos medicamentos como el Ritalín y el Prozac, que sustituyen a las caricias, a las atenciones y a la comunicación con los seres queridos. Ciertamente, en apariencia, es más efectivo el “chocho medicinal” que la terapia familiar y social que se debería implantar en otras circunstancias.

Hoy en día, las personas buscan una salida fácil a sus problemas. Se vislumbra en lontananza la realidad vaticinada por Huxley en “Un Mundo Feliz”, donde la libertad de pensamiento está cada vez más controlada sin que nos demos cuenta de ello, y donde el comportamiento humano será como una reacción física o química perfectamente intervenida y predecible.

Francis Fukuyama, quien previó erróneamente el final de la historia, nos explica en su libro “El fin del hombre” los daños y consecuencias que produciría una revolución biotecnológica, como el grave problema de desempleo que se suscita ya en nuestros días. Debido a que la gente vive más años, los jóvenes que comienzan su vida laboral no encuentren trabajo o, si lo encuentran, deben dar parte de su sueldo para mantener a personas retiradas.

Muchos de los logros y las consecuencias de la biotecnología están aún por verse, pero algo está claro: al manipular la genética del ser humano y de otras especies, estamos entrando en un mundo nuevo e inexplorado donde podríamos llegar a la cima del desarrollo o a la sima de la locura Pero también en la muerte, también al partir, al emprender la metempsicosis, las cosas están cambiando. Para comunicar con mayor nitidez a los amables lectores lo que se avecina con los progresos científicos, sería muy bueno recordar que desde hace dos años podemos convertir a las personas amadas en piedras preciosas; ya sabemos que la persona querida, en el plano poético, es una joya, una esmeralda de virtuoso comportamiento, un diamante pulido por el roce del cariño. Pero al morir, la gema del amor desaparece, y en muchos casos acaba convertida en cenizas.

La ciencia afirma que, pasado el trance del crematorio, un ser querido puede, literalmente, llegar a ser el diamante que siempre fue. En un plazo de cinco a seis semanas y por una inversión de entre 3.300 a 11.000 euros, dependiendo del quilataje, hay empresas que se comprometen a recoger las cenizas y entregarlas a un laboratorio suizo que realizará la transmutación química. El precio también incluye el corte de la piedra, que se tallará según la preferencia de la familia, pudiendo ser translúcidos o de color azul y llevar una inscripción.

Ya en el laboratorio, las cenizas son tratadas a efecto de extraer de ellas el carbono que contienen, el cual será sometido a altas presiones y temperaturas para obtener un diamante con las mismas características de los naturales. Un diamante que puede ser desde 0,3 hasta 3 quilates. El color dependerá únicamente de las características particulares del carbono extraído de las cenizas. De modo que así como cada persona y cada vida son únicas, cada diamante de “Algordanza” es también único e irrepetible. Posteriormente, el diamante será cortado y tallado según la preferencia del cliente, para ser finalmente entregado dentro de una caja especial.

En lo particular, deseo comentar con los amables lectores que, si bien es muy conocido el hecho de que cada ser humano, en vida, tiene dentro de sí una piedra en bruto; era desconocido para mí que un cadáver pudiera ser transformado tan rápidamente en una valiosa piedra pulimentada. ¡Hasta la próxima!

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