(Publicado el 1 de marzo de 2005. Excélsior)
“La personalidad de este hombre de Dios, unida a su carisma y a su sonrisa,
han conquistado incluso a los no creyentes.”
Shusaku Endo*
El 16 de octubre de 1978, Karol Wojtyla se convirtió en el Pontífice más joven del siglo XX y el único Papa no italiano desde la elección de Adriano VI en 1522. Un año después, ya con el nombre de Juan Pablo II, visita el país que lo vio nacer: Polonia, y por primera vez el mundo percibe un encuentro entre el fervor comunista y la exaltación de la fe católica. Llama la atención de este gran líder su sonrisa, su devoción mariana, su amor por los niños y los pobres; gestos que pasarán a la historia como los íconos de Juan Pablo II, el Papa viajero, carismático, sabio, cauteloso, misionero, amigo...
Respeto a la dignidad y a los derechos del hombre, a la soberanía de las naciones y a las sociedades de libertad, fueron palabras que repitió en los más de 80 viajes que emprendió por todo el mundo, mismas que quedaron profundamente grabadas en la conciencia de la gente. Pero ahora, después de 27 años, el “Primado del milenio” se ve obligado a callar: Una cirugía le permite respirar, pero esa misma traqueotomía le quitó la palabra; está imposibilitado para comunicarse y sólo su secretario personal, Stanislas Dziwsz, se encuentra autorizado para indicar al pueblo católico la voluntad de Juan Pablo II, iniciando invariablemente con la frase “Su Santidad dice que…” La cabeza de la iglesia está cansada. Son muchos años de edad, muchos de peregrinación y de complicaciones en la salud; sin embargo, su religiosidad le impide claudicar. Sólo la muerte le consentirá el descanso perpetuo; vendrán entonces una serie de procesos y ritos para elegir al cardenal “in pectore”, el que sustituirá al “Padre y Pastor” y que recibirá la potestad del Apóstol San Pedro a través de un Cónclave.
Tras la muerte de un Pontífice, inicia el periodo denominado “Sede Vacante” confiándose el gobierno de la iglesia católica al Colegio de los Cardenales tanto para los asuntos urgentes y trámites ordinarios, como para preparar la elección del máximo soberano eclesiástico. Después de guardar luto por quince días, los cardenales se reúnen, en un ámbito de retiro sagrado, sin contacto con el exterior, para implorar al Espíritu Santo que les dé luz en su encomienda. El Cónclave se lleva a cabo en la ciudad del Vaticano, al interior de habitaciones y edificios cerrados para los extraños, llenos de lujos y privacidad, en donde se busca el contacto divino…
La sede acostumbrada es la Capilla Sextina; actualmente, los Cardenales se alojan en “Domus Sanctae Marthae”, residencia situada en el recinto del Vaticano, inaugurada en 1996 y dedicada a alojar al personal de la Curia Romana. La votación inicia con una misa denominada “A favor de la elección del Papa”, después de la cual los Cardenales se retiran a la Capilla Sixtina. Una vez internados podrán recurrir al Secretario del Colegio para su apoyo en asuntos externos, siempre y cuando lo apruebe el Cardenal Camarlengo. Hoy, sólo está vigente el modo de elección por escrutinio que consiste en la votación, individual y secreta de los Cardenales electores. Deben realizarse dos plebiscitos cada día, además de un sufragio por la tarde en que comienza el cónclave; para que sea válida la elección, el cardenal electo debe contar con dos tercios de los votos.
Si tras 24 escrutinios los cardenales no consiguen acordar sobre quién es el preferido, podrán decidir por mayoría absoluta el modo de proceder; pero nunca podrá prescindirse del requisito de exigir mayoría simple para que sea válida la deliberación. Después de cada referéndum se queman las papeletas, la tradición indica que los Cardenales provocan con paja seca o húmeda que el humo sea negro, si no se ha elegido al Papa; o blanco si ya se ha elegido al nuevo Sumo Pontífice. Es la conocida fumata negra o fumata blanca que suele ver el pueblo católico desde la plaza de San Pedro.
Una vez electo, se le pregunta al elegido si acepta, y en su caso, el nombre por el cual será nombrado y reconocido por la comunidad católica, para luego proceder a la ordenación episcopal. Al momento mismo se bajan todos los baldaquinos que dominan los asientos de los cardenales y únicamente permanece en su posición el que se encuentra sobre el nuevo Papa. Los cardenales han dejado de ocupar todos el mismo plano, tienen ya un jefe supremo. El Cardenal Protodiácono, anuncia desde el balcón de la Basílica Vaticana la elección del nuevo Papa, usando la tradicional fórmula: “Nuntio vobis gaudium magnum: habemus Papam”; tras lo cual, el Sumo Pontífice imparte la bendición “Urbi et Orbi”. Las celebraciones litúrgicas y las formalidades jurídicas se unirán para dar nueva cuenta de la cabeza máxima de la Iglesia. Una nueva personalidad, que la historia evaluará y comparará. Ojalá el nuevo pontífice se apegue realmente a la humildad del Nazareno y, en lugar de buscar más poder y riqueza para la curia romana, se metamorfosee en el verdadero vicario de aquel que convenció a los que lo seguían de abandonar las riquezas materiales y de convertirse en pescadores de almas… Será difícil.
*Shusaku Endo (1923-1996) Reconocido escritor japonés del siglo XX que escribió con la singular perspectiva de ser japonés y católico (la población cristiana en Japón es menor al 1%). Sus novelas reflejan muchas de las experiencias de su niñez; la mayoría de sus personajes luchan contra complejos dilemas morales y, a menudo, encuentran desenlaces trágicos.
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