(Publicado el 9 de agosto de 2005. Excélsior)
“Se necesitan veinte años de paz para hacer a un hombre,
y bastan veinte segundos de guerra para destruirlo.”
Balduino I*
Un día como hoy, pero de hace 60 años, los norteamericanos realizaron el segundo ataque nuclear en la historia bélica del mundo. La ciudad de Nagasaki fue el blanco; las víctimas, en su gran mayoría, fueron civiles y no combatientes. El efecto de luz quedó dibujado en las paredes a manera de sombras, inmolando a aquellos que ni cuenta se dieron de su desaparición.
Agosto 9 de 1945, 11:02 horas. Nagasaki es devastado. Un radio de 1 kilómetro, aproximadamente 20 cuadras, fue totalmente destruido por la onda caliente generada por la explosión y reducidos a cenizas. Casi toda vida humana y animal murió en forma inmediata como resultado de la fuerza de la explosión. Casas y edificios pulverizados…
“Fat Man”, traducido como “hombre gordo”, fue el nombre de la segunda bomba atómica en honor a Winston Churchill ¡qué honor ante la historia! En un parpadeo, esta bomba causó 70 mil muertos, 74 mil heridos y 120 mil afectados por la radioactividad.
Cerca de las siete de la mañana del fatídico 6 de agosto, los japoneses detectaron la presencia de aeronaves americanas dirigiéndose al sur del archipiélago. Una hora más tarde, los radares de Hiroshima revelaron la cercanía de tres aviones enemigos, las autoridades militares se tranquilizaron pues pensaron que tan pocos bombarderos no podrían llevar a cabo un ataque aéreo masivo. Los nativos de la isla estaban acostumbrados a verlos pasar, nunca tiraban bombas, por lo que todos hicieron sus tareas normales, jamás se imaginaron que serían el primer experimento de un ataque nuclear.
Días antes, los norteamericanos habían preparado lo que ahora se conoce como la bomba atómica, probada el 16 de julio de 1945 en el desierto de Los Álamos, Estados Unidos, en un paraje denominado irónicamente “Jornada del Muerto”. Después de la inesperada explosión, sonido, cresta, embate, calor y color, su inventor, el físico Robert Oppenheimer, gritó desde la cima de la torre de observación “Yo soy la muerte”, y ninguno de sus acompañantes lo contradijo. Años más tarde, este científico sería confundido con un loco.
La bomba fue trasladada por barco hasta la isla de Tinian, a 6 horas de Hiroshima, junto con una filmación de la prueba para que la tripulación del “Enola Gay” la pudiera observar; sin embargo, al inicio de la proyección el filme se quemó, como vaticinando el efecto en sus víctimas. Cabe aclarar, que antes del lanzamiento los americanos solicitaron la rendición de las tropas japonesas, recibiendo una respuesta negativa del primer ministro Suisuki, quien consideró débiles a sus enemigos. Después de este ataque en Hiroshima, el presidente Truman volvió a solicitar la rendición, pero el comandante en jefe de las tropas japonesas volvió a rechazar el comunicado. Tras el bombardeo de Nagasaki y antes de sufrir un fallido golpe de estado, el Emperador Hiroito habló a su pueblo con voz sagrada y casi desconocida, en japonés arcaico y sacro, para decir, casi a la vera de los fusiles de los resistentes, las palabras de la otra historia: “Hay que tolerar lo intolerable”, no más guerra.
Durante décadas, el gobierno americano suprimió toda película tomada en Hiroshima y Nagasaki después de los ataques atómicos. Todo material, excepto unas cuantas fotos periodísticas, fue confiscado o prohibido. El público no vio ninguna imagen en noticieros durante 25 años y las películas del ejército de Estados Unidos permanecieron escondidas durante cuarenta años. Los efectos sobre hombres, mujeres y niños fueron terribles; no obstante, las pruebas con bombas atómicas continuaron.
Hoy se cumplen 60 años desde que la humanidad cuenta con la capacidad divina de destruir su mundo. Familiares de las víctimas de los ataques terroristas del 11 de septiembre, junto con sobrevivientes japoneses de la bomba atómica están labrando, paso a paso, un monumento de granito en honor “a los civiles desconocidos que han muerto en las guerras”.
Tenía razón Albert Einstein al señalar que “la idea de lograr seguridad a través de los armamentos es, dado el estado actual de la tecnología militar, no más que una desastrosa ilusión”.
* Balduino I (1930 -1993) Rey de Bélgica, hijo de Leopoldo III y de la princesa Astrid de Suecia. Quinto rey de los belgas por la abdicación de su padre en 1951, reinó hasta su muerte. En 1960 se casó con la aristócrata española Fabiola de Mora y Aragón, no tuvieron descendencia. Durante su reinado se produjo la independencia del Congo que puso fi n al estatus de Bélgica como potencia colonial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario