(Publicado el 3 de mayo de 2006 en Rumbo de México)
“Tan malo es el trabajo que hasta pagan por hacerlo.”
Dicho popular
Con la aparición de la máquina de vapor utilizada en la industria se facilitó la elaboración en serie de muchos productos y se revolucionó a las grandes fábricas; más tarde se crearon las ciudades industriales, cuyas chimeneas humeantes indicaban el progreso de la sociedad.
Sin embargo, no todo era mejora, los patrones impusieron reglas de trabajo extremadamente rígidas, jornadas de 18 horas diarias sin descanso, falta de apoyo médico y salarios raquíticos. El 1 de mayo de 1886, se sumaron 50 mil huelguistas de la Unión Americana, a un mitin convocado por la Unión Central Obrera de Chicago para exigir una jornada laboral de ocho horas que, años más tarde, sería reconocida por las autoridades de ese país. Tuvo éxito el movimiento.
Ahora, son los trabajadores mexicanos quienes lanzan un nuevo reto. El primero de mayo del 2006, millones de inmigrantes se unieron en protesta y marcharon en más de 150 ciudades de los Estados Unidos, para exigir al gobierno americano un trato digno e igualitario. Los inmigrantes hicieron paro que, según los organizadores, “fue un éxito”; sin embargo, los paristas no cobraron su jornada diaria y el día 2 de mayo tuvieron más trabajo pues la basura acumulada de dos días fue recogida por los mismos latinos. ¿Rendirá frutos este reclamo? ¿Las autoridades habrán percibido el tamaño y esencia del problema? ¿Cómo será el siguiente reclamo?
En México, el Día Internacional del Trabajo también fue celebrado, mientras unos aprovecharon el puente para vacacionar, otros se unieron a distintos mítines que tuvieron como vértice el zócalo capitalino.
Primero, el clásico desfile “Cetemista”; posteriormente, los mineros reconocidos por la Secretaría del Trabajo; más tarde y por calles adyacentes arribaron los mineros disidentes que están a favor de Napoleón Gómez Urrutia, a este grupo se unió el Frente Nacional por la Unidad y Autonomía Sindical, integrado por trabajadores del IMSS, telefonistas, electricistas, tranviarios, la UNAM, entre otras, y los disidentes del magisterio y de la CROC; finalmente, cuando la plaza se encontraba ya casi vacía y en calma hizo acto de presencia el líder de la “Otra Campaña”, el Delegado Zero o Subcomandante Marcos.
El gobierno de la República aseguró que respeta y promueve la autonomía sindical y su derecho de huelga, siempre y cuando esté dentro del marco de la ley, aclaró que sólo a través del diálogo y la negociación se resuelven los conflictos y que la ilegalidad desvirtúa y le quita legitimidad a todo beneficio solicitado.
En contraste, el Frente Nacional por la Unidad y Autonomía Sindical, recordó aquel mayo de 1906, cuando un grupo de mineros que habían sido despedidos se manifestaban al grito de “¡Cinco pesos y ocho horas de trabajo!”, al llegar a una maderería fueron recibidos por los disparos de los rangers norteamericanos y de los rurales mexicanos, lo que arrojó un saldo de más de 20 heridos y 23 muertos.
Asimismo, demandaron la destitución del Secretario del Trabajo, Francisco Javier Salazar Sáenz y amenazaron con promover un paro nacional y acciones de “resistencia civil” que podrían iniciar con la suspensión de la energía eléctrica durante una hora en todo el país, en caso de que no sean satisfechas sus solicitudes. Este movimiento que demanda respeto a la autonomía sindical, es una mezcla de fortaleza y desafío, o visto desde otro ángulo, es como querer despertar a un gigante incontrolable. Estamos viendo sólo la punta del iceberg, del Leviatán de los inmigrantes y del sindicalismo mexicano.
En ambos lados de la frontera los trabajadores demandan, retan, exigen, presionan; en ambos lados de la frontera se esgrime la ley como pretexto para actuar o no actuar como lo demanda la “masa”; en ambos lados de la frontera el día del trabajo marcó la “temperatura social” en un termómetro político, esperamos que quien tome las correspondientes lecturas actúe cuerdamente.
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