(Publicado el 18 de julio de 2006 en Rumbo de México)
“Lo importante no es ganar sino competir... sin perder ni empatar”
Filosofía perredista*
El maestro Jesús Reyes Heroles decía que toda derrota debe verse como autoderrota. Es decir, todo fracaso tiene una gran carga de errores personales cometidos y ajenos al contrario; si no contamos con la suficiente autocrítica y nos inunda la soberbia, observando siempre la culpa en los demás, no habrá crecimiento.
En tiempos remotos, a quienes eran iniciados en los viejos misterios del antiguo Egipto, se les vendaban los ojos y se les hacía pasar por terribles pruebas y, cuando todas ellas eran superadas, se les advertía que iban a conocer a su peor enemigo, al que tenían que vencer en suprema prueba; la venda caía y los recipiendarios o novicios se veían de pronto frente a un espejo. López Obrador tendrá que ver su derrota como una autoderrota y tendrá también que dar batalla a la soberbia mesiánica que lo ha acompañado para poder superarse, ojalá lo haga...
Hagamos un recuento de errores que seguramente él no ve y por lo tanto alguien se los tendrá que apuntar. A lo largo de su campaña, Andrés Manuel utilizó un lenguaje de ofensa y descalificación, chusco y superficial; así por ejemplo, nos quedan en la memoria, como anécdotas políticas, sus declaraciones de “lo que diga mi dedito”, “no le han quitado ni una pluma a mi gallo”, “cállate chachalaca”, y la “tesis de complot”. Su biografía hace suponer que no respetará veredicto de institución alguna, porque nunca ha respetado al derecho; baste recordar la toma de pozos petroleros, las impugnaciones virulentas en contra de las resoluciones electorales en Tabasco cuando fue candidato en ese estado, la inscripción como candidato a jefe de gobierno del Distrito Federal sin tener la residencia en la ciudad de México y, por ende, sin contar legalmente con la posibilidad de inscribirse y, sin embargo, lo hizo, violando con ello su calidad moral y de demócrata.
Todo eso fue denunciado puntualmente por su correligionario Pablo Gómez allá en el año 2000; pero, como chango viejo no aprende maroma nueva, lo más probable es que, en el futuro, denigrará al TRIFE como institución, de igual manera que lo hizo con el IFE. También son evidencias de su falta de apego a las normas, el desacato que ha mostrado ante las resoluciones del poder judicial y la batalla política de la que se valió para lograr evadir la ley y, con ello, el desafuero.
Existió, ciertamente, una contienda cerrada pero en nuestro sistema un solo voto hace la diferencia. Ahora, el señor López Obrador ataca a una institución que, queramos o no, es producto de toda una lucha libertaria del pueblo de México, que se ha venido forjando a lo largo de la vida independiente de nuestro país, porque ha sido una conquista democrática el hecho de que la elección sea organizada y contabilizada por los ciudadanos; ya no es el IFE un órgano de estado, sino un órgano ciudadanizado y eso es lo que el candidato del PRD quiere destruir al pasar por alto que existieron cientos de observadores internacionales que no registraron quejas ni irregularidades, también pasa por alto que en el derecho mexicano el que afirma tiene que probar, y si él afirma que hubo fraude, tuvo ya que haber presentado pruebas incontrovertibles de tal hecho.
Eventos que no deben pasar inadvertidos, son los comportamientos que, por separado, pero en el mismo sentido, han dado ya cuatro de los cinco contendientes a la Presidencia de la República, haciendo un llamado a respetar a nuestras instituciones democráticas.
Seis punto cinco de cada diez mexicanos no votaron por AMLO y hay encuestas en las que se afirma que entre ellos, existe la idea de que la elección fue transparente y legal. Frente a este hecho, en lugar de esperar a que el TRIFE resuelva las múltiples impugnaciones que se han presentado, López Obrador moviliza a sus seguidores y los concentra para demostrar una fuerza que nadie niega y que muchos temen, porque se reta, como se dijo antes, a las instituciones y al derecho.
La apuesta que hacen es nulificar las elecciones “por la causal abstracta” argumentando que los medios, los empresarios, el gobierno y los ciudadanos en el IFE conspiraron en un complot, subrayando siempre el chantaje al advertir que la no anulación nos llevará a la ingobernabilidad. Recordemos que las movilizaciones siempre toman de rehén a los más, a los que no participan porque atenta contra su derecho de vida cotidiana; ante eso, la única salida es concientizar y sensibilizar sobre los fundamentos de paz, nacionalismo y democracia. Hoy, a pesar de las pasiones, todavía es tiempo de darle un voto a la cordura.
*El Partido de la Revolución Democrática es un partido político mexicano, fundado el 5 de mayo de 1989, con ideología política de izquierda. Nace como una coalición de diversos partidos políticos de izquierda, entre los que se encontraban el Partido Mexicano Socialista, el Partido Mexicano de los Trabajadores, el Partido Socialista Unificado de México, el Partido Popular Revolucionario, el Movimiento Revolucionario del Pueblo, la Unión de la Izquierda Comunista y el Partido Socialista de los Trabajadores. Su principal líder fue el Ingeniero Heberto Castillo Martínez.
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