27/1/11

APRENDIENDO DE LA HISTORIA


(Publicado el 15 de agosto de 2006 en Rumbo de México)
“El pueblo que no conoce su historia, está
condenado a repetirla.”
Filosofía popular

En la “asamblea” informativa del domingo 13 de agosto del 2006, el candidato a la presidencia de la Coalición por el Bien de Todos, Andrés Manuel López Obrador, afirmó que si los acontecimientos lo ameritan, la resistencia civil que él encabeza podría durar mucho tiempo; además, en su discurso manifestó: “...seguiré adelante hasta las últimas consecuencias”. En este marco, propuso a sus seguidores hacer acto de presencia cuando se entregue la constancia de Presidente electo, dando por sentado que Felipe Calderón será declarado ganador; y les pidió manifestarse el día primero de septiembre, fecha del informe presidencial. Además, convocó a la celebración del grito de Independencia la noche del 15 de septiembre en el zócalo, retando la tradición presidencial de dar el grito en Palacio Nacional, y a realizar al día siguiente, en el mismo lugar, una Convención Nacional Democrática, lo que hace suponer que se opondrá al desfile militar del 16 de septiembre.

Aunque la historia no es cíclica, debemos prestar atención las voces del pasado. Las elecciones presidenciales de 1828 tuvieron rasgos similares a los que estamos viviendo actualmente. En aquella época, después de 300 años de imposición monárquica, el México independiente tuvo una segunda elección presidencial, emplazada por Guadalupe Victoria, primer presidente mexicano. Había dos candidatos contendiendo por la presidencia: Manuel Gómez Pedraza de los liberales moderados y antiguo realista de la logia escocesa; y Vicente Guerrero de los liberales radicales, un militar que luchó con los insurgentes de la logia Yorkina, y quien gozaba de mayor popularidad entre la gente que su opositor Gómez Pedraza.

La primera semejanza histórica en el proceso electoral de 1828 con el actual, radica en que ambos venían de gobiernos indisolubles; uno por el virreinato y el otro por el priísmo; la segunda similitud reside en que ambos gobiernos convocaron a elecciones y el resultado en los dos procesos, 1828 y 2006, es por muy poca diferencia de votos; en ninguno de los casos el perdedor acepta su derrota.

La tercera analogía consiste en que en las campañas para la presidencia de los dos procesos electorales en comento, hubo difamaciones, calumnias y golpes bajos que provocaron divisiones importantes entre los ciudadanos. Como cuarta afinidad, tenemos el hecho de que la elección la gana Gómez Pedraza con una diferencia mínima de votos; pero con el lema de que las elecciones fueron un fraude, Vicente Guerrero organizó movilizaciones en la Ciudad de México y el Estado de Guerrero. Tras la elección del 2006, López Obrador declara que el gobierno del PAN y el Consejo Empresarial cometieron fraude electoral en contra del PRD, utiliza el lema de “Voto por Voto y Casilla por Casilla”, y establece una protesta permanente sobre el Paseo de la Reforma y el Zócalo.

Hasta aquí las semejanzas, pero continuemos con la historia. Las consecuencias del movimiento de Guerrero tuvieron desenlaces violentos; hubo asaltos, saqueos y asesinatos de liberales moderados. El 30 de noviembre de 1828 se inició el motín de la Acordada, un antiguo presidio español donde permanecían encerrados ladrones v presos políticos que se habían sublevado en contra del candidato triunfador; como corolario de esta insurrección, gente del pueblo, azuzada por “antiespañolistas”, se amotinaron y saquearon El Parián, mercado localizado en el Zócalo, a un lado de Catedral, cuyos comerciantes eran españoles en su gran mayoría.

Ante la presión social, la anarquía y el temor de otra guerra, en 1829 el Congreso Federal anuló los votos para Gómez Pedraza y le dio la victoria a Vicente Guerrero, quien ocupó la Presidencia sólo durante ocho meses, ya que el propio Congreso no lo dejó terminar su encargo por considerarlo demente y no apto para gobernar la República.

Vicente Guerrero escapó al sur, pero fue atrapado y fusilado en Cuilapan, Oaxaca, en 1831; el loco en el gobierno fue destituido.

Hasta el 6 de septiembre del 2006, fecha en la que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación debe emitir su fallo irrevocable, sabremos las verdaderas acciones de la resistencia civil, que hasta ahora han sido ilegales, sobre todo en el caso del cierre de vialidades que impiden el paso de ciudadanos, aunque sin consecuencias funestas.

Poner en riesgo al gobierno por el caudillismo mesiánico está muy lejos de la democracia que pregonan los seguidores del “voto por voto”. La legalidad y el Estado de Derecho no están a favor de los privilegiados, como tanto repite López Obrador, sino que están constituidos por el pueblo, precisamente para evitar la dictadura, la opresión y la anarquía. Sin reglas de juego sólo existe el desconcierto, la desorganización y el caos. Todos hemos confiado en los procesos del Instituto Federal Electoral, en el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales y en las decisiones que toma el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

La ciudad de México no puede caer en la ingobernabilidad, cuando existen leyes y autoridades facultadas para hacer cumplir las normas; no debemos ser rehenes de ninguna actitud partidista. Es urgente que los sectores políticos dialoguen entre ellos, de lo contrario, se pone en riesgo la estabilidad económica y la seguridad de los ciudadanos.

La única posibilidad para no repetir los pasajes adversos de la Historia de México, es la reconciliación.

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