(Publicado el 11 de enero de 2005. Excélsior)
“La autocrítica es palanca de la superación”
Sacarías*
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) es un organismo mundial, integrado por Estados que colaboran de manera conjunta para hacer frente a los retos económicos, sociales y ambientales. Esta Organización se ha convertido en una fuente de información comparativa, de análisis y de previsiones, que permite a los países compararse con otros gobiernos para la adopción de mejores prácticas que los fortalezcan internamente en sus relaciones multilaterales. La OCDE fue creada en 1948, por medio del Plan Marshall, exclusivamente para las naciones europeas a efecto de ayudar a la reconstrucción del viejo continente, devastado después de la Segunda Guerra Mundial. En 1961, amplía sus horizontes para convertirse en una estructura mundial, y a partir de entonces, ha logrado agrupar a 70 países o economías en desarrollo dentro de las cuales está México, que ingresó el 18 de mayo de 1994.
Hace unos días, esta Organización publicó un estudio sobre la productividad en las grandes ciudades del mundo, ubicando a la ciudad de México en el lugar número 63 de 66 metrópolis. El Jefe de Gobierno capitalino desestimó dichos estudios, pues, según él, sólo miden productividad en países de mayor desarrollo, pero no comparan a nuestra capital con las otras ciudades del país; asimismo, espetó: “…por eso es que ha dado sarpullido, porque está saliendo un mensaje en la televisión donde dice que somos primer lugar en generación de empleo, obra pública, recepción de inversión extranjera y lo que más orgullo me da, primer lugar en ayudar a la gente humilde”.
No cabe duda que el Lic. López Obrador tiene una habilidad especial para evadir problemáticas de trascendencia; no acepta críticas constructivas que permitirían incrementar la productividad en una de las ciudades más grandes del mundo, donde es evidente el aumento en los niveles de desempleo, de comercio informal y de delincuencia.
Aquí, la calidad de vida se deteriora constantemente y resulta innegable el imperfecto balance entre la demanda laboral y las necesidades de la oferta.
Algunos de los indicadores que utiliza la OCDE son los referentes a la productividad del trabajo en la economía mundial y la industria manufacturera, las mejoras a infraestructuras y tecnologías, y las aptitudes del capital humano; analizando los criterios que servirán de base para lograr el crecimiento de la riqueza. Por lo tanto, el subestimar o hacer caso omiso de tan importantes guías, implica ignorar cómo funcionan los mercados de trabajo y, sobretodo, negarse a la oportunidad de crear nuevas fuentes. No analizar los datos de los especialistas en la materia, constituye un acto de soberbia; como si todo estuviera perfecto en la economía del Distrito Federal. Cualquier persona de mediana cultura sabe que los mercados están globalizados y que son internacionales; y también comprende que existen grandes riesgos de que la industria mexicana quiebre con la consecuencia directa de pérdida de empleos.
Más que preocuparnos por estar en el lugar 63 de la tabla de productividad laboral, nos deberíamos ocupar en mejorar la competitividad, en desarrollar el recurso humano y en conocer las áreas clave para el desarrollo de negocios y la regeneración urbana; temas que son pilares para superar los retos económicos y sociales.
Un ejemplo sobre la utilidad de los informes de la OCDE, consiste en aprovechar las mejores prácticas que aportan los países miembros que se han enfocado en desarrollar sus capitales como sitios turísticos, pudiendo aplicarlos al centro histórico del D. F. El común denominador en estas experiencias, indica que no es suficiente con la inversión en estética o infraestructura, sino en otros factores: se comprende que el turismo exige seguridad, limpieza, transporte, hoteles, restaurantes, servicios, etc. Es una tarea en la que los sectores del mercado formal, la sociedad civil y las autoridades pueden trabajar en conjunto, pero con el compromiso de que las decisiones serán a largo plazo y sin medidas populistas o de proselitismo.
Uno de los parámetros más curiosos que se utilizan para evaluar aspectos de economía, consiste en determinar el número de talleres de reparación de calzado, que se reflejan en el grado de desarrollo en una localidad. En la “ciudad de la esperanza” existen por lo menos dos o tres por cada barrio, nada más falta echarle un vistazo a la sección amarilla para cuantificar los registrados; y así, los de tapicería ambulante, venta de ropa usada, comercio de llantas gastadas o “gallitos”, ventas de garage y otros de distinta índole. Este es el pejeorgullo del primer lugar en empleo en todo el país, no el desarrollo de empresas, industrias, inversión extranjera o turismo. ¿Será el comercio de cosas utilizadas el área clave a desarrollar, o ya nos ganó el subdesarrollo? Habrá que preguntar a los expertos en el Gobierno del D. F. Compare usted el número de empleos directos o indirectos que generan los talleres de calzado en contraste con solamente una fábrica de zapatos.
Ojalá y todos tuviéramos la oportunidad de comprar unos zapatos nuevos cuando los nuestros ya se han roto o desgastado, seguramente estaríamos en un mejor lugar en el estudio de productividad de la OCDE.
*Seudónimo empleado por Jorge Gaviño Ambriz
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