(Publicado el 25 de octubre de 2005. Excélsior)
“En las grandes crisis, el corazón se rompe o se curte.”
Honorato de Balzac*
El huracán Wilma no sólo arrasó con diversas comunidades, sino que sacudió la mismísima condición humana, dejando a su paso un sinnúmero de vacíos materiales y espirituales que difícilmente podrán llenarse del todo.
Los poderosos vientos, acompañados de macizos de lluvia, levantaron por los aires láminas destrozadas que volaban como papalotes o se precipitaban en picada simulando peligrosos misiles. De pronto, todo se cubrió de oscuridad, escenas que sólo pueden creerse por quienes estuvieron presentes, pesadillas convertidas en realidades, incertidumbre, coraje, miedo y gritos… Más tarde, volvió la calma, y sólo entonces, la gente comenzó a remover los escombros y a recorrer los sitios para hacer recuento de los daños. Devastación y muerte; eso fue Wilma para los habitantes de la península del sureste; sin embargo estos hechos de la madre naturaleza ponen a prueba la capacidad del hombre para sobrevivir, protegerse y ayudarse; este caos permite sacar de las víctimas lo más humanitario o lo más vil y cobarde. Existe un pensamiento de un filósofo que reza: “no te espantes hoy porque actúas como bestia; antes actuabas igual y no te dabas cuenta”.
La noticia que se escuchó por la radio fue alarmante: “centros comerciales de artesanías, de zapatos y de electrodomésticos son saqueados por cientos de personas que, aprovechando que las ráfagas de viento de Wilma destrozaron los cristales y las accesorias, penetraron llevándose refrigeradores, televisores y artículos diversos”.
Así, la destrucción no llegó sola, sino que vino acompañada de vandalismo, pillaje y abusos. Los amantes de lo ajeno no perdonan, buscan oportunidades y coyunturas; dicen que la ocasión hace al ladrón y qué mejor que el desconcierto, el desorden y la confusión para enloquecer a la plebe e incitarla a asaltar en masa los comercios. Pero por si la depredación no fuera suficiente, también aparecieron los abusivos comerciantes, oportunistas que ven la catástrofe y la desgracia de los demás como una ocasión para hacer negocios.
Los linchamientos o ejecuciones por cuenta propia, los secuestros de camiones, la quemazón de vehículos en masa, las pintas en bardas y paredes sin permiso y la rapiña o robo en despoblado, son comportamientos en los que priva la irreflexión; una vez protegidos por la coraza grupal y en el anonimato de la turba, aflora la libertad de realizar lo prohibido.
¿Se puede hablar de sinergia en estos casos? El diccionario define la palabra como la acción de dos o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales es decir, que tienen efectos diferentes cuando se juntan, a los que pueden tener individualmente.
Los grupos humanos se pueden conjugar armónicamente para lograr un objetivo, más aún en catástrofes naturales, pues se pueden combinar esfuerzos y talentos para salvar vidas. Pero en el vandalismo no hay sinergia, sino egoísmo; el grupo no se une para construir sino para devastar y obtener beneficios propios, el único elemento que se mezcla es la negación de la conciencia. ¿Se justifica la rapiña de alimentos y ropa en momentos de escasez? Se hace lo correcto para evitar el castigo, pero cuando se carece de lo necesario para sobrevivir es muy difícil distinguir lo incorrecto de lo justo.
En el caso del huracán Wilma, es preciso reconocer el esfuerzo, las acciones preventivas y la buena organización de las autoridades, así como la disposición de la población para cooperar en su desalojo; combinación perfecta para burlar a la muerte en una catástrofe que pudo tener consecuencias mayores que las del memorable Gilberto.
Sin embargo, faltó coordinación para garantizar la seguridad de la población luego de que cesó el meteoro y también para evitar saqueos. No permitamos que estas acciones vandálicas hagan decaer la casta para salir de la adversidad; no dejemos que unos cuantos buitres terminen con nuestro deseo de contribuir, apoyar y ayudar a nuestros paisanos en desgracia. Y a quienes aprovechan el caos para hacerse de pertenencias ajenas, les pido que recuerden esa fábula del hombre que dejó de preocuparse de no tener zapatos hasta que vio a otro que no tenía pies.
*Honorato de Balzac (1799-1850) Novelista francés más importante de la primera mitad del siglo XIX y principal representante de la llamada novela realista. Elaboró una obra monumental, La Comedia Humana, serie de varias decenas de novelas cuyo objetivo es describir de modo exhaustivo a la sociedad francesa de su tiempo; de las 137 obras que integran este magno proyecto, 50 quedaron incompletas. Víctor Hugo pronunció un discurso en su funeral, al cual también asistieron Frédéric Lemaître, Gustave Courbet, Alejandro Dumas padre e hijo, entre otros afamados escritores.
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