27/1/11

RECONCILIACIÓN POLÍTICA



(Publicado el 20 de junio de 2006 en Rumbo de México)
“En la pelea, se conoce al soldado;
sólo en la victoria, se conoce al caballero.”
Jacinto Benavente*

Muchos pasajes de la historia de México nos han enseñado que los  triunfos políticos no perduran si el ganador no logra reconciliarse con sus rivales luego de haber obtenido la victoria. Ejemplos hay varios, pero quizás los más trascendentes para la vida nacional fueron el corto imperio de Agustín de Iturbide y la Guerra de Reforma, ambos capítulos significaron el sacrificio de muchas vidas y no lograron la tan codiciada paz En 1821, entra el Ejército Trigarante a la capital mexicana luego de haber concluido la Guerra de Independencia, misma que generó divisiones y levantamientos en una lucha por el poder de la nueva nación.

Ese mismo año y como primer paso, se integró una Junta Provisional de Gobierno que eligió por unanimidad a Agustín de Iturbide como su Presidente, mientras el Congreso elaboraba el articulado de la primera constitución. Importantes eran las divergencias ideológicas de los integrantes de este Congreso, cuya discusión toral versaba sobre la instauración de una república o la conservación de un imperio.

En 1822, los partidarios de la monarquía proclamaron a Iturbide como Emperador de México, aventajando a los republicanos. Casi de inmediato, el nuevo Emperador disolvió el Congreso y formó otro que debía redactar una Constitución imperialista, creyendo que con esa medida pondría fin al problema. Craso error, pues sólo provocó la rebelión encabezada por Antonio López de Santa Anna, con el Plan de Casa Mata, documento en el que se desconocía a Iturbide como emperador y se solicitaba la instalación de un Congreso Constituyente.

Batallaron sin tregua al recién coronado emperador y consiguieron su abdicación el 19 de marzo de 1823; así como una gran división social y política al interior del país. por el poder que generó divisiones entre liberales y conservadores, además de muchos decesos. La permanencia de Santa Anna en el poder, las contribuciones onerosas, los gastos superfluos del gobierno, la violación de garantías individuales, y la falta de consideración a la pobreza general, provocaron que en 1854 se firmara el Plan de Ayutla en el que participaron Ignacio Comonfort, Juan Álvarez y Benito Juárez, entre otros.

Varias guerrillas lograron el derrocamiento del dictador y el triunfo del movimiento que promulgaría más tarde la Constitución de 1857. Se impulsaron leyes progresistas en materia civil, se quitaron facultades y bienes a la Iglesia, se permitió la libertad de cultos y se extinguieron las comunidades religiosas. Estas normas jurídicas denominadas Leyes de Reforma, provocaron una guerra entre conservadores y liberales o reformistas, que sangró y polarizó a los mexicanos.

Comonfort renunció a la presidencia y Benito Juárez asumió el mando del país, pero los conservadores no lo dejarían gobernar. Trajeron al segundo Emperador de México, Maximiliano de Habsburgo; hubo, entonces, dos gobiernos paralelos y la residencia del poder ejecutivo deambuló por varias ciudades. Al final, obtuvo la victoria el Presidente Benito Juárez; no obstante, el país seguía dividido. Se realizaron muchos intentos por establecer un estado de derecho, pero no de reconciliación.

En 1871, Porfirio Díaz se levantó en armas en contra de Juárez, acusándolo de fraude en las elecciones y proclamando el Plan de la Noria. Estando casi vencido, Juárez muere en Palacio Nacional el 18 de julio de 1872 a causa de una angina de pecho. Otra vez, la falta de acuerdos y de conciliación impidieron la paz y, por lo tanto, el progreso de México.

El gobierno dictatorial de Díaz, impuso un clima de brutal represión para eliminar y controlar cualquier tipo de disidencia política en el país, mediante la utilización del ejército y de diversos cuerpos policíacos irregulares, quienes garantizaban a Díaz un país “tranquilo”.

Fortaleció los latifundios agrícolas basados en el esclavismo, limitó los derechos políticos y reprimió ferozmente la oposición y los movimientos huelguísticos. Sí hubo paz, pero a costa de represión, absolutismo, tiranía y arbitrariedad. Esta forma de gobierno ocasionó otra lucha: la Revolución Mexicana, generada por grupos de campesinos olvidados que ya no tenían nada que perder.

Hambre y miseria ignoradas por el gobierno y una gran división entre acaudalados y necesitados, eterna lucha que impide el desarrollo del país. El amanecer del 3 de julio del 2006 representará un gran reto: reconciliar a un país dividido. El presidente electo, además de cumplir sus promesas de campaña, tendrá que mediar con los perdedores y estos últimos convendrán en aceptar la derrota.

El programa de transición debe tener como eje rector la unidad, la alianza, la asociación y la armonía en beneficio de la sociedad mexicana.

Los dimes y diretes que se presentaron durante las campañas, no deben superar los pactos que permitan el progreso de los mexicanos. Una colectividad fraccionada sólo trae como consecuencia provocación y, en lapsos cortos, enfrentamientos de consecuencias funestas. Es fundamental que los partidos acepten y respeten las decisiones del Instituto Federal Electoral, como un árbitro objetivo e imparcial, que da seguridad, confianza y validez al proceso electivo.

*Jacinto Benavente y Martínez Galapagar (1866-1954). Dramaturgo, guionista, director y productor de cine español. Inició los estudios de derecho en la Universidad Central de Madrid, pero a la muerte de su padre los abandonó para dedicarse a la literatura. Ingresó en la Real Academia Española en 1912, ocupó un escaño en el Congreso de los diputados y en 1947 asumió, a título honorario, la presidencia de la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores. En 1924 recibió el título de hijo predilecto de Madrid concedido por su Ayuntamiento. Conquistó preciados galardones como el Premio Nobel de Literatura en 1922, la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio y la Medalla de Mérito en el Trabajo.

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