26/7/21

ALARMA POR MORTALIDAD MATERNA

 


 

 

Publicado en: La Crónica edición impresa 26 de julio de 2021
 
 

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19/7/21

¿Dónde está la magia?

 


 

 

Publicado en: La Crónica edición impresa 19 de julio de 2021
 
 

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LA VIDA QUE CUESTA LA VIDA MISMA

 “Padre, decidme qué le han hecho al río que ya no canta”

Joan Manuel Serrat


En los poco más de treinta meses de este gobierno son muchas las sensaciones de incomodidad o desconfianza que se han generado por los manejos extraños y deficientes de parte de varios miembros del gabinete, empezando por el presidente.

Cuando no hay preguntas y reporteros a modo, las conferencias de cada mañana sirven para proponer un enfrentamiento al enemigo que los acecha sin cesar: la prensa opositora, la cual es acusada de articular campañas que no hacen sino desprestigiar su movimiento. Todo se lo imaginan desde Palacio: que los medios armen campañas sucias y que la “Cuarta Transformación” es una de verdad.

Si, al poner sobre la mesa algún asunto de interés que necesite una respuesta precisa, el primer mandatario apenas alcanza a ofrecer una respuesta vaga; cuando se le insiste, sale el arma roma de su retórica. Y la responsabilidad nunca es de ellos.

Sin embargo, hay un tema que recientemente “cobró” magnitud a partir de una mención matutina. Se trata de un recuento triste que se deriva de la violencia provocada por el narcotráfico: el de los activistas asesinados desde que López Obrador es presidente.

Esta semana la Secretaría de Gobernación informó que, en el periodo que lleva la presente administración, más de 68 activistas de todos los perfiles han sido asesinados. Es decir, no importa si defienden el agua, las mariposas, una comunidad indígena, los derechos laborales, un bosque o los derechos sexuales, la ignominia se hace presente desde la intimidación, el hostigamiento o la muerte. Lamentablemente, no importa el lugar que defiendan: sea en el norte, el centro o el sur, la estrategia para protegerlos no funciona.

En nuestro país, desde la referida Secretaría, existe el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, que los incorpora como beneficiarios en función del riesgo a que están expuestos en su labor social.

Lo que resulta alarmante es que, de esos 68 activistas asesinados, solamente dos se encontraban protegidos por el Mecanismo. Aún más preocupante es que, incluso ante los datos o ante una exigencia clara y firme de seguridad, se piense que es un ataque desde el conservadurismo.

Mientras el presidente combata a sus imaginados enemigos, y en tanto no preste atención al escenario de la violencia en sus múltiples facetas, dejará a las y los activistas del país en un mayor estado de indefensión.

Hace casi cincuenta años, el cantautor catalán Joan Manuel Serrat, presentaba una canción en que se lamentaba por la destrucción de ríos, bosques, tierras: nuestro entorno destruido por máquinas y fuego.

Si entonces clamábamos por esos angustiantes indicios, lo de ahora es triste porque los problemas persisten y se le suman muertes terribles que no debieron ocurrir. Ellas y ellos fueron personas que buscaban un mejor futuro para el planeta y la humanidad, y terminaron pagando con sus vidas: hagamos esfuerzos para que esas causas se conviertan en derechos (forestales, lingüísticos, reproductivos, políticos, etcétera) y sus datos sean algo más que una estadística minimizada por un régimen que no tolera encarar la realidad.

 

 

 
 

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14/7/21

DESBARAJUSTE Y DESABASTO

 


 

 

Publicado en: La Crónica edición impresa 13 de julio de 2021
 
 

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6/7/21

LA BURRA AL TRIGO


 

 

Publicado en: La Crónica edición impresa 5 de julio de 2021
 
 

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OCURRENCIAS EN EL TIANGUIS

“Mamá, déjame ir al tianguis (…) quiero pensar cosas.”

Anónimo


Es innegable que la vida no sería la misma si no tuviéramos acceso a lo que los otros pueden ofrecernos, y viceversa. De eso se trata la vida en sociedad, además de ir forjando acuerdos.

Desde la antigüedad, en todas las culturas, el bazar o el mercado ha sido uno de los lugares más representativos donde ocurre un intercambio de productos, bienes y servicios. Es una noción muy interesante, puesto que revela cuánto nos parecemos los humanos de cualquier parte del mundo y en cualquier instante de la historia.

En México, el mercado también es un hábito de antaño. Una forma de nombrar ese evento y ese lugar es “tianguis”, del náhuatl tianquiztli, que, además de servir para el intercambio de bienes (incluso esclavos), tenía un carácter litúrgico y ceremonioso.

Esa variante itinerante y polivalente del espacio comercial, con todo lo que implica querer ir al mercado y recorrerlo, ha llegado hasta nuestros días en forma de puestos multicolor que van y vienen periódicamente: instalándose en una fecha fija en una zona determinada, como los rituales.

El presidente López Obrador es un hombre que conoce bien las raíces culturales de nuestra sociedad. Quizás, inspirado por esas tradiciones populares, consideró como una idea viable organizar algo que la semana pasada presentó con el nombre de: “Los Tianguis del Bienestar”.

¿Qué son estos “Tianguis del Bienestar”? Esta nueva ocurrencia se trata de “aprovechar” todos los bienes que son decomisados por el Estado para llevarlos a las zonas más pobres del país y “de manera expedita, se le entregue a la gente”, para evitar pagar la renta de cerca de 300 bodegas: “…estamos hablando de ropa, de calzado, de ventiladores, aires acondicionados, juguetes, muchas telas, muchas telas”, explicó el presidente.

Visto a simple vista, este anuncio (que pasó prácticamente desapercibido entre el bombardeo de humo al que somos sometidos cada mañana) no suena como una idea tan mala en comparación con otras que hemos escuchado en lo que va del sexenio.

Sin embargo, triste realidad, el primer mandatario no consideró que, tal como lo dio a conocer la periodista Ailyn Ríos: “Regresar mercancías decomisadas por las autoridades mexicanas al mercado (…) violaría acuerdos internacionales de combate a la piratería y al contrabando” como, por ejemplo, el T-MEC, el Tratado de Libre Comercio entre México y la Unión Europea, el Convenio de París para la Protección de la Propiedad Industrial y el Tratado de Marrakech.

El escritor Roberto Calasso dice que, como un rasgo de su identidad, los griegos clásicos amaban la plaza: “un espacio vacío, soleado y polvoriento, donde intercambiar las mercancías y las palabras”.

Los griegos iban al mercado para adquirir sus cosas, sus enseres y, lo mejor de todo, iban a reflexionar, discutir e intercambiar ideas, porque lo entendían como una extensión del ágora, sin importar que ahí también estuvieran sus enemigos: mercaderes procedentes de otros Estados con los que sostenían frágiles alianzas que hacían posible la subsistencia de la polis.

Está bien que a nuestro presidente le guste ir a pensar al tianguis (o a donde sea que vaya en búsqueda de la meditación), pero no debe olvidar los acuerdos y compromisos adquiridos para el desarrollo de nuestro país, por neoliberales, tecnócratas, fifís o “hamburguesados” que él los considere.

 

 

 
 

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