“Es preciso preferir la soberanía de la ley a la de uno de los ciudadanos.”
Aristóteles
La información que pasa frente a nosotros adquiere dimensiones distintas según la percepción que tengamos de un problema, qué tan lejano o próximo se encuentra algún tema de nuestros intereses personales y nuestra realidad inmediata.
Aquello que concierne a lo más cercano, es decir, lo doméstico o local (la falta de alumbrado en una calle, la inseguridad de una colonia, el estado de las banquetas, la poda de árboles, la basura que se acumula en un parque), suele ocupar un lugar prioritario en la lista de nuestras preocupaciones cotidianas.
Sin embargo, cuando se trata de algo que trasciende esa primera esfera y toca límites nacionales, nos preocupa de otro modo más serio, porque puede alterar lo demás. Con ciertas noticias de ese tipo no es posible abandonar el asombro. Para bien y para mal, en nuestro país cada vez se vuelve más común la estupefacción por asuntos políticos.
En estos días sigue causando impacto el asunto que rodea a la figura de Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, Ministro Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Este organismo es el encargado de hacer valer la Constitución y velar por la armonía entre las distintas instancias de Gobierno.
Curioso lío en que lo pusieron. Primero: Zaldívar es uno de los once ministros de la Suprema Corte. Segundo: el cargo de Ministro Presidente que ostenta tiene un plazo inamovible marcado por la propia Constitución, que es de cuatro años. Tercero: por extraño que parezca, existe la idea de que su periodo se prolongue dos años más.
Es asombroso, pero no puede ser sino una muy curiosa paradoja: el órgano encargado de revisar y validar la constitucionalidad de diversos asuntos está inmiscuido en una maniobra que es a todas luces inconstitucional.
Y no pinta para nada bien, menos cuando el presidente López Obrador (que, como titular del Poder Ejecutivo, debería respetar la autonomía de los otros dos Poderes del Estado) ha dicho, quién sabe con cuánta maliciosa ignorancia, que su pretendida transformación no puede llevarse a cabo si no se le concede este pequeño ajuste, contenido en un artículo transitorio de la reforma judicial.
No olvidemos un detalle igual de pequeño, pero curioso y hasta significativo: la Suprema Corte se encuentra a unos cuantos pasos de Palacio Nacional. Esa cercanía espacial también coincide con la cercanía que el presidente ha marcado con el ministro, a quien le concede una serie de calificativos que también otros personajes le han conferido cuando hablan sobre el tema: “es una gente recta, íntegra, honesta.”
La situación de Zaldívar es complicada: a pesar de que a lo largo de su trayectoria siempre ha expresado su opinión sobre asuntos esenciales de la impartición y la aplicación de la justicia, desde el Consejo de la Judicatura ya señaló que no se pronunciará sobre el artículo transitorio “hasta que no concluya el proceso legislativo”.
Una vez lanzado el buscapiés, todo simula moverse en el más estricto apego a las leyes, aunque en los hechos se busque que la ley se vaya ajustando a los deseos de un solo individuo.
Estos tanteos son más bien una burla que dicen muy poco de la rectitud y la moralidad que tanto se pregonan en esta supuesta transformación.
“Me duele hasta la vida saber que me olvidaste”
Rubén Fuentes y Alberto Cervantes
Todos deseamos que la situación de las vacunas en nuestro país fuera un verdadero paliativo para esta enfermedad que embiste con fuerza. Con cada día que pasa, y al ritmo en que se aplican las dosis, sigue pareciéndonos que el problema puede agravarse y mantenerse entre nosotros por un largo periodo.
A la par del plan de vacunación contra la Covid-19, en días recientes ha tenido lugar una serie de manifestaciones de una porción importante del personal médico del país. Su demanda es urgente y clara: exigen que el sector privado sea vacunado de forma inmediata.
Lo que hay en el fondo de esas protestas es una petición o una tensión entre lo humano y laboral, que es preciso nombrar. En el contexto actual, no es concebible que no se haya vacunado en su totalidad al personal médico que labora en instituciones privadas, que da consultas en farmacias ni a aquel que trabaja de manera independiente o particular.
Son muchas las razones que orillan a las y los ciudadanos a buscar atenderse en un lugar distinto a las clínicas y hospitales del ISSSTE o IMSS; por otra parte, el Seguro Popular fue menos seguro y menos popular con su cambio de nombre al INSABI. La gente necesita atención médica y las largas horas en las salas de espera hacen insufrible cualquier duda y cualquier dolor.
De manera obvia, aquí entra un problema largamente presente y no menos ignorado. El acceso a la salud es uno de los grandes retos a que cualquier país debe enfrentarse. Un punto muy visible es que la gente debe recibir atención de calidad; pero uno que olvidamos es el de las condiciones en que el personal de salud privado y particular hace y ofrece su trabajo.
Con el coronavirus rondándonos, con tantos números reales o escondidos y con tamaño volumen de pacientes, es altamente probable que esos médicos alcancen a contagiarse. El hecho de que estos médicos no estén adscritos al sector público hace que quienes administran las dosis los categoricen: según un capricho ignaro, ellos son de otro orden, y no de esa “primera línea” tan sonada.
A mediados de marzo surgió en Twitter la cuenta @VacunaMedicosMX, quienes se han dedicado a estimular y presentar un registro del personal de salud sin vacuna Covid, además de recordar datos que deberían observarse. Por ejemplo, para septiembre de 2020, según los números de Amnistía Internacional, en México se habían registrado 1,320 muertes del personal de salud por Covid-19 de un total de 72,000; el país en el mundo con más decesos registrados en ese rango poblacional.
A la fecha, sus datos indican que son más de 28 mil trabajadores de salud que no han recibido la vacuna, entre los que se encuentran médicos generales, odontólogos, ginecólogos y pediatras, por sólo mencionar a las cuatro frecuencias más altas de su necesario registro.
Se ha dado preferencia a funcionarios y promotores del gobierno y a algunos sectores magisteriales, cuando lo urgente es que todo el personal médico reciba la vacuna, sin importar que trate específicamente o no a pacientes con Covid.
El desinterés oficial tiene contra la pared a esos otros médicos y, como dice la canción, les está costando la vida saber que los están olvidando. Por eso digo que resulta inconcebible que se les ignore y no se atiendan sus demandas.
Cada enfermera, afanador, camillero, médico, ginecólogo, dentista, pediatra que muera contagiado por esta enfermedad sin haber sido vacunado, deberá contarse como responsabilidad del gobierno mexicano.
Es un peligroso acto de discriminación que debe resolverse cuanto antes.
“Uno es el hombre que anda por la tierra y descubre la luz”
Jaime Sabines
Durante las próximas semanas nuestro país vivirá unas elecciones llamadas a ser las más importantes de los tiempos recientes. No es para menos: el escenario político es bastante complicado puesto que el micrófono está en un solo lado y genera polémicas a diestra y siniestra.
Precisamente ahora que estamos entrando de lleno en este proceso electoral que (como es costumbre), saturará con spots y propaganda política las ondas de radio y televisión, los sitios de internet, las bardas y postes de las colonias, quiero aprovechar este espacio para ofrecer una breve pausa (aunque también es una invitación continua).
El 25 de marzo, apenas unos días después de iniciada la primavera, se celebró el 95° aniversario del nacimiento de Jaime Sabines. De algún modo podría decirse que él es el poeta mexicano más reconocido y reconocible por lo que respecta a su obra, al lado de Amado Nervo, Sor Juana u Octavio Paz.
Aunque suene paradójico, Sabines resulta un personaje interesante debido a su vocación literaria que combinó con el trabajo político por su natal Chiapas; fue contemporáneo de Rosario Castellanos, otra chiapaneca ilustre, quien además fue diplomática en Israel a principios de la década de 1970.
Es probable que más de un suspiro o de un cariñoso recuerdo hayan sido provocados por sus versos construidos sin las aparentes complejidades de la poesía, que entran por el oído y que remueven sensaciones que creíamos desconocer: “Te quiero, amor, amor absurdamente,/ tontamente, perdido, iluminado,/ soñando rosas e inventando estrellas/ y diciéndote adiós yendo a tu lado.”
Además, en ese hecho de recordar que la poesía puede ser disfrutada por el lector de a pie, porque él también era uno de esos. Su poema “El peatón” es una muestra de ello, cuenta por mera humildad que nadie lo reconoce por ser poeta y que, en lugar de eso, habrá de ser un peatón: “¡Eso es!, dice Jaime. No soy un poeta: soy un peatón.”
Esa especie de reconocimiento propio se amplió cuando ofreció un recital en Bellas Artes en 1997 (disponible en Youtube) en que recibió ovaciones, porras y todo el cariño de sus lectores. Es obvio: nadie permanece igual luego de descubrir la luz de su obra poética.
La lectura de buenos libros puede ser también una manera de despejar las turbulencias de lo cotidiano. La poesía abre un paréntesis para la reflexión, para la belleza de las palabras.
Un respiro se vuelve necesario, un poema aún más.