(Publicado el 8 de noviembre de 2005. Excélsior)
“La violencia acostumbra a engendrar violencia.”
Esquilo*
Empieza el cómputo de los primeros muertos, una revuelta urbana que se supo cómo inició, pero difícilmente se adivina como concluirá…
Más de 4.000 coches han ardido en Francia, mismos que nadie pagará por que los seguros tienen una cláusula contractual en el sentido de que no responderán por los daños en motín o rebelión; casi 900 personas han sido detenidas desde el día 27 de octubre, fecha en que dos adolescentes murieron electrocutados.
Desde entonces, impera la violencia detonada por la muerte de Bouna Traore, de 15 años, y Zyed Benna, de 17, quienes perdieron la vida al ocultarse en una subestación de energía. A manera de protesta, centenares de muchachos salieron a la calle a incendiar vehículos y negocios en el suburbio parisino de Clichy-sous-Bois. El 30 de octubre, otro hecho incrementaría estos desmanes: una bomba de gas lacrimógeno estalló en una mezquita ubicada en el suburbio en que se originó el pleito, enfureciendo a los musulmanes que oraban en el interior. Con ello, la policía “se echa encima” al mismísimo Alá y éste se involucra en los subsecuentes eventos, porque su tabernáculo fue profanado.
Al menos 40 policías resultaron heridos, en lo que fue la duodécima jornada de una ola de violencia. El fuego consumió oficinas, escuelas, institutos, gimnasios, bibliotecas, supermercados, pequeños comercios y autobuses. Ya no se trata únicamente de un grupo de muchachos molestos, sino de bandas de jóvenes que se organizan para lanzar cócteles molotov contra vehículos, negocios y edificios municipales. La policía responde proyectando gases lacrimógenos y balas de goma. ¿Qué sigue? Los disturbios se han incrementado. En el sur de la Ciudad Luz, un grupo integrado por unos 200 jóvenes enfrentó a la policía con piedras y escopetas de postas; las noches se tornan violentas debido a los fuertes choques entre las fuerzas antimotines y los adolescentes acalorados que reclaman justicia y se rebelan contra las autoridades porque les domina la desilusión. Según el Ministro del Interior, “el orden de la República” se enfrenta “al orden de las bandas y de las mafias”. Los primeros días, los disturbios sólo afectaron a los suburbios de París; hoy, ya son más de doscientas las localidades afectadas.
El Presidente Jacques Chirac, rompió el silencio en el que se había mantenido mientras ardía Francia, y realizó una declaración: “La prioridad absoluta es el restablecimiento de la seguridad y del orden público”; sin embargo, nadie ha dicho cómo se pondrán en marcha las medidas para solucionar los problemas que la revuelta ha evidenciado. Se deben adoptar soluciones que aseguren el respeto de todos, la justicia y la igualdad de oportunidades. Por otra parte, resulta vergonzoso observar pugnas partidistas en el gobierno, sin importarles que la ola de violencia haya alcanzado ya grandes dimensiones y afectado a la mayor parte de la sociedad francesa, incluidos los ciudadanos de los barrios más deprimidos procedentes de la inmigración, quienes son las primeras víctimas.
Son miles las personas afectadas que, mediante una marcha por las colonias más mutiladas por estas revueltas, participaron en manifestaciones organizadas, expresando su hartazgo por esos actos y exigiendo el retorno a la calma.
¿Será que los altos índices de desempleo, la carencia de escuelas y las difíciles condiciones económicas, son la verdadera causa de la irracional turba? ¿Será que la Unión Europea no está dando los resultados esperados y ello ha generado este estallido social? ¿Será una política represiva y carente de diálogo lo que genera la ira de los jóvenes? ¿Serán el racismo y la pobreza? Decía Winston Churchil que a quienes no conocen otro lenguaje que la violencia, hay que hablarles en su propio idioma, los gobernantes de la Francia actual son émulos de ese controvertido personaje. Qué lástima que la cuna de la fraternidad como filosofía política esté siendo antitética en su historia y su destino.
* Esquilo (525 a.C. - 456 a.C.) Dramaturgo griego, predecesor de Sófocles y Eurípides, considerado creador de la tragedia griega. Nació en Eleusis, Ática, lugar en el que se celebraban los misterios de Éleusis. Pertenecía a una noble y rica familia de terratenientes. En su juventud fue testigo del fi n de la tiranía de los Pisistrátidas en Atenas. Alguna de sus obras, como Los persas 472 a.C. y Los siete contra Tebas 467 a.C. son el resultado de sus experiencias de guerra. Fue testigo del desarrollo de la democracia ateniense. En Los suplicantes 490 a.C., puede detectarse la primera referencia que se hace al poder del pueblo y la representación de la creación del Areópago, tribunal encargado de juzgar a los homicidas. Escribió 82 piezas, de las que sólo se conservan siete. Se le acusó de haber revelado los misterios de Eleusis, por lo que fue juzgado y posteriormente absuelto.
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