(Publicado el 21 de diciembre de 2004 en Excélsior)
“Una necedad, aunque la repitan millones de bocas,
sigue siendo una necedad.”
Anatole France*
Se dice que la consulta ciudadana en el Distrito Federal, consistió en el proceso por el cual los ciudadanos participaron libremente en la decisión de aprobar o desaprobar la permanencia del Jefe de Gobierno.
No obstante, López Obrador está a la cabeza del gobierno en la ciudad por una serie de disposiciones constitucionales y legales vigentes, por lo que su mandato no está sujeto a consulta alguna. Regularmente, las consultas ciudadanas son un recurso utilizado por los dictadores en los regímenes totalitarios. Hitler, Mussolini, Fidel Castro, Fujimori, Hugo Chávez, son ejemplos claros del uso y abuso de las mal llamadas consultas populares.
En algunos países, la consulta popular sustituye a las asambleas representativas en la adopción final de la ley. El referéndum, es una locución latina derivada de “referre”, que significa “lo que hay que consultar”.
Generalmente en una consulta sólo cabe responder “sí”, “no” o dejar la papeleta en blanco significando “abstención”. Se distingue del plebiscito porque tiene una mayor regularidad y es objeto de disciplina constitucional; además, una consulta versa sobre asuntos de naturaleza jurídica, mientras que el plebiscito puede abordar tópicos políticos, cuestiones de hecho, medidas de gobierno, etc.
El fin de semana pasado, por segunda ocasión se solicitó al pueblo emitiera su dictamen vía telefónica, para determinar el retiro o permanencia de López Obrador en el poder. El gobierno del D. F. organizó la consulta, pagó la encuesta, contó los votos, y publicó los resultados: ¡con el 8.4% del padrón, ganamos!
La consulta ciudadana, se ha vuelto un uso o costumbre bianual implantada por el Jefe de Gobierno capitalino. La primera se realizó en diciembre del 2002, el resultado de la misma: gran abstencionismo.
¿Las razones? Los ciudadanos no tenían credencial del IFE, no les interesó, se equivocaron de número o les causó pereza o temor. Hoy, del total de ciudadanos inscritos en el registro de electores, únicamente optaron por llamar el 8.4%; con este bajo porcentaje ¿será suficiente para decretar la estadía en el Gobierno? Es importante dejar en claro que estos inventarios de popularidad no son del todo gratuitos. Cada que una persona llama para atender la encuesta le cuesta al fisco capitalino 80 centavos, los cuales provienen de los contribuyentes. Así por ejemplo, la encuesta efectuada en 2002 tuvo un costo aproximado de un millón doscientos mil pesos.
Una de las principales razones por las que el residente de la capital no participa en estos eventos, es la duda y la desconfianza en la transparencia y veracidad del proceso; ya que no existe una instancia neutral y objetiva que dé fe o verifique la autenticidad de la consulta ciudadana. Llama la atención que el Director de Coordinación Técnica del Gobierno del D.F., subordinado del Jefe de Gobierno, manifestó que en el conteo de votos no intervinieron personas, luego entonces ¿quién lo diseñó?, ¿quién lo opera?, ¿quién estableció las bases?, ¿quién hizo públicos los resultados? No cabe la menor duda de que el Gobierno del D. F. es juez y parte, inclusive cuenta con el padrón electoral con el que se verifican las credenciales de elector.
Ha comenzado el Big Brother de la política capitalina; dependerá del público si el nominado se queda o no en la casa de gobierno, con la diferencia de que los votantes en el programa podían ganar algún premio, en cambio, con estas consultas no hay ningún beneficio para la ciudadanía. Lo que la gente desea son soluciones a los principales problemas de nuestra capital: inseguridad, anarquía en el transporte público, más del 60% del pavimento de las calles con baches o topes, burocracia excesiva en trámites, manifestaciones a cualquier hora y en cualquier lugar, policía incapacitada, pleitos políticos, etc, etc, etc…
El voto en los verdaderos comicios, será el juzgador de los buenos o malos resultados o de la permanencia en el poder, y no estas encuestas populistas que pretenden purgar culpas, pedir indulgencias y obtener salvoconductos con la finalidad de mantenerse en la cima de las preferencias.
A cuatro años de gobierno en la ciudad más compleja del país, ciertamente, no todo es malo. Se han beneficiado grupos sociales olvidados, se han realizado obras públicas, se estimuló la educación, se otorgaron créditos para el autoempleo; todo ello como parte de una plataforma política social plausible. Sin embargo, ninguno de estos avances resuelve las dificultades prioritarias. De qué sirve un doble piso en el periférico cuando más del 70% de los habitantes utiliza transporte público; de qué sirven los créditos para poner un negocio cuando el 30% de la inversión se va en trámites burocráticos; para qué la regularización territorial en documentos si se permite la invasión de facto.
No creo, de ninguna manera, que mediante consultas que no sean organizadas por órganos independientes, que no estén previstas y reglamentadas por la Ley, y que no sean pagadas con transparencia, se logre un mejor gobierno. En fin… mientras tanto, deseo a los lectores de Excélsior una feliz Navidad.
*Anatole François Thibault (1844-1924) Escritor francés que adoptó el sobrenombre de Anatole France. En 1921 consiguió el Premio Nobel de Literatura por el conjunto de su obra. Participó en la fundación de la Liga de los Derechos del Hombre y apoyaba las causas de la separación de la Iglesia y el Estado y de los derechos sindicales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario