(Publicado el 23 de noviembre de 2004. Excélsior)
“La derrota política debe ser visualizada como autoderrota”
Jesús Reyes Heroles*
Las precampañas y proselitismos para las elecciones del 2006 ya están presentes en el ambiente político mexicano. A diario escuchamos cábalas, premoniciones, futurismos, conjeturas y suposiciones sobre posibles precandidatos y sus estadísticas, apoyos, grupos, etc. Al respecto, los distintos partidos políticos a través de sus dirigentes, han solicitado a sus militantes que sean pacientes, ya que no es el momento propicio para iniciar procesos internos de elección de candidato; y a su vez, les prometen a los posibles contendientes, que habrá reglas claras y transparentes, pero que necesitan unión, lealtad y apoyo, porque la meta es una y sólo hay cupo para uno: la silla presidencial.
En este contexto de preelecciones y de cada vez más competidas lides electorales, el Instituto Federal Electoral jugará el papel de “árbitro de la democracia mexicana”, función que deberá ejercer de manera inobjetable e inapelable para todos los participantes; con objetivos contundentes como el de formar conciencia política en la población para eliminar el abstencionismo, impedir la compra ilegal de votos, prevenir delitos electorales, o evitar cualquier acción de las que coloquialmente se denominan “mapachismos”. Aunque existan diferencias profundas en los debates de los partidos políticos, todos coinciden en que la transición de un gobierno a otro deberá ser en forma pacífica y vigilada por el IFE, al que ya se considera una institución imparcial.
Para la campaña del 2006, los tres principales partidos políticos: Acción Nacional, de la Revolución Democrática y el Revolucionario Institucional, saben que el triunfo se obtendrá por una diferencia mínima de votos y que, además, deberán estar preparados para un periodo postelectoral de impugnaciones jurídicas, áspero, duro, lleno de tropiezos, en el que solamente podrá triunfar aquella agrupación política que se encuentre fuerte, bien posicionada y, sobretodo, unida.
En el interior de los tres principales partidos en México, se están agitando los factores de poder, se están creando grupos de choque, de escisión; se están formando equipos que sólo ven para sí y no para sus militantes. Estos grupos se mueven en la sombra, al margen de sus estatutos, de sus normas internas, principios e historia que dio vida y origen a la asociación política; ignorando que con tales actitudes y enfoques, lo único que van a garantizar es la autoderrota en la ya muy próxima contienda electoral. El partido que internamente alcance mayores consensos y acuerdos, el que mantenga mayor cohesión y unidad, sin duda, será el triunfador y se hará de la presidencia de la República.
En Acción Nacional ya se vislumbran 4 posibles contendientes: Santiago Creel Miranda, Carlos Medina Plascencia, Francisco Barrio Terrazas y Felipe Calderón Hinojosa; y aunque no se han dado muestras públicas y claras de enfrentamientos entre ellos, el ambiente está denso y enardecido, ya que algunos manifiestan que hay desventaja porque podrían aprovecharse de sus cargos públicos para obtener tiempo con los medios de comunicación, además de realizar proselitismo al parejo de los viajes oficiales. Aún no se establece la fecha para que poco más de un millón de panistas, entre activos y “adherentes”, elijan a su candidato presidencial; su dirigente, Felipe Bravo Mena, tendrá que procurar que en estas contiendas no se despedacen.
En el caso del Partido de la Revolución Democrática y ante los penosos acontecimientos de algunos de sus integrantes, se ha formado una batalla encarnizada entre los grupos de Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, sembrando inseguridad y favoritismos entre sus agremiados, lo que pone en riesgo la unidad del partido y la propia existencia del PRD. Para muestra, un pejebotón: López Obrador se les adelantó a sus rivales sin consultar a nadie, con programas como el pejecondón, pejeviales, pejebonos, pejeparajes, pejeetcéteras; recordemos que el Lic. López Obrador es una persona con mucha experiencia en este tipo de menesteres populares y electorales, pues antes de ser perredista, manejaba grupos de indígenas y de clase humilde y sabe perfectamente bien que su popularidad y futuro político dependerá de su buen papel como Jefe de Gobierno, no así de su actividad interna en el partido al que pertenece; aunque el juicio de desafuero le puede hacer pasar un mal rato o convertirlo en mártir.
Por su parte, el Revolucionario Institucional está pasando por una etapa en la que no hay cohesión, no hay línea, el rumbo es incierto, no se ve claramente que su dirigente tenga todos los hilos en las manos; a diferencia de otras épocas, ahora se abre una nueva alternativa con el grupo de Gobernadores y Legisladores que tienen el derecho legítimo a competir internamente por la tan preciada candidatura.
El problema está en que no existe un proceso transparente y equitativo que permita tener un candidato designado por unanimidad, así como tampoco existen líderes que sepan conciliar internamente y que logren concordancia real. Reconocer la diversidad de pensamiento político no es negar la necesidad de la unidad; por el contrario, es admitir lo que existe, para arribar, a través de ello, a lo que debe existir: la unidad de lo diverso.
*Jesús Reyes Heroles (1921-1985). Destacado político, jurista, historiador, académico e intelectual mexicano; considerado ideólogo del PRI.
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