(Publicado el 23 de agosto de 2005. Excélsior)
“Considerad la roca de la que habéis sido cortados,
la cantera de donde habéis sido extraídos.
Mirad a Abraham, vuestro padre.”
Isaías 51*
Según la tradición de la Torá, Libro de la Ley de los hebreos; los árabes y judíos descienden del Patriarca Abraham, cuya esposa, Sara, convencida de que no podía tener hijos, ofreció a su marido que tomara a la joven esclava, Agar, para que le engendrase un heredero.
De esa unión, nació un niño al que pusieron por nombre Ismael. Pero Dios insistió en que Sara concibiera por lo que ésta dio a luz al segundo hijo de Abraham: Isaac. Es el hecho que, siguiendo la misma tradición, las doce tribus árabes descienden de Ismael, y las doce tribus hebreas son descendientes de Isaac. Árabes y judíos quieran o no, tienen la misma sangre.
El conmovedor desalojo de los colonos israelitas, que durante casi 40 años ocuparon un área de 360 kilómetros cuadrados de la Franja de Gaza en Palestina, fue la principal noticia internacional de la semana pasada.
La Franja de Gaza es un estrecho borde de tierra en el sudoeste de Palestina que hace frontera con Egipto, con Israel y con el mar Mediterráneo, cuya extensión aproximada es de una quinta parte del Distrito Federal. Esta Franja, forma parte del territorio en donde habría de crearse el Estado de Palestina, que incluye Cisjordania y el Jerusalén Este. El árabe y el hebreo, son las lenguas principales habladas en la zona.
Los colonos judíos echaron raíces y se avecindaron por tradición e historia; por eso, el desmantelamiento forzado significa para los israelitas una capitulación. Más de nueve mil personas fueron desalojadas de un territorio que es habitado también por 1.2 millones de palestinos, quienes reclaman como su suelo patrio las tierras que ellos han poblado desde tiempos inmemoriales. Hemos visto escenas dramáticas en televisión sobre la expulsión de personas de sus hogares, soldados que utilizan la fuerza, jaloneos, violencia, personas aferradas a sus pertenencias, en fi n, una expulsión masiva. La humanidad compadece a la víctima y repudia la brutalidad del ejército israelí.
Sin embargo, la acción unilateral del gobierno de Israel de desmantelar los asentamientos israelitas en esa zona, que fueron ocupados en las guerras árabe-israelitas desde 1967, es un acto muy doloroso pero indispensable para que se pueda lograr la paz. Pero, para que esta acción pueda ser útil, la autoridad palestina tendrá que implementar acciones de correspondencia; por ejemplo, acabar con todo acto terrorista en contra de sus vecinos.
En 1947 la ONU aprobó el Plan de Palestina para dejarle el 55% de la región a los judíos y el resto a los árabes, hecho que rechazaron estos últimos porque el 70% de la población de la zona, era de ellos. El 14 de mayo de 1948, al expirar el Mandato Británico sobre Palestina, se funda el Estado de Israel. Cinco países árabes invadieron al naciente estado en su primer día de existencia (Egipto, Jordania, Siria, Líbano e Irak), a pesar de ello Israel sobrevivió en una cruenta lucha de 15 meses y 6,000 bajas, logrando anexar un 26% adicional del territorio.
Durante la guerra, la comunidad árabe se trasladó a los países limítrofes, dando origen al problema de los refugiados palestinos.
David Ben Gurión, primer ministro del Israel, abrió las puertas del Estado a todos los judíos del mundo, bajo el principio sionista de “crisol de las diásporas”, el regreso al Sión, a la Tierra Judía; por lo tanto, gran parte de las comunidades hebreas de otros países emigró a Israel. En 1967 inició la Guerra de los Seis Días, con la cual los judíos lograron la conquista de los territorios árabes e incluso parte de Egipto, pero este último lo recuperaría más tarde firmando un tratado de paz.
En 1974 la Organización de la Liberación de Palestina (OLP), dirigida por Yasser Arafat fue reconocida por la ONU como representante del pueblo palestino; en 1991, se decidió iniciar las negociaciones que Hoy, en 2005, Israel dispone desocupar la franja. Así los hechos, miles de vidas sacrificadas, ideas religiosas encontradas, por fi n, Alá y Jehová dan un respiro a su conflicto: territorio a cambio de paz. Las futuras generaciones dirán si es posible convivir como humanos sin importar el género, el color, la edad o la religión. Todas las creencias suponen que somos hermanos a pesar de los Caínes que merodean el orbe. El padre Abraham descansará tranquilo en Hebrón, Cisjordania, cuando su descendencia de árabes y judíos logre convivir en fraternidad.
*El Libro de Isaías es un libro bíblico del Antiguo Testamento, escrito por el profeta hebreo Isaías nacido alrededor de 765 a.C. El profeta Isaías tuvo influencia en la política internacional, fue enemigo de los egipcios y preconizó mantener la alianza con los asirios cuando un sector de la sociedad hebrea pretendió asociarse con el faraón. Profetizó que Sión y Jerusalén llegarían a ser los centros religiosos más grandes del mundo y que gentes de todas las naciones llegarían a ellas en peregrinación solemne.
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