20/1/11

CLONACIÓN


(Publicado el 9 de noviembre de 2004. Excélsior)
“El rabí lo miraba con ternura y con algún horror.
“¿Cómo -se dijo- pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?”
Fragmento de “El Golem” de Jorge Luis Borges.*

Si alguien preguntara cómo se podría denominar a la centuria que inició en el año dos mil, sin temor a equivocarme yo contestaría que el nombre más conveniente sería el de “El Siglo Biotecnológico”, ya que las posibilidades de clonación y alteración genética son auténticas y verdaderas, marcando una nueva etapa en la historia del hombre; ambas tecnologías son un rompimiento del esquema del ser humano, se generan grandes divisiones y discusiones tanto en lo filosófico como en la ética, la moral y la religión, incluso en la política. Se ha tocado la idea primaria del ser; lo tecnológico ha alterado todo nuestro entorno, hasta el comportamiento sexual toma nuevos patrones; el ser humano ya no es visto como el zoon politikon de Aristóteles, ni siquiera como el zoon sexual de Desmond Morris. La bioética dará un giro de 180 grados y se tendrán que romper paradigmas, se avecina una gran revolución en el pensamiento…

Estas disputas ya están presentes en la ONU, por un lado George Bush llamó a prohibir cualquier tipo de método de clonación, mientras que Bélgica y Gran Bretaña han solicitado la autorización del uso de embriones para fines terapéuticos y de investigación; otros miembros del Consejo opinan que esta materia la debe legislar cada país internamente. En febrero de 2002, la Cámara de los Lores en Gran Bretaña aprobó la ley que permite clonar embriones humanos para buscar tratamientos contra enfermedades incurables, y la Autoridad Británica de Fertilidad Humana y Embriología ha concedido la primera licencia a expertos de la Universidad de Newcastle para que puedan realizar este tipo de investigación, utilizando embriones como fuente de células madre para el tratamiento de la diabetes, el Alzheimer y el Parkinson, entre otros; en tanto que la ONU decidió postergar sus decisiones hasta nuevo aviso.
Los experimentos antes citados abren la vía a tratamientos contra enfermedades hoy incurables, porque permiten la producción de material para trasplantes con la carga genética del paciente, con lo que en ningún caso existirá rechazo.

Históricamente los médicos y biólogos han obtenido prácticas exitosas como la fecundación in vitro, que consiste en fertilizar un óvulo en forma externa e implantarlo en la matriz; o la partenogénesis, que es el desarrollo a partir del óvulo, sin necesidad del espermatozoide, con un único gameto; o la transgénesis que es la modificación del genoma de todo el organismo; hasta que en 1996 se logró la clonación de un animal adulto, con una oveja llamada Dolly, cuyo creador no acepta la clonación de seres humanos bajo ninguna circunstancia.

En el caso de Dolly, la naturaleza respondió de una manera inesperada: la oveja envejeció con mayor velocidad que su madre uterina, después murió sin completar su ciclo normal de vida; al parecer las células tomaron un camino acelerado que los científicos no habían considerado. La tecnología genética aplicada en casos de animales o plantas puede traer contribuciones al ser humano, como la alimentación con productos mejor balanceados, o evitar la desaparición de alguna especie. Esto último, nos llevaría incluso a que pudiéramos regresar a la fauna a otros seres, conviviríamos así con especies que se extinguieron antes de que el ser humano apareciera en la Tierra, como los animales jurásicos; pero aún más, estamos en la puerta de la creación de especies nuevas: pollos que cantarán como codornices o gallinas de cuatro patas, verdaderos Frankensteins del reino animal.

Ahora, el hombre, que fue creado, utiliza su ingenio para crear. Aquel fresco de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, donde Dios toca al hombre, se ha invertido; ahora en venganza, el hombre está tocando a Dios. Estamos cerca, el soplo científico sustituye al divino; a un muñeco de arcilla el hombre está dando vida, como el rabino en Praga dio vida al terrible Golem.

El problema es complejo. La solución a estas divergencias escapa a las ciencias naturales; no se ha definido si los embriones tienen derechos o carecen de ellos, solamente se ha estudiado al ser como un ente biológico; esto está más allá de la teología o la filosofía, no se ha decidido cuándo empieza a existir el ser humano como tal. Luego entonces, habrá que responder varias preguntas antes de legislar, ¿tiene derechos el embrión? ¿Qué tipo de protección merece? ¿Se podrá limitar a la ciencia para prolongar la vida humana? No cabe duda que este siglo de la biotecnología provocará dolores de cabeza a las distintas posiciones religiosas, mientras que para los juristas la barrera estará entre lo que permita el buen uso de la tecnología en favor de la especie humana, y lo criminal, lo bizarro.

A pesar de que nuestra reacción inicial a una nueva posibilidad científica puede ser desagradable, abundan los ejemplos de cambios que inicialmente causaron una reacción negativa y luego se aceptaron, puesto que producían consecuencias buenas e importantes. Así, aunque neguemos que el mundo se mueve, de todas maneras gira sobre su propio eje.

Yo les digo, mis amables lectores, mientras que el derecho, la filosofía, la ética, la moral y la religión no se pongan de acuerdo, quiero afirmar que es mejor ser hijo de “probe” que hijo de probeta.

*Jorge Luis Borges. Escritor argentino nacido en 1899, considerado uno de los autores más destacados de la literatura en español del siglo XX. Murió en Ginebra en 1986. El Golem es un poema escrito en 1964, que relata la historia del rabino Judá León quien da vida a un ser al que pone por nombre Golem.

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