19/1/11

LAICIDAD


(Publicado el 17 de diciembre de 2001 en El Día)
“...la educación de las nuevas generaciones
debe estar impregnada de laicidad, de lo contrario
será lo viejo lo que se apodere del porvenir...”
Sacarías*

La Conferencia del Episcopado Mexicano radicalizó su postura y se convirtió en el representante de lo más reaccionario en esta Nación, su actitud así lo demuestra.

Los oteadores políticos han revisado de manera puntual la postura de la Iglesia Católica que pretende, con este programa de acción y a través de sus sacerdotes, hacer llegar a los feligreses información tendenciosa y deformada sobre la historia mexicana, que de ninguna forma refleja la historia de nuestro país.

Los ministros de la Iglesia, pretenden ir más allá de una “iluminación coyuntural” introduciéndose, no sólo en los problemas eclesiásticos, sino en los problemas nacionales. El clero político resalta que la cristianización de los nativos durante la Conquista, se realizó con ”la fuerza del amor y al servicio del Evangelio”; se argumenta desde el púlpito que “fue la Iglesia Católica la que logró gestar durante la Colonia, la independencia y justicia que anhelaba el pueblo mexicano” pues fueron Hidalgo y Morelos los sacerdotes que por su fe en Cristo, su devoción a María de Guadalupe y sus ideas teológicas y políticas, lucharon por la liberación de México, dando a entender que la Iglesia Cristiana luchó por la independencia, soslayando el hecho de que tanto Hidalgo como Morelos y compañía, fueron excomulgados, procesados, torturados y sentenciados por la Iglesia Católica y su brazo de indignidad que era la Inquisición.

Se señala en revistas, conferencias, y en la Carta Pastoral, que el estado laico en México fue una copia del modelo liberal francés y estadounidense lejano a la realidad cultural de la nación; pero no se señala que el estado laico es producto de una realidad estrictamente nacional que incluyó la existencia de un clero político muy poderoso.

Asimismo, sostienen que al promulgarse la Constitución de 1917, se suscitó el momento más álgido entre la Iglesia y el Estado Mexicano, reivindicando el movimiento cristero, lo que a todas luces implica una interpretación muy parcial de nuestra historia.

En la Carta Pastoral, que es el programa de acción de los ensotanados, se señala: “lo que más lamentamos no es la desamortización de los bienes, la secularización de algunas instituciones o la separación de funciones, sino las formas en las que se llevaron a cabo y sobretodo esa herida inferida en el corazón de los mexicanos”. Es muy claro que no hay herida alguna en los mexicanos, pues dichas acciones no se emprendieron contra los católicos, ya que éstos no eran propietarios de las grandes extensiones de tierra concentradas en manos de la Iglesia, ni administraban los derechos cobrados por registrar nacimiento y defunciones, ni eran beneficiarios de los diezmos obligatorios. Todas estas medidas fueron emprendidas en contra del clero político que se enriquecía a costa del pueblo, convirtiéndose sus integrantes en verdaderos vampiros de la fe.

Los clérigos sin vergüenza, afirman que el pensamiento social cristiano es el que influyó en la elaboración de la legislación constitucional en materia laboral, negando toda participación del movimiento obrero organizado; e incluso pasan por alto que los principales dirigentes precursores de la legislación laboral fueron estigmatizados como comunistas y ateos. Hablan de la persecución religiosa como si hubiera sido una acción unilateral del gobierno, olvidando que en la rebelión cristera sus postulados hacían un llamado al desconocimiento del poder político instalado legalmente.

Defendamos lo que nos queda: la escuela pública laica y la imposibilidad de que candidatos a cargos de elección popular sean ministros de culto religioso, con lo cual se impide la posibilidad de tener una Iglesia que, a la vez, sea partido político.

Critican ahora la prioridad que se da a la globalización porque la entienden como un fenómeno fundamentalmente económico, pero callaron frente a las reformas constitucionales de 1992 que daban marco a dicha globalización y que los beneficiaba: Artículos 3°, 5°, 24, 27 y 130 Constitucionales. Hablan de macroeconomía, de deuda externa, de neoliberalismo, de estatismo, de bien común, de una justa distribución de la riqueza, de política social, de detrimento de la capacidad adquisitiva, de narcotráfico, de criminalidad, de enriquecimiento ilícito; pero no señalan por ejemplo, que su Delegado Apostólico recibió en su sede a narcotraficantes buscados por la justicia.

Igualmente, omiten hablar acerca de la reglamentación a la recepción de limosnas, por la cual estarían obligados a llevar libros de contabilidad, a pagar impuestos que serían utilizados en el desarrollo comunitario del país, y la cual evitaría la posibilidad de recibir “narcolimosnas” y lavado de dinero.

Se refieren a la libertad religiosa, señalando que es contrario a la dignidad humana restringir el culto o impedir su ejercicio en campos como la educación pública y la participación cívico-política. Nosotros consideramos que la educación laica en las escuelas es un tema en donde no se debe dar ni un paso atrás, por respeto a las otras religiones y porque nuestra Carta Magna así lo establece. Nos oponemos enérgicamente a que en la escuela pública se imparta religión alguna.

*Seudónimo empleado por Jorge Gaviño Ambriz

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