26/1/11

INCONGRUENCIA POLÍTICA


(Publicado el 7 de marzo de 2006. Excélsior)
“Nada es verdad, nada es mentira
todo depende del color del cristal con que se mira.”
Proverbio popular

La congruencia en la vida, como en la política, es un valor que, por escaso, es valioso, raro y, por lo tanto, carísimo. Resulta muy difícil encontrar correspondencia entre lo que se piensa y lo que se dice; entre lo que se dice y lo que se hace; hacen falta mujeres y hombres que enaltezcan a cabalidad su pensamiento, palabra y acción… ¿Por quién votar para Presidente de la República? ¿Por el que tenga un mejor equipo? ¿Por el más simpático? ¿Por el más congruente? ¿El que tenga más carisma será el elegido?

Hay gran incertidumbre respecto del proceso electoral del 2006 pues los partidos políticos mexicanos se encuentran en una etapa de cambio que excede a cualquier predicción; existen pugnas internas al interior de cada uno de ellos, además de fracturas por las postulaciones, carencia de imaginación en las estrategias de campaña, descoordinación, falta de unidad de mando, desesperación, temor e inexperiencia. Y por si todo lo anterior fuera poco, hemos sido testigos de comportamientos anormales por parte de los candidatos, quienes realizan actividades de carácter repetitivo y muestran titubeos, intereses estereotipados y obsesiones insólitas hacia ciertos acontecimientos, sobre todo cuando las encuestas emiten sus resultados.

Roberto Madrazo, se resbaló en una declaración cuando afirmó: “… si no ganamos la casa grande, olvidémonos del futuro de esta gran organización”, y agregó: “si no es hoy, el mañana es incierto para este instituto político.” Desafortunada revelación que asombró a los militantes.
Pero aún más, el dos de marzo, ante una multitud de seguidores en Aguascalientes, dijo que si el PRI no gana la Presidencia, “de poco le va a servir tener algunos diputados y algunos senadores”. De todos es sabido que el PRI sufre una fuerte crisis, pero es necesario aclarar que por definición un partido político es aquel instituto que busca llegar al poder, de tal manera que perder una posición en una contienda democrática, no limita a esa organización a seguir luchando en todos los frentes para alcanzar su objetivo; dicho en otras palabras, un partido es más, mucho más que su candidato a la presidencia. El futuro será incierto, para cualquier organización política si sus militantes no dejan a un lado los individualismos e intereses personales.

Por otra parte, Andrés Manuel López Obrador, pregona honestidad en tanto que se hacen públicas las corruptelas de sus colaboradores cercanos; se presume antipriísta pero en el pasado fue tal su vocación hacia ese partido, que lo inspiró a escribir el himno al PRI, el cual cantaba con la mano derecha sobre el pecho; apenas hace algunos meses, habló de que los debates deben ser la piedra angular de la democracia, pero hoy los rehuye pues sus consejeros afirman que no convienen a su campaña.

En el caso de Felipe Calderón, fue pública su molestia y su incompatibilidad con la forma de hacer política del actual Presidente, situación que lo llevó a la separación del gabinete; y ahora afirma que el actual gobierno va en el camino correcto ¿En qué quedamos entonces? La firmeza de la estructura política de un partido no tiene nada que ver con estadísticas o momentos endebles de la campaña, sino con la transparencia y viabilidad de sus estrategias, con el compromiso personal, con la congruencia en la forma de actuar de sus militantes, con la claridad de las prioridades y objetivos, con los resultados obtenidos como funcionarios públicos, con el cumplimiento de compromisos de campañas y, sobretodo, con la probidad de sus agremiados. En un estado de derecho, los partidos políticos ayudan a la formación y expresión de la voluntad popular, son instrumento fundamental para la participación de los gobernados en las políticas estatales y defienden el pluralismo; de lo contrario, serían un pretexto para la dictadura.

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