25/1/11

PRI, BOGANDO EN EL DESAMPARO



(Publicado el 6 de septiembre de 2005. Excélsior)
“El elector goza del sagrado privilegio de votar
por un candidato que eligieron otros”.
Ambrose Bierce*
En los últimos días hemos sido testigos de convulsiones y enfrentamientos al interior del otrora poderosísimo Partido Revolucionario Institucional; ante estos hechos, los teóricos y politólogos pronostican un desmoronamiento y desmembramiento de las viejas estructuras partidistas. Resulta cada vez más evidente que la lucha por los cargos reemplaza a la lucha por las ideas…

En estos momentos de crisis profunda (recordemos que por definición, la palabra crisis implica riesgo y oportunidad), el partido tiene la posibilidad de seguirse debilitando o de salir fortalecido. Con el firme propósito de contribuir a generar una actitud reflexiva, me permito plantear algunas interrogantes con sendas breves recapacitaciones.

Primera: ¿Se puede entender la renovación de un instituto político reciclando a sus dirigentes? Creo que sería muy difícil. Durante la primera presidencia de Mariano Palacios Alcocer en el CEN del PRI (1997 -1999), su partido perdió las elecciones para gobernador de Zacatecas, Tlaxcala, Baja California Sur y Nayarit; en las cuatro ocasiones frente a ex-priístas que habían renunciado a su militancia denunciando falta de democracia en el Revolucionario Institucional.

Ricardo Monreal Ávila, dejó el PRI para convertirse en el candidato del PRD a la gubernatura de Zacatecas y ganó la contienda. Alfonso Sánchez Anaya, abandonó a su partido y obtuvo la victoria con el PRD en Tlaxcala. En Baja California Sur, Leonel Cota Montaño, al sentirse abandonado, sale del instituto político al que pertenecía y lo derrota al obtener la gubernatura del Estado y, más tarde, la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional perredista. En Nayarit, Antonio Echeverría se abanderó con Alianza Democrática (PRD, PAN, PT y PRS) y conquistó la gubernatura.
Segunda: ¿Es jurídica y éticamente válido acudir al tribunal electoral para que dirima controversias internas en un partido? Atendiendo al principio de legalidad sí lo es, ya que los partidos son entes públicos de interés social, cuyos militantes pueden ejercer sus derechos ante terceros para que sean reconocidos y cumplidos; en este sentido, no se puede alegar que “la ropa sucia se lava en casa”. Como hemos visto en entregas anteriores, es la sociedad en su conjunto la que subsidia con los impuestos a todos los partidos políticos, por lo tanto son los órganos del Estado los más indicados para resolver las controversias que rebasen a los miembros de la organización.

Tercera: ¿Es válida la reelección interna en el PRI? En ese partido está prohibida la reelección, porque el artículo 163 de sus Estatutos manifiesta que el Presidente y Secretario General electos de los Comités Ejecutivos y los directivos de los Estados y del Distrito Federal, durarán en su función cuatro años; en tanto que los municipales, delegacionales y seccionales, durarán en su función tres años, sin posibilidad de ser reelectos en ningún caso. Además, el propósito de esta disposición que prohíbe la reelección, es impedir que un solo grupo gobierne, sin dar opciones a la alternancia y por ende a la renovación. Los partidos deben ser dinámicos y adaptables a los cambios internacionales; lo que no se mueve se estanca y lo que se estanca se pudre. Pienso que debió prevalecer la prelación y no la reelección.

Cuarto: ¿Es válido el arreglo cupular para seleccionar a un dirigente, en un partido que se dice democrático? ¿Los acuerdos de los dirigentes están por encima de los estatutos? De ninguna manera. Los estatutos de un partido son, en términos generales, las reglas que le dan fuerza y legitimidad a su funcionamiento; son ordenamientos que obligan a cada uno de sus miembros; son disposiciones autónomas que dan claridad y transparencia al “actuar” del partido; son el régimen jurídico al cual están sometidos los integrantes. La norma no transige, obliga. Qué lamentable es que un grupo de militantes esperen un arreglo de la “burbuja” para ejercer su “derecho” al voto.

Eso no es democracia, es dedazo. Así las cosas, la disyuntiva es: O rescatamos a los partidos políticos o el ideal democrático se degrada, y la indiferencia de los ciudadanos se amplifica. Parece haber llegado el momento para recuperar la política; para sacar la oportunidad de la crisis, incluyendo la adopción de una serie de medidas sencillas y urgentes. Es muy simple: fundemos la democracia.

*Ambrose Gwinett Bierce (1842–1914) Escritor, periodista y editorialista estadounidense, de estilo lúcido, vehemente, cáustico, irónico y mordaz. Su trabajo expresa su misantropía, su pesimismo y su humor macabro. Su obra más conocida es El Diccionario del Diablo.

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