24/1/22

YA NO ES LO QUE ERA

 


 

Publicado en: La Crónica edición impresa 24 de enero de 2022
 

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RASTROS CLANDESTINOS: UN ACTO DE CRUELDAD SISTEMÁTICAMENTE INVISIBILIZADO

Si bien la protección a los animales es un tema de avanzada en la Ciudad de México, la misma excluye actos de crueldad que por años se han venido realizando en contra de los animales más invisibilizados: los animales de granja.

Diversos estudios llevados a cabo por la Organización Internacional, Igualdad Animal México, han hecho patente este grave problema. Pese a que la Ciudad de México ha sido progresista al otorgar protección a los animales en su Constitución y la Ley en la materia, reconociéndolos como seres sintientes sujetos de derechos, en lo que toca a los animales destinados al abasto, no se ha logrado garantizar su bienestar en la etapa de matanza, pues no hay regulación sobre los lugares en donde se realiza y, por consecuencia, no se puede seguir el correcto manejo que advierten las Normas Oficiales Mexicanas.

De acuerdo a la Declaración Universal de los Derechos de los Animales, todo animal tiene derecho al respeto. Además, ningún animal será sometido a malos tratos ni a actos crueles y, de ser necesaria su muerte, ésta deberá de ser instantánea, indolora y no generadora de angustia; es decir, se velará en todo momento por que éstos reciban una muerte digna.

Mientras los animales que son criados y matados para consumo no tengan un claro marco legal y persistan las lagunas en la ley, no podremos prohibir las peores prácticas a las que se enfrentan y tampoco podremos exigir que se erradique eso que hoy es normal en estos lugares, como la castración sin anestesia, la pelecha, el hacinamiento, el confinamiento en espacios sin luz, o la iluminación permanente, en detrimento de la calidad de vida de los animales.

Lo anterior afecta directamente al sector salud, y se vuelve materia de salud pública, ya que al ser destinados estos animales a servir como alimento y, no tener certeza sobre su sanidad, se desatan una cantidad de asuntos relacionados a múltiples enfermedades, debido a la cantidad de sustancias químicas que segregan al estar en un estado de estrés o miedo.

Los rastros clandestinos representan espacios en los que no hay vigilancia o seguridad laboral, incluso en varios se han encontrado a menores de edad realizando actos de matanza y manejo animal.

La problemática descrita resulta inadmisible, ya que se vulneran los principios de trato humanitario en la movilización de animales; no se cumple con las especificaciones sanitarias en los establecimientos dedicados a la matanza, almacenamiento, transporte y expendio; no se respetan los métodos para dar muerte digna a los animales, ni se sigue con el proceso sanitario señalado para la carne. Tampoco se atienden los lineamientos para la clasificación y prescripción de productos farmacéuticos veterinarios, ni las leyes en materia de manejo de residuos de manejo especial.

Todo ello se traduce en la existencia de una cadena de producción que no observa el bienestar y la sanidad animal, lo que significa productos cárnicos con alta probabilidad de contener agentes contaminantes, y genera que la responsabilidad de los involucrados sea mayor, dado que los incidentes locales pueden transformarse rápidamente en emergencias internacionales, debido a la rapidez y el alcance de distribución, como lo hemos visto con la actual pandemia por la COVID-19.

Finalmente, se debe dejar en claro que la actividad lucrativa que representan los rastros clandestinos dan cuenta de la corrupción que impera en el país, al impactar negativamente la economía, dada la defraudación que hacen a la Hacienda Pública, porque no pagan impuestos. Del mismo modo, afectan al mercado, al reducir costos y generar una competencia desleal. Atacar el problema se convierte entonces, en un asunto de alta prioridad.

 

 

 
 

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17/1/22

CUIDARSE UNO, CUIDARSE TODOS

 

"Cuidado con la tristeza: puede golpearte, puede lastimarte.” 

George Harrison

Lo que en un principio sonaba a resignación pasajera, se ha ido convirtiendo en una costumbre extraña. Cuidarnos de la enfermedad causada por el ya nada nuevo coronavirus forma parte de nuestros hábitos cotidianos, los cuales no creíamos que necesitaríamos modificar por un plazo tan largo.

En medio de la angustia, hemos perdido familiares y amigos. Por eso, por su memoria y por prevención, debemos mantener las medidas que sabemos son eficientes para disminuir el riesgo de contagio y para evitar desarrollar las formas más graves de la enfermedad: la sana distancia, lavado constante de manos, uso correcto del cubrebocas, evitar aglomeraciones, ventilar espacios cerrados y acudir a vacunarnos. No debemos dejar de observar esto: seguimos formando parte de una comunidad, a pesar del aislamiento pandémico y de las inquinas a nivel nacional que buscan dividirnos. Mientras nos cuidamos a nosotros mismos, cuidamos de los otros.

Aunque parezca sorprendente, en los países más “desarrollados” sigue haciéndose presente una ola de movimientos que niegan tanto la existencia del COVID-19 como la importancia de inocularse. Las redes sociales son un caldo de cultivo para todo tipo de teorías y absurdos que pueden llevar a dos extremos peligrosos: por un lado, protestas violentas y conductas irresponsables por parte de aquellas personas que dicen que usar cubrebocas o vacunarse atenta contra sus libertades; por el otro, los gobiernos que implementan medidas represivas y autoritarias en contra de la ciudadanía (basta con ver las imágenes de manifestantes siendo atacados por perros policías en Ámsterdam o los abusos policiales contra civiles en Australia).

George Harrison ya nos los advertía: hay que tener cuidado con ciertos líderes porque “Te llevan a donde no deberías ir”. Negar la existencia de una enfermedad que ha cobrado la vida de millones de personas en todo el mundo, minimizar el riesgo de contagiarse de un virus que puede traer secuelas graves para la salud o sugerir usar un ungüento aromático, té y “caricias” para su tratamiento son actos de negligencia, en algunos casos movidos por la ignorancia, que derivan en una misma consecuencia: vulnerar al otro. Es así como, en estos tiempos de semáforos incomprensibles (carentes de sentido y utilidad) e incertidumbre por la falta de pruebas y medidas claras por parte de las autoridades, debemos asumir una vez más la responsabilidad ciudadana de protegernos, y proteger, de la mejor manera posible. Además de los golpes de la tristeza o dela oscuridad, también hay que cuidarnos del virus más transmisible que se haya registrado en la historia.

 

 
 

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10/1/22

SICOFANTES

 


 

 

Publicado en: La Crónica edición impresa 10 de enero de 2022
 

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6/1/22

COSMÉTICA IDEOLÓGICA

 


 

 

Publicado en: La Crónica edición impresa 3 de enero de 2022
 

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EL SIGNIFICADO DE LA NAVIDAD EN ÉPOCAS DE CÓLERA

 

“El hombre absurdo es el que no cambia nunca”

Georges Benjamin Clemenceau  

 

El significado de la Navidad en nuestros tiempos es, desgraciadamente, una especie de momento estático en el que nos vemos envueltos, a veces sin darnos cuenta. Es ese breve lapso en el que se vive dentro de una burbuja que, aunque sabemos que al inicio del nuevo año puede explotar, no nos importa que nos cobije un rato para poder olvidarnos de todo lo malo acontecido durante el año.

No obstante que la esencia de concordia ha perdurado a través del tiempo, pareciera ser que no terminamos de entender el verdadero significado de la Navidad: una sin resacas económicas y que no opaque la memoria colectiva, las enseñanzas que los golpes y las pérdidas de este año nos han dejado. Una que vaya de la mano de una verdadera educación financiera ante las deudas que aún se cargan, tras estos años de pandemia, falta de empleos y nuevas cargas impositivas.

La Navidad ciertamente es época de compartir, nos brinda una nueva oportunidad de ser mejores personas. El espíritu navideño está en no ser indiferentes al dolor humano y de todos aquellos que no tienen voz, o que dejaron sin voz.

En el caso del gobierno, por desgracia, esta temporada suele tentar a quien lo opera, a desentenderse de las responsabilidades públicas, lo que hace que se pierda el sentido del deber, el contenido que sugiere la obligación moral de representar a la ciudadanía con dignidad.

Desconocer el alcance de la omisión es complacer a quienes interpretan la política como espacio de impunidad, es incentivar a quienes ven el ejercicio público como el lugar ideal para el oportunismo y el absurdo protagonismo. Es ilógico creer que una política inestable es capaz de reaccionar, sin militarizar, frente a la exigencia de seguridad; es absurdo creer que la pobreza sólo se mide con indicadores de quienes tienen otros datos, y que no se resiente en cada una de las familias limitadas en su ingreso para poder contar con las mínimas necesidades que les requiere no sólo la época decembrina, sino el día a día.

Absurdo creer que en la política los tiempos pueden esperar mientras la realidad carece de momentos de sensatez y prudencia; absurdo creer que lo que no salió este año, seguro saldrá el que viene, porque sería justificar la inacción de quien no quiere entender.

Este año que termina nos deja de nuevo con una sensación de inseguridad sobre el porvenir de nuestras familias, ya que poco se avanzó debido a la insensatez y la burla de un gobierno que trata al mexicano de a pie como si le debiera algo, que condena al enfermo sin medicinas, que cree que quejarse o demandar justicia es de neoliberales, que castiga al que se subleva, y que poco le importa una pila de mujeres asesinadas y escondidas en una fosa común.

Por ello, en este último artículo del año, los invito a reflexionar y dar el mejor regalo que uno puede dar: su tiempo. Seamos sinceros y preguntémonos hace cuánto no ayudamos a un hermano o a un vecino, a aquella persona que nos brindó su confianza y no supimos valorar.

La respuesta no se encuentra en la división ni en los discursos de odio que se repiten cotidianamente para validar doctrinas, la solución está en nosotros… seamos parte de esa solución, unámonos y empecemos el año sumando no solo buenas voluntades, sino logros.

Deseo que el verdadero espíritu de la Navidad invada sus hogares, y que sigamos aprendiendo de las épocas de cólera…al tiempo.

 

 

 
 

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UN GATO MUERTO SOBRE LA MESA



 

Publicado en: La Crónica edición impresa 28 de diciembre de 2021
 

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LA SOMBRA Y LA HUELLA

“¡Qué hermosa es la Revolución, aun en su misma barbarie!”

Mariano Azuela


Uno de los pilares de nuestra identidad nacional se alimenta de la historia patria y sus componentes aprendidos desde la más tierna edad. Sabemos los nombres de muchos personajes, algunas fechas, ciertos lugares representativos pues ahí se forjó el destino de nuestra nación. Incluso se erigen monumentos para honrar su memoria.

Pero hay que reconocer que también somos (o deberíamos serlo) conscientes de que la historia no sólo está en esos monumentos como algo estático, sino que sus consecuencias se siguen percibiendo de múltiples maneras.

Los ejemplos que acudan a nosotros en este momento pueden ser varios, sin embargo, me quiero referir a un periodo en particular: la Revolución Mexicana. Resulta muy emocionante detenerse a pensar en la relación causa-consecuencia que tiene nuestro presente con aquel momento tan decisivo.

Con ese movimiento político y popular se consiguió dar un paso fundamental en lo que a la vida democrática y justicia para los desposeídos se refiere. En un comienzo se percibía la aparición de ciertos ideales, mas, con el pasar de los años (y con la expansión geográfica y política del conflicto), habrían de aparecer los problemas y las traiciones.

La Revolución se transformó en un medio para justificar lo que fuera y hubo quien empezó a utilizar su nombre en vano: los saqueos, las masacres, las intrigas y las conspiraciones. Todo estaba permitido porque eran los requerimientos del revolucionario o caudillo en turno. Todo era válido en nombre de la Revolución.

Aunque es una situación que se imagina y se sabe a través de la tradición popular, también existen numerosos ensayos y tratados recientes sobre el periodo que la documentan. El impacto de estos acontecimientos fue tal que incluso ha motivado algunos trabajos artísticos. Por ejemplo, Gerardo Murillo, más conocido como “Dr. Atl”, dejó como testimonio La Juida, un cuento que recupera el rasgo de la oralidad más viva de los verdaderos participantes de la Revolución que permanecen a la sombra de los jefes y caudillos.

Diversos escritores sortearon las fronteras entre la realidad y la imaginación y lograron que, años después, se comercializara (la editorial Aguilar vendía unos tomos elegantes de cientos de páginas) y se estudiara bajo el nombre de “Novela de la Revolución”.

¿Cómo olvidar los relatos de Mariano Azuela en Los de abajo o los de Martín Luis Guzmán en La sombra del caudillo que hasta se convirtieron en películas? Entre tantas escenas de acción también hay la calma filosófica que permite ver la belleza revolucionaria a pesar de la desgracia causada.

Parece que de nuevo ronda esa sensación extraña: recordar la efeméride, aunque no se ofrezca nada que estimule a la razón, puede bastar para enardecer los sentimientos mientras se abraza a unos como compañeros y a los otros se les señala como enemigos del nuevo régimen. Pero manipular la historia por intereses individuales, mencionarla tan a la ligera, puede tener un precio muy caro que unos pocos suelen pagar. El pueblo lleva en la memoria las huellas de todos los abusos que se han cometido en su nombre.

 

 

 
 

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LA INTELIGENCIA EN LLAMAS

Hace casi cincuenta años, en febrero de 1975, una conspiración global atentó contra la cultura escrita. Empezó en Inglaterra: los libros más raros y antiguos de la Biblioteca de Londres desaparecieron de manera misteriosa, lo mismo ocurrió en París y Roma. Luego vinieron los incendios de las bibliotecas de Moscú y Tokio. Por todos lados comenzaron a desaparecer los ejemplares de los grandes autores de la historia y una ola destructiva de libros azotó al mundo. Por fortuna había quién resolviera esos asuntos.

Lo anterior, sucedió dentro del universo del héroe enmascarado: Fantomas, la Amenaza Elegante. En aquella aventura (con la que este artículo comparte su título) una organización secreta liderada por George Steiner culpa a los libros de toda la maldad del mundo. Fantomas empieza a ser contactado por algunos de los personajes más famosos de la literatura de los años setenta como Julio Cortázar, Octavio Paz, Susan Sontag y Alberto Moravia. Todos ellos han sido amenazados de no escribir nuevos libros e incluso sufrieron atentados que pusieron en riesgo sus vidas: “Otra novela más y me degüellan” le dice Cortázar a la Amenaza Elegante.

Esta historia sirve para ilustrar una idea que ya desde siglos antes de nuestra era había sido estudiada, discutida y analizada: los sistemas autoritarios desconfían de la gente independiente, truncan a los que sobresalen, suprimen a los que actúan con libertad.

Aristóteles escribió que uno de los objetivos principales de la tiranía es lograr que los ciudadanos “piensen poco”. La ignorancia del pueblo y el pensamiento único es lo que permite que un gobierno así tenga una vida más larga y cómoda, por eso atentan contra la educación y señalan como enemigo a cualquier grupo o persona que no se resigne a ser gobernado despóticamente.

Actualmente, va quedando claro que vivimos bajo un régimen que le teme o se siente incómodo ante la inteligencia. Recortes presupuestales a universidades e investigadores, desaparición de instituciones, persecución contra académicos y destitución de servidores públicos capaces y especializados para sustituirlos por “gente honrada” (que tal vez no sabe leer, pero no miente).

En un escenario como este, lo peor que podemos hacer como sociedad es desconfiar de los otros por el simple hecho de que opinan diferente a nosotros. Debemos preservar ese pensamiento multiforme, cultivar la diferencia de ideas y defender, ante todo, el derecho de expresarlas libremente. Solamente así apagaremos ese fuego, esa hoguera, en la que quiere ponerse a la inteligencia.

 

 

 
 

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