24/1/11

USUFRUCTUARIOS DEL INDIGENISMO


(Publicado el 31 de mayo de 2005. Excélsior)
“Entristezcámonos porque vinieron, porque llegaron los grandes amontonadores
de piedras. Esto es lo que vendrá: poder de esclavizar...”
Chilam Balam*

En mi entrega anterior, hablamos de la dificultad para definir al indígena y, con ello, al indigenismo. Se revisaron conceptos que intentan acotar y encajonar el término “indígena” en categorías racial, sociológica, psicológica, lingüística, geográfica o histórica. También señalamos que ante la carencia de un “indiómetro” o “indigenómetro” que nos permitiera encontrar sin error al indígena verdadero, tendríamos que reivindicar la famosa raza cósmica de la que hablaba José Vasconcelos, o esa raza emergente de mestizos que será la única y auténtica síntesis de la humanidad futura.

La caída de Tenochtitlán no marca el fi n de la resistencia. Al imponerse la técnica de los españoles se gestó la oposición indígena que ha sido reprimida brutalmente. Los tres siglos de Colonia en México fueron un verdadero tormento para los aborígenes, los consideraban viciosos, perezosos, torcidos e ignorantes, renuentes a cualquier cambio y valían poco menos que un caballo. El cronista, Fernández de Oviedo, decía: “Son gente bestial... no tienen la cabeza como otras gentes, sino que son de tan recios y gruesos cascos que el principal aviso que los cristianos tienen cuando pelean con ellos... es no darles cuchilladas en la cabeza porque se rompen las espadas”.

El régimen Colonial, ideó diversas formas de explotación del indígena, como el cuatequil o repartimiento forzoso, que obligaba a los pueblos a proporcionar tres o cuatro veces al año un número determinado de indígenas de entre 18 y 50 años, para trabajar en minas, haciendas, talleres y obrajes, sin recibir ningún pago. Desde entonces, los caciques tienen obligaciones hacia sus patronos superiores: movilizar el voto, conseguir gente para darles bienvenida a los gobernantes y ser fuente del espionaje político. Ante estos hechos históricos, ¿qué valores sobreviven de las culturas indígenas? Las respuestas a esta pregunta implican reflexión para los mexicanos y un cambio urgente en la forma de actuar de los gobernantes, para que dejen al México indígena lograr su propia identidad.

De lo contrario, ya vimos lo que ocurrió en 1994 con Chiapas como escenario. Representados por un hombre barbado y blanco, y con Zapata como bandera moral, un ejército rudimentario de indígenas tomó a Absalón Castellanos, ex gobernador de Chiapas, como rehén.
Los resultados: cese al fuego de ambas partes, retiro de las tropas federales, el nacimiento de la Comisión Nacional de Intermediación, inicio del conflicto político, y poco para las etnias chiapanecas.

La factura de casi quinientos años habrá de cobrarse en algún momento, exigiendo al gobierno que todos los indígenas sean vistos como mexicanos y no sólo como factores de producción, que se asegure la comercialización de sus productos y que la justicia no choque con sus costumbres y creencias. Hoy no existe la guerra sangrienta pero tampoco la paz. Existe la incomunicación entre dos mundos situados en un mismo territorio y reminiscencias de un pasado que no queremos recordar, sino cremar.

El subcomandante Marcos, quien ha asegurado que representa a las comunidades de Chiapas, integradas por más de 100 mil hombres, pronostica violencia desorganizada en México y sigue justificando la violencia para alcanzar sus fines. Ese citadino encapuchado que se convirtió en símbolo y líder de una rebelión indígena, es el mismo que ha exigido respeto a la cultura de los aborígenes y el mismo que habla de reivindicar las costumbres y la forma de vida de los indios…

Curiosamente, se deja retratar a caballo, armado con su pipa inglesa, tabaco de maple, fusil M-16, una sonrisa rosa simulada en el pasamontañas negro y unas ganas bárbaras de definir los dilemas del indigenismo y luego del zapatismo. Ese hombre, dueño de una laptop tipo notebook, el hombre de delgadas y finas manos con cortas y limpias uñas, muy distintas a las de los campesinos, gastadas, llenas de callos de tiempo y viento, se ha convertido en un prototipo de luchador social.

A lo lejos, tal vez nuestros campesinos indígenas, emulando al líder, aspiren ¿por qué no? a una computadora como la de él, a fumar tabaco importado, a montar un gran caballo como el de la filmación, a tener un gran rifle igual al del “güero encapuchado”, a escuchar a través de los audífonos que se ven impresionantes y, como si eso fuera poco, a poder hacer versos estilo occidental, que seguramente se parecen mucho a los versos aquellos del poeta y guerrero Netzahualcóyotl.

*El Chilam Balam (o el libro del adivino de las cosas ocultas) es una colección de libros escritos durante los siglos XVII y XVIII en México en lenguaje Maya, constituyen una fuente importante para el conocimiento contemporáneo de la religión, historia, folklore, medicina, y astronomía Maya. Fueron redactados después de la conquista española. Balam es un nombre de familia que significa brujo o mago y Chilam es el título que se daba a la clase sacerdotal que interpretaba los libros y la voluntad de los Dioses.

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