27/1/11

SICARIOS EN EL IMPERIO


(Publicado el 26 de septiembre de 2006 en Rumbo de México)
“En política la moral es un árbol que da moras”
Gonzalo N. Santos*

Motivo de muchas declaraciones fue la noticia de la supuesta muerte de Osama Bin Laden, publicada el pasado día 23 por el diario francés L’ Est Republicain; según esta versión, el árabe había muerto a consecuencia del tifus. Pero de entre todas las declaraciones vertidas al respecto, llamó la atención la del ex-presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, en el sentido de que su gobierno hizo enormes esfuerzos para encontrar y dar muerte a Bin Laden 5 años antes de los ataques terroristas contra Washington y Nueva York. Asimismo, durante la entrevista transmitida el domingo pasado en el programa de televisión Fox News Sunday, el demócrata Clinton señaló en tono presuntuoso que estuvo más cerca de asesinar al líder de Al Qaeda que el propio presidente Bush, y agregó que se vio obligado a contratar sicarios para la fallida tarea porque la seguridad del pueblo era su responsabilidad; y culminó diciendo: “... lo lamento, pero lo intenté e hice todo lo que pensé que podía hacer.”

¿Pensó que era todo lo que podía hacer? El ex-presidente de la nación más poderosa del mundo, defensora de las democracias, tutora de la libertad de ideologías y protectora de los derechos humanos, actuó como en los viejos tiempos de la mafia, cobrando o matando para ofrecer protección. El vecino país del norte, que se precia de tener el ejército mejor entrenado y armado del mundo y que presume de aglomerar a los más capacitados espías del planeta, tuvo que recurrir a asesinos a sueldo para finiquitar un asunto de índole internacional; irónicamente se le acabaron las ideas o quizás era la salida más fácil. La confesión hecha por Bill Clinton ante los medios masivos de comunicación, nos invita a las siguientes reflexiones: Primera: ojalá no se cumpla la tesis de Samuel Huntington, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Harvard y autor del libro “El Choque de las Civilizaciones”, según la cual, los conflictos en el presente siglo no serán entre Estados-Nación, sino que se enfrentarán culturas herméticas que defienden ideologías, independientemente del país al que pertenezcan.

El mundo musulmán, referido a la religión y no a los países árabes, enfrenta a las creencias que no le son afines en una batalla de desafíos y amenazas, que le ha costado la vida a miles de inocentes. De uno y otro lado se empujan sucesivamente entre ataque y respuesta, hasta que, tal vez, alguna termine sometida temporalmente o peor aún, aniquilada.

Segunda: un artículo publicado por el New York Times el fi n de semana pasado indicó que la guerra en Irak ha provocado un incremento en la amenaza terrorista internacional y además ha estimulado una nueva generación de guerreros islámicos. La fuente de esta información proviene del reporte denominado “Tendencias en el Terrorismo Global, Implicaciones para EU”, que concluye, entre otros temas, que la intervención americana en Irak es la razón principal del crecimiento de la Ideología Yihadista, una corriente islámica radical que funda sus acciones en la amenaza, la opresión y la violencia para forzar a sus enemigos a claudicar, y si no lo logran, recurren a actos de terrorismo. La intrusión de ese país islámico, es el primer impulso de este choque de civilizaciones; habrá que esperar la respuesta del sometido, que seguramente vendrá con mayor empuje. Con relación a este tema, el director de Inteligencia Nacional de los Estados Unidos, John Negroponte, ex embajador en Irak y en México, declaró el pasado mes de abril que “…hay una gran cantidad de razones para estar preocupados del Yihad en este periodo de tiempo en particular.”

Cabe aclarar, que el trabajo sobre terrorismo global fue elaborado desde el 2004 por expertos que señalaron como condición mantener su identidad protegida. En la redacción del informe, los técnicos del espionaje indican que la radicalización islámica es como un cáncer que se ha propagado por todo el mundo, no sólo está centrado en el medio oriente, sino en Europa, África y Asia. Como ejemplo están los más de cinco mil sitios en Internet a favor de los Yihadistas.

Tercera: En el desgaste de poder y en la pérdida de legitimidad, un ex-presidente declara, sin ningún remordimiento, haber mandado asesinar a un hombre, haber atentando contra la vida de alguien extra fronteras, con el mayor descaro y sin la menor repercusión. Descaradamente, Clinton se arrepintió de haber engañado a su esposa con Mónica Lewinsky, pero se ufana de ser el autor intelectual de un fallido homicidio. ¿Cuáles son los parámetros en la moral de Clinton? Definitivamente ninguno que sea acorde con la sociedad y, mucho menos, congruente con el pensamiento que tanto pregonan en los Estado Unidos “In God we trust”. La instrucción que dio Clinton, además de haber sido ineficiente, nos permite ver claramente la personalidad de un hombre sin escrúpulos ni cautelas y nos alerta sobre las acciones que puede tomar en el futuro otro gobernante similar cuando es desafiado; con la mano en la cintura, deciden, sintiéndose creadores, sobre la vida y la muerte de otros.

Como corolario, y dentro del mundo de la ironía, la utopía y lo bizarro, veamos cómo Sancho Panza trata de convencer a los norteamericanos de la necesidad y justificación de la guerra en Irak, mientras que Don Quijote, desde los Estados Unidos, diseña el gobierno ideal para el pueblo musulmán. No obstante, el Ingenioso Hidalgo de la Mancha reconoce lo inútil de su tarea y le dice a su fiel y obeso asistente, “…éstas no son aventuras de ínsulas, sino de encrucijadas, en las cuales no se gana otra cosa que sacar rota la cabeza, o una oreja menos.” (Cap. X, Don Quijote de la Mancha).

*Gonzalo N. Santos (1897-1979) Destacado político mexicano, miembro del Partido Revolucionario Institucional y gobernador de San Luis Potosí. En las elecciones presidenciales de 1940 fue acusado de haber dirigido un “ejército” de aproximadamente 300 pistoleros que sembraron el terror en Ciudad de México atacando a balazos a los militantes de la oposición en las casillas de votación para evitar que sufragaran y así también poder destruir y alterar el material electoral. Son célebres su frase de “la moral es un árbol que da moras” y sus “ierros” que aplicaba a sus enemigos: encierro, destierro y entierro.

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