24/1/11

RESPIRO A LA POBREZA


 
(Publicado el 14 de junio de 2005. Excélsior)
“A Jehová presta el que da al pobre.”
Proverbios 19:17*

En junio de 1947, a consecuencia de la tremenda crisis europea de la posguerra, que ocasionaba que no se vendieran los productos de los Estados Unidos en el viejo continente, los norteamericanos idearon el Plan Marshall como un Programa de Reconstrucción Europea. Se trataba de un apoyo a la penuria a efecto de que ésta no arrastrara también a los estadounidenses; tal medida no tuvo nada de caridad “evangélica”, sino que era un programa de autoayuda a la producción nacional gringa.

Aparentemente, los actores económicos más poderosos del mundo actual, se conmueven ante la miseria, el hambre, la enfermedad y la muerte de los que habitan en los lugares más fascinantes, misteriosos y puros en su naturaleza, pero pobres en su economía. Pareciera que el famoso Plan Marshall revive, pero esta vez para perdonar la deuda económica de los 18 países más pobres (Benin, Bolivia, Burkina Faso, Etiopía, Ghana, Guayana, Honduras, Madagascar, Malí, Mauritania, Mozambique, Nicaragua, Níger, Ruanda, Senegal, Tanzania, Uganda y Zambia), calculada en 40 mil millones de dólares; con la única condición de que adopten medidas en contra de la corrupción y que utilicen sus ahorros en servicios de salud, educación o alivio a la indigencia.

Estados Unidos presionó a los demás países del Grupo de los Ocho, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Italia, Canadá, Japón y Rusia, para acordar una solución que resulte en el ganar-ganar y que elimine cargas.

Igual que ayer, lo que se busca es abrir mercados y evitar colapsos económicos que arrastrarían a los poderosos hacia la vorágine. Este plan tiene como principal objetivo dar un alivio a las economías raquíticas, estableciendo los “cómos” para que la anulación de la deuda no tenga mayores repercusiones. Inclusive, se ha previsto la creación de un mecanismo denominado Servicio Financiero Internacional, el cual permitirá, a través de la venta de bonos en los mercados de capitales, recaudar fondos provenientes de recursos privados para invertirlos en el desarrollo de África; asimismo, se promoverá la enajenación de títulos en las bolsas de valores.

¿Qué viabilidad tiene este proyecto? Tomemos en cuenta que el G8 es el club de las naciones más acaudaladas del planeta. Está formado por los estados más industrializados, ricos e influyentes; los gobernantes de estos ocho estados, se reúnen una vez al año en lo que se conoce como la “Cumbre del G8” para hablar sobre la evolución de la economía, la política y la sociedad mundial. A lo largo del año, los ministros de economía, comercio, relaciones exteriores y medio ambiente de estas naciones, se congregan para acercar posiciones y negociar consensos. Teóricamente, es un simple foro de discusión y, por ende, no tiene poder para imponer sus decisiones; sin embargo, los líderes de estas 8 potencias planean estrategias que permitan convertir en realidad sus acuerdos y forman un solo frente, una idea común, con una sola vía y con un solo sentido.

Sin embargo, y como todo en la vida, el G8 también tiene su lado oscuro pues este pródigo grupo no siempre es eficaz, y para muestra tenemos varios ejemplos: En cuanto al aligeramiento de la deuda externa de las naciones endeudadas y rebasadas (Iniciativa HIPC), de los 110 mil millones de dólares prometidos en 1999, se habían hecho efectivos menos de un tercio a junio de 2003; con relación a las aportaciones millonarias al Fondo Global de Salud por la lucha contra el SIDA y otras enfermedades, de los 13 mil millones de dólares anuales prometidos en 2001, sólo se han hecho efectivos 350 millones al año; por lo que hace al destino del 0.7% del PIB a Ayuda Oficial al Desarrollo, a pesar de las promesas hechas desde 1981, ninguno de los países del G8 llega actualmente al 0.33% (OCDE, 2003).

Por lo pronto, el caso del borrón y cuenta nueva para los países en la desdicha, es un hecho clave, un hito en la historia económica del mundo.

* Proverbios es un libro bíblico del Antiguo Testamento atribuido tradicionalmente al rey Salomón y uno de los Libros Sapienciales del cristianismo. Se trata de una extensa colección de máximas de contenido religioso o moral que según se dice, son producto de revelación divina y de sabiduría humana. Suelen expresarse en forma de comparaciones, expresiones agudas o relatos enigmáticos, y la mayor parte de las veces debe hacerse un esfuerzo para desentrañar sus contenidos. Son enseñanzas de filosofía teológica que enseñan al hombre a ser sabio y a vivir en consecuencia.

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