(Publicado el 14 de enero de 2002 en El Día)
“La democracia es más que un conjunto
de garantías para asegurar equidad,
es todo un sistema de vida”.
Jesús Reyes Heroles.*
Bastaría que en el PRI se pudiera asegurar equidad en todos los procesos de selección, sea para la obtención de una candidatura o para la dirigencia dentro del instituto político en cada uno de sus niveles, para que ese partido se transformara profundamente y se convirtiera en una nueva alternativa política para miles de mexicanos que hoy no encuentran opciones válidas.
En el pasado próximo, todo el “aparato” del PRI se movía sobre dos ejes fundamentales: el poder representado por el Presidente de la República, y la ideología con un discurso muy cercano al pueblo, que reivindicaba sus aspiraciones y, de manera determinante, lo hacía su gran aliado. La maquinaria era impelida por un combustible: los recursos económicos y materiales que fluían de manera copiosa, sobre todo, en campañas electorales.
La ideología era la brújula, el Presidente la capacidad de realización, y los recursos el ánima de un partido que garantizaba progreso o cuando menos esperanza para todos. Había permeabilidad social, de manera que el que ayer estudiaba en la escuela pública, garantizaba su futuro; el que ayer militaba, se ganaba espacios cada vez más importantes de participación.
A lo largo del tiempo se oxidaron las vías y escaseó el combustible; el partido no cambió con las exigencias de las circunstancias, el eje ideológico fue sacrificado para servir al eje del gobierno; la voluntad del presidente era más importante, mucho más, que cualquier principio histórico o ideológico; se empezó a servir con mayor diligencia al capital que al trabajo; se impuso el nombre de partido de los trabajadores y, en los hechos, los abandonaron en el capitalismo salvaje; algunos se corrompieron y contaminaron al instituto de indignidad con su descrédito.
Se asfixió al ejido al mandarlo al mercado inmobiliario, la banca especializada en el agro con créditos oportunos y suficientes fue una promesa incumplida, y se trastrocaron los principios liberales con las reformas al 130 Constitucional.
El PRI sobrevivió frente al protagonismo de Salinas, no se colapsó del todo ante la desesperanza surgida con la muerte de Colosio, resistió la “sana distancia” planteada por Zedillo; ninguno de estos tres protagonistas consiguió anular las bases que conformaron el llamado partido de Estado. Sin embargo, el ascenso de los tecnócratas, abrió la puerta para la derrota del 2 de julio, el corporativismo corrupto y omnipotente hizo necesaria la alternancia; la ruptura con la historia y no Fox, fue la que sacó al PRI de los pinos.
Para poder volver a ser una opción legítima a nivel nacional, no es suficiente el discurso, sino que hace falta cambiar liderazgos, formas y contenidos. Los partidos comunistas de Europa oriental, sólo se reconstruyeron después de presentar una opción ideológica viable con rostros nuevos.
Cuando se habla de democracia y de equidad dentro de la participación política, es necesario subrayar que ningún dirigente debe tomar inclinación por ninguno de los contendientes, de hacerse de esa manera se pervierte el sistema electoral y se niega la posibilidad de guardar la honorabilidad del político que actúa de espaldas a las reglas y se convierte en un prostituto de los intereses, en esclavo de las circunstancias, en operador del dinero y de la prebenda. Si un dirigente distrital, municipal, estatal o nacional del PRI, que son pagados por el partido, utilizan su influencia para favorecer a algún participante, traiciona a miles de priístas que observan con cierto escepticismo este último intento de reivindicación ante la historia.
Hace algunos días un dirigente de la burocracia política del PRI en el Distrito Federal, se acercó al que esto escribe y me dijo que teníamos que apoyar a Beatriz Paredes para presidenta del Comité Ejecutivo Nacional; lo anterior no tendría importancia de ser un caso aislado, pero desgraciadamente, parece ser un comportamiento generalizado. Este individuo “ejemplo” cobra en la nómina del partido, tiene mando de importancia en el Comité Directivo, no tiene el valor y el ánimo de renunciar y abiertamente apoyar a su candidata, utiliza los recursos, que no son pocos, para mandar consignas; sin duda con todos esos elementos podrán favorecer ilegal e injustamente a su candidata. Pero me pregunto ¿Sabe Beatriz Paredes como están operando sus simpatizantes?, ¿necesita Beatriz de esos operadores sin escrúpulos?, ¿será efectiva ante la ciudadanía la línea de la burocracia política?
Roque Villanueva, encargado de la legalidad del proceso, debe advertir a los dirigentes del tricolor en las 31 entidades y el Distrito Federal, que se aplicará el reglamento y que no permitirá irregularidades que pongan en riesgo la elección; deberá exigírseles imparcialidad durante la renovación de la dirigencia nacional y deberán renunciar si no se sienten capaces de mantener su neutralidad.
En su artículo octavo, el reglamento presentado a los comités directivos estatales del tricolor por el senador Humberto Roque, prohíbe a los dirigentes nacionales, estatales o municipales, a los de los sectores y organizaciones, y a los integrantes de los órganos responsables de la elección, manifestar públicamente sus preferencias o realizar cualquier acto que pueda afectar la equidad o imparcialidad del proceso.
Lo que haga el PRI en los próximos días será vital para su destino; al escoger a su dirigente, marcará el contenido genético de su futuro, será algo parecido a colocar la piedra angular fundacional. Ojalá se rectifique el camino y se recuerde que “no se vale mano negra”.
*Jesús Reyes Heroles (1921-1985). Destacado político, jurista, historiador, académico e intelectual mexicano; considerado ideólogo del PRI.
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