“El Perú, como el Aleph de Borges,
es en pequeño formato el mundo entero”
Mario Vargas Llosa
El 16 de abril de este año, el Poder
Judicial ordenó la detención del expresidente del Perú, Alan García,
como parte de los procesos de investigación del caso Odebrecht en aquel
país. A la mañana siguiente, un representante del ministerio público,
acompañado de la Policía Nacional, llegó a la casa del expresidente en
Lima para arrestarlo. Sonó un disparo. Alan García había decidido
quitarse la vida.
Perú sirve como ejemplo perfecto del
enorme reto que implica limpiar un sistema político plagado de
corrupción. No basta con declarar: Ya se terminó. Es necesario deslindar
responsabilidades, desenmascarar a los culpables, castigar legalmente a
los orquestadores y estar listos para la crisis política que eso pueda
generar.
En el caso del Perú, la crisis no fue menor.
Martín Vizcarra, un político desconocido
para la mayoría de los peruanos mientras era vicepresidente, llegó a
ocupar el mandato de su país en marzo del año pasado luego de que su
antecesor, Pedro Pablo Kuczynski, renunciara tras ser acusado por compra
de votos y actos de corrupción. Hoy se encuentra cumpliendo un arresto
domiciliario en temeroso silencio para no ser enviado a prisión.
Desde entonces, el nuevo presidente
entró con una fuerte plataforma anticorrupción, algo que señaló como una
necesidad urgente para contrarrestar la creciente desconfianza en el
gobierno a causa del escándalo Odebrecht.
Pidió la renuncia del fiscal general de
Perú y empezó a proponer una serie de reformas al Poder Judicial que
fueron frenadas en el Congreso de la República, motivo por el cual
decidió hacer uso de sus facultades constitucionales para disolverlo y
convocar a elecciones el próximo 26 de enero con el fin de renovarlo.
Para muchos peruanos, particularmente
los jóvenes y los simpatizantes con los ideales de la izquierda, esta
determinación de Vizcarra representa una oportunidad para reformar un
sistema podrido, que por décadas ha estado al servicio de unos cuantos, a
costa del desarrollo de todo un país. Aunque la dictadura Fujimori
parece derrotada (con su hijo Kenji dedicado a construirse una imagen
populista vendiendo frutas en el mercado y maquillaje por internet), el
camino para que la consolidación de la democracia en Perú sea una
realidad, todavía pinta bastante complicado.
Desde México, tal vez deberíamos
aprovechar para estudiar con más atención lo que está sucediendo en el
país andino. Y es que, después de todo, la corrupción no se erradica por
decreto. Se combate desde la legalidad y difícilmente el saldo de esta
lucha puede mantenerse en blanco.
Siempre hay un rescoldo: brasa menuda que queda de una hoguera.
Publicado en: https://www.cronica.com.mx/notas-peru_rescoldos__de_la_corrupcion-1141224-2019
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