“Ni la vida, ni la libertad, ni la propiedad de ningún hombre está a salvo cuando el legislativo está reunido”.
Mark Twain (1835-1910), escritor estadunidense.
Todo empezó el 28 de diciembre del año pasado, Día de los Santos Inocentes.
En un albazo legislativo, el grupo de
Morena en el Congreso de la Ciudad de México, aprobó apresuradamente la
Ley de Derechos Humanos de la Ciudad.
Comienza el 2019 y, ya a la luz del
nuevo año, los promoventes de la recién aprobada norma, se dan cuenta de
la gran cantidad de errores que contenían sus artículos, resultado de
la mala costumbre morenista de legislar al vapor.
Tiempo de enmendar la plana. 7 de marzo,
menos de un mes después de su entrada en vigor, la mayoría del Congreso
presenta una propuesta para corregir 31 de los 134 artículos que
conforman la Ley de Derechos Humanos local.
Uno de los artículos corregidos fue el
número 60, que por su redacción lograba, entre otras cosas, enfrentar el
derecho de propiedad contra el derecho a la vivienda.
Satisfechos con sus correcciones, los
diputados del grupo mayoritario regresaban a sus labores cotidianas sin
escuchar las alarmas que empezaban a sonar, tenues pero fatídicas.
Los jueces empiezan a transmitir sus
preocupaciones. El artículo 60, reformado y descafeinado, no lograba
resolver de fondo el problema.
Entonces comienza a incrementarse la
inquietud en el sector inmobiliario, la incertidumbre jurídica en los
propietarios y la preocupación en el gobierno por la grave problemática
que se vislumbra.
Una segunda corrección se hace urgente.
Por parte de la oposición, propusimos la
salida más pulcra y definitiva: derogar el artículo. La mayoría, tal
vez renuente a tener que pagar el costo político de su pifia, no está de
acuerdo.
Discutimos hasta encontrar una redacción
que, en esencia, no dice nada. Desde nuestro punto de vista, eso fue lo
mejor que podía ocurrir en este caso: No dice nada nuevo, sino que
aterriza conceptos que ya están descritos en otras leyes. Un artículo
que es neutral y no enfrenta ningún derecho.
El derecho a la propiedad y el derecho a
la vivienda son epítomes de una cultura progresista, social y
civilizada. Debemos apuntalarlos, no ponerlos a pelear.
Publicado en: https://www.cronica.com.mx/notas-articulo_60_detras_de_camaras-1121157-2019
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