17/1/11

SE ACERCA EL INFIERNO


(Publicado el 8 de octubre de 2001 en El Día)
“El mundo ya no estará seguro.”
Bin Laden*

Irán, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán, China y Pakistán, son los países que rodean a Afganistán, la zona de conflicto. El mundo Occidental, con su fuerza represiva y de defensa, con la OTAN, y con el apoyo de un gran número de países árabes y de Asia central, apoyan las represalias militares de los Estados Unidos contra los atentados terroristas perpetrados el pasado 11 de septiembre en Nueva York y Washington. Todos ellos, incluyendo a la ex Unión Soviética, han declarado la guerra al terrorismo, personificado en la figura de Bin Laden y del gobierno talibán.

No tardarán las fuerzas de los aliados en devastar, con precisión milimétrica, las instalaciones y armamentos que permiten la defensa de la nación árabe. Los Estados Unidos no descansarán hasta ver reducido a cenizas el correspondiente material bélico; desafortunadamente, con ello caerán escuelas, hospitales, mercados y casas, y morirán niños, mujeres y ancianos. La carne humana será pasto de alimañas, caerán más inocentes que culpables, olvidando que el odio desencadena odio; nunca antes como ahora tiene razón aquella máxima “siembra vientos y cosecharás tempestades”. Pero en el afán justiciero, no importa que la sangre riegue la tierra sedienta con aridez prolongada, no importa que las madres sufran lo indecible con sus hijos tristes y famélicos, no importa el hambre, ni importa lo que se “invierta” o se gaste; siempre que las bombas de occidente escriban en la historia: Libertad.

El Secretario de la Defensa de los Estados Unidos, Donald Rumsfeld, dijo en conferencia de prensa que para derrotar a las fuerzas de Bin Laden, hay que destruir todo su material militar. En estricto sentido, y como miembros de la gran familia universal, los seres humanos sentimos compasión no sólo por quienes murieron en las Torres Gemelas, sino también por los refugiados afganos.

Hemingway en su libro “Por quién doblan las campanas”, nos refiere que todo lo que pasa en el orbe entero nos engrandece o nos disminuye en la medida que beneficie o perjudique a nuestros semejantes.

Nos ha conmovido ver la importancia que la gente de los Estados Unidos y del llamado mundo civilizado, incluyendo por supuesto a México, está dando a todos y cada uno de los muertos en el ataque terrorista; ahora, es necesario que los millones de personas que se están hacinando en las fronteras afganas sean motivo de la misma solidaridad por parte de todo el mundo.

Los gobiernos de Rusia, Uzbekistán y Tayikistán declararon oficialmente que reforzaron su presencia militar en la frontera con Afganistán por temor a un posible contraataque del régimen talibán, pero en realidad el ejército de cada uno de esos países, se desplazó para evitar el éxodo masivo de hordas de afganos que buscan salir de su patria para encontrar refugio y un poco de alimento fuera de sus fronteras.

La verdadera víctima de esta guerra será la sociedad civil, el pueblo que no cesará en sus rezos a Mahoma, recordando siempre lo que su religión afirma: “No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta”. Se postrarán cinco veces al día, volviéndose hacia la Meca tocando la tierra con la frente y rezando con devoción, y así tal vez, una bomba justiciera de los aliados les ahorre el dolor infinito de ver a sus seres queridos mutilados suplicando les llegue la muerte.

Irán rechazó categóricamente la acción militar emprendida por los Estados Unidos y agregó que no permitirá que sea utilizado su espacio aéreo; Irak exigió que se pruebe la participación de Bin Laden en los atentados, en tanto que los radicales musulmanes llaman a la guerra santa. El infierno de la desesperanza llega una vez más a la humanidad.

Las medidas de seguridad fueron intensificadas en la sede de la OTAN en Bélgica; aviones F16 y helicópteros surcan el espacio aéreo de Washington; la Casa Blanca informó que el vicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, fue llevado a un nuevo sitio seguro de residencia que se mantiene secreto como medida de precaución; el Presidente de los Estados Unidos es custodiado con un celo sin precedente. Nunca antes los norteamericanos habían tenido una invasión de su territorio, salvo la del legendario mexicano Pancho Villa; sin embargo, nunca como hoy existe tanto miedo. El gobierno tiembla, los dirigentes se esconden, el pueblo teme; esta guerra no se librará, por más que se quiera, en territorios o contra nacionalidades, esta guerra enfrenta a fanatismos de uno y otro lado. Luchan los fanáticos de oriente contra los fundamentalistas de occidente y el único triunfador será el jinete del Apocalipsis que se frota las manos con cada paso que se va dando en los preparativos de la sinrazón.

Bin Laden llamó a Bush el “jefe de los infieles” y explicó que la coalición está luchando contra el Islam; advirtió que los musulmanes deben dar apoyo a los de su religión, ahora que el mundo se ha dividido en creyentes e infieles. No obstante, a la comunidad internacional no le consta que Bin Laden, antiguo miembro y protegido de la CIA, sea el instigador de los atentados más destructores y más graves ocurridos en los Estados Unidos, pero aunque lo fuera, no serán la guerra ni la invasión las que logren resolver ni siquiera en mínima parte, el devastador problema del terrorismo.

*Osama Bin Laden (1957) Multimillonario saudí. Conocido en gran parte del mundo por haber sido acusado públicamente por la CIA y el gobierno de los Estados Unidos de América de ser fundador de la red terrorista Al Qaida y su presunta implicación en numerosos ataques terroristas en contra de los Estados Unidos, incluyendo los ataques del 11 de septiembre de 2001 al Centro Mundial de Comercio en Nueva York y al Pentágono.

No hay comentarios:

Publicar un comentario