Las noticias nacionales e internacionales giran alrededor de lo que es la más grave crisis política desde 1968 en México. Muertos, fosas clandestinas, masacres en Tlatlaya e Iguala, desapariciones forzosas, Ejército y policías involucrados, crimen organizado y autoridades paralizadas y revezadas...
En varias partes del país, manifestaciones multitudinarias exigiendo la aparición con vida de 43 personas. Me dormí con esas noticias, la última imagen de la vigilia, fue un joven llorando en las redes sociales reclamando volver a ver vivos a sus compañeros de la Normal para jugar, discutir y hasta pelear con ellos...
Por la noche, soñé que el Presidente de la República salía a los medios de comunicación y exigía al Senado de la República que ejerciera sus facultades constitucionales y que declarara la desaparición de los poderes en Guerrero.
Soñé también que el presidente Peña ordenaba a los secretarios de Gobernación, de Marina y de la Defensa, así como al procurador general de la República, trasladarse de inmediato a despachar al estado de Guerrero y asumir de manera colegiada el control de la administración pública en esa entidad federativa.
En ese comunicado onírico, el Presidente daba a sus subalternos el plazo de un mes para que resolvieran el caso de los 43 estudiantes y restablecieran el orden, la seguridad y la tranquilidad en el Estado. Dentro de las tareas estaba:
1.—Encontrar el paradero de los estudiantes desaparecidos.
2.—Detener y consignar a las autoridades competentes a todos y cada uno de los actores materiales e intelectuales de la desaparición forzosa.
3.—Desmantelar, detener y presentar a las bandas del crimen organizado que operan hasta ahora con absoluta impunidad.
Mientras todos los partidos y las mejores policías del mundo, colaboraban en las tareas con recursos ilimitados, sonó el despertador y volví a la realidad.
@jorgegavino
(Publicado en la Crónica de Hoy el 24 de octubre de 2014)
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