10/9/12

LA VENGANZA

Jorge Gaviño Ambriz.

“Yo no hablo de venganzas ni perdones,
el olvido es la única venganza y el único perdón”.
Jorge Luís Borges.

En muchas ocasiones, cuando alguien ha sido víctima de una injusticia, delito o traición, hemos escuchado la frase: “Me las vas a pagar”, aludiendo a un acto de venganza personal que busca justicia.

Sin embargo, nos aterramos ante tales declaraciones porque desconocemos que la venganza tiene raíces biológicas, no es una enfermedad en sí sino una conducta humana y hasta a veces funcional, pero no por ello es ideal.   

Cuando nos enfrentamos ante una situación que nos ofende, se activa la parte izquierda del cerebro, la misma que trabaja cuando queremos satisfacer necesidades elementales como el hambre. Esto ejemplifica la urgencia por obtener una retribución, en este caso, de acuerdo al delito o acción que intentamos vengar.

Al buscar venganza, hay una excitación de estímulos internos, tales como ira, odio, enojo o celos. El agresor busca que la acción sea repentina, en forma de ataque, lo hace en un estado consciente y movido por los sentimientos.

Desafortunadamente, la naturaleza de ese “apetito” nos induce a caer en los excesos, quienes se sienten víctimas por una acción suelen magnificarla y fantasear con la revancha.

La venganza nos permite creer que mantenemos nuestra moral en alto, incluso somos capaces de esperar años para ponernos en “igualdad de condiciones” con otros.

De acuerdo con el Dr. Roberto Baron, profesor del Instituto Politécnico Rensselaer en Troy, Nueva York, la gran mayoría de las personas no quieren parecer vengativas, “lo ideal es arruinar al otro sin que ni siquiera se de cuenta de lo que ha pasado”. Esto se debe a que la venganza indirecta nos protege al brindarnos la sensación de “control de la situación”.

Para el neurólogo austriaco Sigmund Freud, el sentimiento de culpa, aunado a la necesidad de rebajar la angustia moral, son determinantes para que se cometan actos delictivos. La venganza llevada al extremo orilla a los seres humanos a realizar homicidios y los agresores tienen como características psicológicas el egocentrismo y la impulsividad, ambas los guían a vengarse de forma indiscriminada.

Nos negamos a abandonar los deseos de venganza porque creemos que si dejamos de lado la ira o rencor que experimentamos nos traicionamos a nosotros mismos, no defendemos nuestra dignidad y nos exponemos nuevamente a agresiones. Pensamos que “el valiente vive hasta que el cobarde lo deja”.

Por lo tanto, si has detectado en algún amigo o ser querido actitudes vengativas en diferentes situaciones a las que se enfrenta, incítalo a buscar ayuda profesional con un psicólogo o psicoterapeuta, recuérdale que el enojo y el rencor nos conducen a actuar con insensatez y que la venganza no lo hace más valioso como persona.

Por el contrario, si tú eres vengativo, busca distraerte los próximos minutos después de que fuiste afectado y dale un tiempo a la reflexión, recuerda que lo que nos hace realmente valiosos es apartarnos de los vicios y de nuestras pasiones, que cuando uno se domina a sí mismo se es verdaderamente libre y dueño de nuestra propia vida. ¿No será mejor dejar que el destino como juez implacable le cobre a cada quien lo que le corresponde? ¡Siempre se cosecha lo que se siembra!  


Twitter: @jorgegavino


PUBLICADO EN EL SOL DE MEXICO EL LUNES 10 DE SEPTIEMBRE 2012

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