“El silencio supone un sinfín
de complicidad.”
Pierre Filion
La semana pasada, recordábamos aquella máxima con la que Twitter intentaba regular los términos de su servicio, apercibiendo a los usuarios con la siguiente leyenda: “Usted es lo que tuitea”.
Donald Trump dejó la presidencia de Estados Unidos enconado con Twitter. La compañía determinó suspender su cuenta por el tono y la intención de sus mensajes. Esos mismos tuits, provocaron que se promoviera el segundo juicio político en la carrera política de Trump (el cuarto en la historia de Estados Unidos).
El presidente de México también se ha manifestado públicamente contra esta plataforma, denunciando una serie de supuestas conexiones entre el representante de Twitter en México y los adversarios a su movimiento de transformación. Luego, para no desentonar, una tríada de cuentas de simpatizantes del tabasqueño (que tenían cientos de miles de seguidores), fueron canceladas.
Desde meses anteriores, ha existido una especie de rastreo de cuentas con actividad anómala o bots (ya sea porque no tienen interacción con otros usuarios o porque replican notas y mensajes indiscriminadamente), sobre todo por ser los principales responsables de la difusión exagerada de noticias falsas en la red social.
Dicho así, suena muy natural la medida de cancelar estas cuentas. Sin embargo, a la luz de la cotidianeidad, más bien parece una cacería sin ton ni son: también se ha suspendido a usuarios cuyos mensajes, lúdicos o ficticios, se han replicado casi al infinito: por lo tanto, han sido clasificados como un supuesto riesgo para la verdad y la estabilidad.
Ello ha provocado la suspicacia de muchos. No hay que olvidar que Twitter, como ente privado, pone y dispone de la plataforma. Además, surge una interrogante mayúscula, de acuerdo con el crítico Matt Taibi: ¿Twitter se está erigiendo como un censor?
Si la respuesta es afirmativa, habríamos de agregar otras preguntas: ¿Quién le confirió tal facultad?, ¿cuáles son las consecuencias? Paradójicamente, la gente usa Twitter para quejarse de las maniobras de censura de la propia empresa.
Es una libertad extraña que, aunque preferible al silencio cómplice, abre paso al cuestionamiento definitivo: ¿Qué pretenden controlar?
No hay comentarios:
Publicar un comentario