"Todo lo que se les dé a los niños,
los niños lo darán a la sociedad"
Karl Menninger
El año 2020 será, sin duda, un año que difícilmente pasará inadvertido para la historia. En menos de 365 días, se pusieron en evidencia las profundas diferencias entre los países emergentes y el resto, un puñado de países en donde la detección, prevención y atención de las enfermedades no supone un constante debate público sino un asunto de inmediata resolución; pero también en menos de 365 días, se evidenció una realidad que cada vez resulta más difícil de ignorar.
Una de las modalidades, es lo que se conoce como pornografía infantil: producción de material en donde se video graban, audio graban, fotografían, filman, exhiben o describen a través de anuncios impresos, sistemas de cómputo, electrónicos o sucedáneos, actos sexuales o de exhibicionismo corporal, con fines sexuales, reales o simulados, a una persona menor de dieciocho años, o que no tenga la capacidad de comprender el significado del hecho.
La incidencia de este delito en nuestro país bien pudiera cuestionar el verdadero interés que se tiene por la parte más sensible de nuestra sociedad: la niñez y la infancia.
A principios de este año, la Red por los Derechos de la Infancia (REDIM), en su informe «El año de la sindemia y el abandono de la niñez en México», aseveró que en el periodo comprendido de enero a junio de 2020 hubo un incremento de 157% en las denuncias ciudadanas por pornografía infantil, en comparación con el mismo periodo de 2019. Según datos de la Guardia Nacional, el 80% de este material, se transmite a través de la red social Facebook; mientras que el Departamento de Seguridad de los Estados Unidos, ubica a nuestro país en el primer lugar mundial en la difusión de pornografía infantil. Y, ¿cuál ha sido la respuesta del gobierno mexicano, de las autoridades competentes? Además de anunciar y realizar recortes presupuestales que afectan la garantía del derecho a la salud de niñas, niños y adolescentes en al menos 16 programas, y dirigir las fuerzas y el dinero a otros proyectos que en nada benefician a la niñez, la respuesta oficial a esta problemática es, por lo menos, tibia.
Seguramente aún no tenemos frente a nosotros el impacto final que la pandemia de COVID19 tendrá en la economía y el mercado laboral, hoy por hoy, están corriendo miles de niñas y niños mientras usan una tableta o un teléfono inteligente, no solo sin la constante supervisión de una persona adulta, sino también sin la garantía legal de quien atente contra su dignidad y seguridad no quedará impune. Y eso, lamentablemente, está lejos de nuestra realidad.
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