“A ti no logra tocarte la estación atroz de la canícula encendida”
Horacio
Este jueves 7 de enero se cumplirán 35 años de la muerte de Juan Rulfo. Empecemos con una declaración obvia: Juan Rulfo es uno de los autores más emblemáticos no sólo de la literatura mexicana, sino mundial. Es innegable que, con el paso del tiempo, su obra resulte un entramado de imágenes y significados cada día más complejo y completo.
En 2017, con motivo de su centenario, los hijos del escritor lanzaron un documental extenso de varios capítulos, con la participación de diversos especialistas. Aunque es principalmente conocido por las historias de El Llano en llamas o por los símbolos de Pedro Páramo, Juan Rulfo aparece como un artista en un muy amplio sentido.
Cien años con Juan Rulfo presenta las diversas facetas creativas y vitales de del escritor jalisciense, paralelas a la escritura de sus libros. El hilo conductor del documental es el afán de reconstruir las series fotográficas de Rulfo, con el fin de explicar la amplitud de su trabajo artístico y la relación entre imágenes y texto.
De ese modo, el documental nos permite conocer las varias dimensiones o las posibles interpretaciones que tiene la obra de Juan Rulfo, quien a través de la palabra logra hacernos sentir el más temible de los silencios y la más insoportable de las temperaturas. También mediante su escritura es que ciertos lugares los imaginamos como si fueran fotografías.
El poeta latino Horacio elogió a una fuente vecina, augurándole una fama imperecedera, tanta que ninguna canícula podría tocarla y por tanto secarla, como dice al inicio de este texto. Con su poema, Horacio le dio renombre a una sencilla y fresca fuente.
Juan Rulfo le confirió una amplia fama a un territorio en apariencia desolado, mediante las palabras de su novela y las fotografías de sus recorridos por el país. En otras palabras, supo imaginar un territorio que ya existía y que, para gracia o desgracia, se parece mucho a este que habitamos.
El documental de la vida y obra de Juan Rulfo constituye un homenaje íntimo que deriva en una poderosa invitación a acercarnos a sus libros, como una fuente de inagotable y refrescante placer. Ojalá tampoco lo alcance la ardiente canícula.
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