—¿Tienes buen historial como chofer?
—Mi historial está limpio. Muy limpio. Como mi conciencia.
Frase de la película dirigida por Martin Scorsese.
—Mi historial está limpio. Muy limpio. Como mi conciencia.
Frase de la película dirigida por Martin Scorsese.
La ciudadanía mantiene su reclamo histórico de una justa demanda: calidad, eficiencia y seguridad en el transporte público.
En días pasados se han suscitado acontecimientos que van desde paralizar arterias viales primarias, hasta actos de violencia física, en donde se dejan ver las inconformidades que existen dentro de las organizaciones de taxistas en el Distrito Federal, frente a servicios que prestan empresas que utilizan tecnología celular para acudir al servicio y para el cobro del mismo.
Los servicios de taxis en la capital no son homogéneos: existe transporte público que se presta en vehículos debidamente emplacados, de modelo reciente, en excelentes condiciones, con el tarjetón del conductor a la vista, con el taxímetro debidamente calibrado y el conductor es amable con el usuario; pero también hay taxis piratas, sin placas, “tolerados”, carcachas ambulantes, cafres del volante, déspotas y majaderos, todo ello se ha venido desarrollando y moldeando a lo largo de décadas de permisibilidad, de omisiones en la aplicación de la norma.
Y ahora, a esa circunstancia caótica se suma la incursión de varios cientos de vehículos que, al amparo de una legislación civil y mercantil, y de forma electrónica, prestan un servicio “hibrido” entre lo público y lo privado, que muchísimas personas sobre todos los jóvenes y ejecutivos defienden, por las ventajas que saltan a la vista.
El conflicto de intereses de los taxistas “legales, tolerados, piratas y electrónicos”, está poniendo a flote y en extrema crisis un problema que viene de lejos, que parte de la corrupción y la falta de visión de futuro de los gobernantes que han tenido en sus manos la gestión de la movilidad urbana.
@jorgegavino
(Publicado en la Crónica de Hoy el 29 de mayo de 2015)
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