Soy una persona enferma, llena de odio. 
Para entender un poco acerca de mí, tienes que conocer el caos que 
existe en lo más profundo de mi ser. Crecí en una sociedad dividida, 
alimentado por la fragmentación. Chairos y rotos por un lado, conservadores y fifís por
 el otro. Hemos creado un mundo dicotómico, donde los buenos somos 
nosotros, y los otros son los enemigos que hay que aniquilar.
No hay espacio para los tibios, entre 
más violento seas, más útil eres para tu causa. Yo soy uno de esos 
fanáticos radicales que convierten las redes sociales en un lodazal, un 
campo de batalla lleno de bilis, excremento, insultos y amenazas. 
Mi ira está directamente conectada con 
mi fragilidad psicológica. Necesito aquella narrativa única, que hará 
que todo esté claro: Todo se trata de clases sociales. Todo se trata de 
ideologías. Sin fundamentalismo, no tengo una base sólida y coherente. 
Me aferro a los extremos, así creo mi verdad.
Los individuos son muy complicados, los 
grupos son abstractos, son fáciles de estereotipar. Cada ser humano debe
 ser reducido a una clasificación, a una categoría... Sobre todo los 
astutos a los que desprecio, los opositores. Necesito líderes que nunca 
demuestren incertidumbre. Quiero historias que me digan a quién culpar. 
¡Fueron los ninis! ¡Fueron los neoliberales, los chayoteros! ¡Fueron nuestros adversarios! Mi sistema moral es simple: Arriba es malo y abajo es bueno, o viceversa.
Los que están del otro lado, son 
deshonestos. Nosotros somos las víctimas de su corrupción. La existencia
 misma de una escala social, es prueba de que existe la injusticia. Mi 
estrategia es sencilla: no me preocupo por entender las complejidades de
 las relaciones internacionales o la economía. Vigilo los pasos de mis 
enemigos. Al menor error, ataco. Los desacredito. ¿Te tropezaste? Será 
mi honor pisotearte. Ya no tengo fe en la razón. La ira, el insulto, la 
culpa, para eso es para lo que sirve la comunicación.
Desde mi computadora o desde la pantalla
 de mi celular, el odio me da una sensación de poder, así sea solamente 
un simulacro. La guerra en línea es una fuerza que le da sentido a la 
vida. Y, sin embargo, algo no está funcionando. Aunque el Gran Líder o 
los intereses creados, me digan a quién odiar, mi ansiedad existencial 
permanece.  He ayudado a crear un mundo áspero y hostil, un mundo 
virtual, que en segundos se conecta con la realidad y en esa conexión, 
también se traslada la guerra. No puede haber relaciones, he perdido mi 
humanismo. Me he distanciado de lo único que puede salvarme. Soy un troll: Estoy indignado. Soy superior. Estoy solo.
Publicado en: https://www.cronica.com.mx/notas-guerra_de_trolls-1134981-2019  
Twitter: @jorgegavino
Facebook: JorgeGavinoOficial
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