28/12/19

CONFESAR ES HUMANO

“...Y por vuestra paz, empeño mi propia alma. Amén.”
Epitafio de un “comepecados” en Ratlinghope, Inglaterra.

En los siglos XVI y XVII en Escocia, Gales e Inglaterra, existía la costumbre de que, cuando alguien moría sin haberse confesado, se colocaba una hogaza de pan en el pecho del difunto para que esta “absorbiera sus pecados”.  Acto seguido, se procedía a solicitar los servicios de una persona conocida en ese entonces como “devorador de pecados” o “comepecados”. Aquellos que se dedicaban a este oficio, tenían que vivir alejados de la población: se les consideraba gente sucia asociada con malos espíritus, practicante de conjuros, hechicería y otras herejías.
Sin embargo, por un jarrón de cerveza y una hogaza de pan, estaban dispuestos a cargar con los pecados del fallecido y otorgarle alivio y descanso.
Confesar es un acto redentor. Nuestra propia naturaleza, nuestro instinto, parece empujarnos constantemente a ello. Las más de las veces, decidimos contener el impulso y creemos que al guardar silencio o evitar hablar del tema, conseguimos eludir este acto de contrición.
No nos damos cuenta que nuestros actos expresan más que nuestras palabras, sobre todo cuando lo que decimos se contrapone directamente con lo que hacemos. Y, entre mayor es la resistencia a revelar lo que se intenta ocultar, más evidentes son las contradicciones.
Hay veces que tenemos tantas ganas de confesar, que todas nuestras acciones empiezan a traicionarnos. A tal grado que, incluso, parecería que el propio Universo empieza a poner de su parte, creando las situaciones necesarias para orillarnos a ello... Es posible que así sea. O, ¿será que en realidad nosotros las provocamos de manera inconsciente?
Lo cierto es que, a través de las confesiones (intencionadas o no), podemos ir armando la personalidad de un individuo. Entonces, las mentiras comienzan a revelar su verdadero carácter: el pesado disfraz, lo deja desnudo. 
Por eso, es importante prestar atención a los que intentan convencernos de ver la realidad con sus ojos, de usar sus colores y que prometen ser felices, felices, felices.
A veces, procuras a una persona porque de verdad le tienes estima y quieres ayudarla. Pero, hay ocasiones, en que sólo la conviertes en tu huésped y le rindes todos los honores, para que se coma tus pecados.
Confesar es humano, lo hacemos cada vez que respiramos.


Publicado en: https://www.cronica.com.mx/notas-confesar_es_humano-1137763-2019


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