“Liderazgo: Cualquier cosa que suceda, tú eres responsable.
Si no sucede, tú eres responsable.”
Donald J. Trump
Si no sucede, tú eres responsable.”
Donald J. Trump
La frase que sirve como epígrafe de este
 artículo, fue publicada por el actual presidente de Estados Unidos a 
finales del año 2013 en su fatua y malquista cuenta de Twitter.
Esas mismas palabras que entonces 
estaban dirigidas para criticar a otro, han regresado para aguijonearle,
 como el más feroz de los tábanos, por el pésimo manejo y la reacción 
tardía ante el brote de coronavirus en su país.
Es difícil escribir sobre el coronavirus
 por la forma rampante y exponencial en la que se propaga su contagio, 
una velocidad que ha sorprendido a los epidemiólogos. Cualquier cifra 
que pudiera plasmar en este texto sobre la crisis actual, estaría 
desfasada al momento de su publicación.
Pero hay un concepto inmune a esa 
caducidad, el único mensaje que prácticamente todos los especialistas en
 salud pública coinciden en señalar como “esencial” para evitar el 
colapso de nuestros sistemas de salud: “aplanar la curva”.
“Aplanar la curva” se refiere a 
implementar medidas para disminuir el ritmo de los contagios y evitar 
que los hospitales se saturen de pacientes. Es decir, aceptar el hecho 
de que ante un virus nuevo y altamente contagioso, mucha gente se va a 
enfermar. Lo importante es que no se enfermen todos al mismo tiempo.
Es una paradoja: Al disminuir el ritmo 
de infecciones el brote durará más tiempo pero, al no colmar la 
capacidad hospitalaria, la letalidad es mucho menor.*
La historia de este concepto se remonta a
 1918, a la pandemia conocida como “la Gripe Española”, por la cual se 
estima que murieron entre 50 y 100 millones de personas.
En octubre de ese año el Dr. Rupert 
Blue, Cirujano General de Estados Unidos, recomendó a todas las 
autoridades locales “clausurar todos los lugares de reunión pública si 
su comunidad estaba amenazada por la epidemia”.
El alcalde de Saint Louis tomó el 
consejo casi de inmediato. Cerró escuelas, iglesias, logias y salas de 
baile, canceló eventos, reuniones, incluso funerales públicos. La tasa 
de mortalidad subió pero permaneció estable durante todo el otoño.
En contraste, Filadelfia decidió ignorar todas las medidas. El número de muertos se disparó, alcanzó un máximo espeluznante.
Este ejemplo sirve para ilustrar los 
efectos que puede tener la falta de decisión por parte de la autoridad 
en una crisis como la del coronavirus. Seguir con nuestra vida 
cotidiana, pone en riesgo a los más vulnerables.
Los virus necesitan multitudes para 
sobrevivir. Hoy, contrario a lo que algunos piensan, el verdadero 
liderazgo consiste en decirle a esas multitudes que se dispersen.

*Vicecoordinador del Grupo Parlamentario del PRD en el Congreso de la Ciudad de México.
Publicado en: https://www.cronica.com.mx/notas-aplanar_la_curva-1148388-2020
Twitter: @jorgegavino
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