Pensar y cuidar: la
revolución silenciosa de Irene Vallejo
«Pensar
es hoy más que nunca un oasis humano en los desiertos de la prisa.»
Irene
Vallejo
Una mujer toma la palabra. No alza la voz, pero todos la
escuchan. Habla con la calma de quien ha aprendido que las ideas más poderosas
no necesitan gritar. Irene Vallejo, al recibir el Premio Alfonso Reyes, no
agradece con fórmulas vacías: defiende, con la ternura del pensamiento lúcido,
el valor del ensayo literario y la dignidad de los cuidados. Dos causas que, en
apariencia, caminan por senderos distintos, pero que en su voz se abrazan como
si fueran una sola. Pensar —dice— «es hoy más que nunca un oasis humano en los
desiertos de la prisa.» Y con esa frase, ya nos ha llevado a otro lugar. Nos recuerda
que el ensayo, ese centauro indómito de los géneros, como lo llamó Alfonso
Reyes, no es una rareza erudita, sino un espacio de libertad donde conviven la
intuición y el conocimiento, la emoción y la lógica, la pregunta sin respuesta
y la palabra que consuela.
En nuestra tradición
literaria, la poesía ha brillado, el teatro ha deslumbrado, la novela ha
conquistado al mundo. Desde el Siglo de Oro hasta el boom latinoamericano, la
lengua española ha tenido sus momentos de gloria… pero el ensayo ha sido el
pariente discreto, la voz en voz baja. No ha sido protagonista y, sin embargo,
quizá sea el género más necesario para estos tiempos fragmentados, urgentes y a
menudo desalmados. Porque el ensayo no busca imponerse, sino entender; no
dictamina, dialoga; no promete verdades eternas, sino preguntas honestas. Para
Irene Vallejo, rescatar el ensayo es un gesto de resistencia cultural. Es
volver a pensar con libertad, sin trincheras ideológicas ni límites temáticos.
En su escritura, lo erudito se vuelve íntimo, y lo íntimo, universal. Sus
ensayos no se leen: se escuchan con el corazón abierto. Y ahora, con la misma
profundidad, anuncia que su próximo libro será sobre los cuidados. Esa palabra
sencilla y subversiva. Cuidar: verbo menudo que sostiene el mundo. Acciones invisibles,
repetidas, silenciadas. Lavar, acompañar, alimentar, consolar. Tareas que
históricamente han recaído sobre los hombros de las mujeres, escondidas en la
penumbra de lo doméstico, como si fueran actos menores. Pero cuidar es sostener
la vida. Es resistir al abandono. Es afirmar, con gestos cotidianos, que la
fragilidad del otro también nos pertenece.
Vallejo no teoriza desde la
distancia: ilumina con su prosa esos rincones donde late lo humano. Cuidar no
es solo un trabajo, es una forma de estar en el mundo. Un acto ético y,
también, profundamente poético. Porque donde hay cuidado, hay belleza. Donde
alguien acompaña sin esperar aplausos, se está escribiendo en silencio la mejor
página del humanismo. Por eso, el ensayo y el cuidado no son caminos paralelos:
son hilos que se entrelazan para tejer un nuevo pacto social. Pensar y cuidar.
Preguntar y acompañar. Mirar hacia adentro y tender la mano hacia afuera. Ambos
gestos nos llaman a desmontar la arrogancia y a reconocer lo esencial: que
nadie se salva solo, que todos somos vulnerables, que la lucidez y la ternura
pueden —y deben— caminar juntas.
Irene Vallejo no solo escribe
libros. Nos recuerda que hay otra forma de estar en el mundo. Más sensible, más
digna, más libre. Y en estos tiempos de prisa, de ruido y de indiferencia, su
voz nos invita a lo más revolucionario: detenernos a pensar… y cuidar.
Publicado en La Crónica de Hoy, 20 de mayo de 2025.
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