“No mentir, no robar,
no traicionar.”
Canon de la 4T
no traicionar.”
Canon de la 4T
El pasado 21 de mayo el INEGI publicó la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental (ENCIG) 2019. Este instrumento estadístico ofrece información referente a la satisfacción de la población con los servicios públicos básicos, el contacto con las autoridades y sirve para medir el fenómeno de la corrupción.
Muchas veces a lo largo de este sexenio, hemos escuchado a las autoridades de Morena expresar cinco palabras con la misma certeza con la que Galileo aseguraba que la Tierra se movía alrededor del Sol: “¡Ya se acabó la corrupción!”
Sin embargo, a diferencia de lo aseverado por el astrónomo de la Toscana italiana, las evidencias no soportan los dichos del partido de la llamada Cuarta Transformación. De hecho, lejos de desaparecer, la corrupción en nuestro país ha incrementado desde que la “honestidad valiente” llegó al poder. Basta un sencillo análisis del estudio publicado por el INEGI para demostrar lo anterior.
En primer lugar, si observamos la “Tasa de prevalencia de corrupción” que mide la población que tuvo contacto con algún servidor público y que experimentó algún acto de corrupción, nos daremos cuenta que el total fue de 15,732 por cada 100,000 habitantes. Esto representa un aumento del 7.5% con respecto del 2017. No bajó, subió.
Este incremento no es gratuito. Es decir, la corrupción tiene un costo directo para la gente. En el caso de 2019, el costo total fue de 12 mil 770 millones de pesos, un incremento del 64% en relación con el 2017, con un costo promedio por persona afectada de 3,822 pesos.
Para darle un poco de dimensión a esta cifra: es más de lo que se juntaría si rifaran cuatro veces el avión presidencial o el equivalente al 94% del presupuesto aprobado para todo el Poder Legislativo Federal para el 2020 (13,540 millones de pesos).
El viernes 22 de mayo, un día después de la publicación de la ENCIG 2019, el presidente de la República comentó en su conferencia de prensa matutina que ya les había mandado telegramas a los funcionarios corruptos para avisarles: “Situación cambió, cero corrupción, cero impunidad. Ten cuidado, no vayas a terminar en el bote”.
Más allá de que la eficiencia del medio de comunicación elegido puede ser muy cuestionable, lo importante sería que el mandatario retome la bandera que lo llevó al puesto que hoy ocupa y que aplique la ley a aquellos que no atienden a sus telegramas.
Está bien que quieran limpiar la corrupción como las escaleras que se barren de arriba para abajo, pero aumentemos la velocidad del barrido.
Tiene que haber consecuencias para esos que desde el poder mienten, roban y traicionan.
Publicado en: https://www.cronica.com.mx/notas-corrupcion_telegrama_no_recibido-1154660-2020
Vicecoordinador del Grupo Parlamentario del PRD
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