6/4/20

“La tarea de pensar la ciudad es
una tarea política, no metafísica.”
Rafael del Águila

El pasado 3 de abril, el Congreso de la Ciudad de México protagonizó una de las escenas más vergonzosas en la historia de la democracia parlamentaria.
En algo que solamente podría definirse como una muy malograda videoconferencia, el grupo parlamentario de Morena aprobó una minuta enviada por el Congreso de la Unión, para elevar a rango constitucional los programas sociales del Gobierno Federal.
Lo hecho por Morena fue ilegal en más de un sentido. A un largo compendio de faltas a los procedimientos legislativos, hay que añadir que el formato que se implementó, el de una sesión virtual a control remoto, no está contemplado en ningún artículo de la Ley Orgánica ni del Reglamento de nuestra Soberanía.
El argumento que se utilizó fue que había que hacerlo de esa manera por el tema de la emergencia sanitaria. Sin embargo, el acuerdo por el que se emitió dicha emergencia, establece que la actividad legislativa en los niveles federal y local es considerada como una actividad esencial.
Por esta razón, hubiera sido factible convocar a una sesión presencial y así evitar caer en un ejercicio tan triste como el que se vivió. El video de este intento fallido, disponible en internet, quedará registrado para la posteridad.
Para crear la ilusión de democracia, se colocó una pantalla al centro del recinto. En ella se podía observar a las y los diputados conectados desde sus dispositivos, algunos (tal vez por vanidad) pusieron sus fotos favoritas como pantalla fija y con eso bastó para que se les diera por presentes.
Pronto empezaron los problemas técnicos, las “fallas” de audio, un pase de lista que no dejó certeza de nada y las quejas vía telefónica por parte de un número importante de diputados de la oposición que fueron sacados de la videoconferencia justo en el momento en que decidieron mostrar una serie de letreros con la leyenda “Sesión Ilegal”. ¡Vaya coincidencia!
Es una pena que se pisoteen las leyes para llevar a cabo una votación de ornato, que sólo sirve para engrosar la lista de entidades que ya aprobaron la misma reforma, y que no se reúna al Congreso para atender la emergencia de salud que está por azotar a la ciudad.
El legislador tiene el deber de pensar la ciudad, de hacer leyes, pero también de estar presente en los momentos de crisis.
Además del pésimo precedente parlamentario, queda claro que los legisladores de Morena perdieron sus prioridades y sus objetivos como representantes populares.
Esta experiencia me recordó a lo que en su oportunidad expresara entre dientes el diputado Porfirio Muñoz Ledo: “Chinguen a su madre, qué manera de legislar”.
Como anillo al dedo.


Vicecoordinador del Grupo Parlamentario del PRD en el Congreso de la Ciudad de México.




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