Memoria y prevención ante los sismos
«Llegaste como un terremoto, me encontraste entero, me dejaste roto»
Andrés Calamaro
El 19 de septiembre es un día que quedó grabado en la memoria de México como una fecha de duelo y de unión: dos sismos —1985 y 2017— sacudieron a la Ciudad de México y revelaron entre el polvo y el miedo, una fuerza que motivó a alzar la cabeza y tender la mano. La mañana del 19 de septiembre de 1985, a las 07:17 horas, un terremoto de magnitud 8.1 con epicentro frente a la costa de Michoacán cimbró el centro y sur del país; fue uno de los eventos sísmicos más dañinos de nuestra historia reciente. La cifra exacta de fallecimientos es motivo de debate; una referencia temprana y ampliamente citada del Registro Civil de la Ciudad de México contabilizó 3,692 muertes, mientras que distintas estimaciones señalan números mayores cercanos a los 10 mil decesos. Lo indiscutible es la magnitud del golpe y la respuesta social: brigadas espontáneas, luego conocidas como “Topos”, nacieron de esa urgencia por salvar vidas y se convirtieron en símbolo de solidaridad. Aquella energía también se transformó en iniciativas culturales concretas, como el recetario Personalidades en la Cocina (1985), coordinado por José Luis Cuevas y publicado por Diana en colaboración con la asociación Sólo por Ayudar, que reunió recetas de figuras públicas para recaudar fondos y apoyar a los damnificados. Fue la prueba de que la cultura también puede cocinar esperanza. 32 años después, el 19 de septiembre de 2017, a las 13:14 horas, la tierra volvió a moverse con una magnitud 7.1. El epicentro se localizó en el límite entre Puebla y Morelos, y el sismo llegó cuando millones acababan de participar en el simulacro conmemorativo de la mañana. Ese entrenamiento no fue retórica: ayudó a que escuelas, oficinas y hogares recordaran rutas, puntos de encuentro y decisiones que marcan la diferencia. El saldo nacional fue de 369 fallecidos: 228 en la Ciudad de México, 74 en Morelos, 45 en Puebla, 15 en el Estado de México, 6 en Guerrero y 1 en Oaxaca. Otra vez, la ciudadanía se organizó en horas: cadenas humanas, centros de acopio, brigadistas con cascos y binomios caninos trabajando sin descanso; un país entero sosteniendo a sus vecinos. La memoria del 19-S quedó hecha de lágrimas, pero también de manos entrelazadas, como ejemplo el recuerdo de la perrita rescatista Frida que se convirtió en un símbolo.
De estas tragedias brotó una convicción: la prevención salva vidas. Los simulacros no son un gesto simbólico, sino un ensayo general de la vida real; su propósito es fortalecer capacidades de reacción y consolidar la cultura de Protección Civil en cada inmueble, escuela, empresa y familia. Por eso, este viernes 19 de septiembre, al mediodía, participaremos en el Segundo Simulacro Nacional 2025: a las 12:00 horas (tiempo del centro) se activará la alerta en las zonas con cobertura de altavoces y, como novedad a escala federal, el alertamiento también llegará de forma masiva a los teléfonos celulares, un paso tecnológico que amplía el alcance del aviso temprano. La convocatoria oficial invita a registrar inmuebles, definir hipótesis de riesgo acordes al territorio y ensayar con seriedad: evacuar sin correr, identificar rutas seguras, revisar puntos de reunión, preparar mochilas de emergencia y asignar roles claros. Cada segundo cuenta; cada ensayo cuenta más. Participar es honrar a quienes ya no están y comprometerse con quienes seguimos aquí. En México, donde la tierra tiembla sin aviso, la prevención es un acto de amor cívico: una cuerda invisible que nos ata y nos sostiene.
Que el sonido de la alerta —en altavoces o en el celular— no sea ruido: que sea memoria, aprendizaje y promesa de cuidarnos. Este 19 de septiembre, salgamos juntos, con calma y con método; que la solidaridad que nos define encuentre en la preparación su mejor herramienta para salvar vidas. La cadena es tan fuerte como el más débil de sus eslabones. La capacitación fortalece a cada eslabón. Hagamos más fuerte la cadena de unión.
Publicado en El Universal, 18 de septiembre 2025.
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