6/7/21

OCURRENCIAS EN EL TIANGUIS

“Mamá, déjame ir al tianguis (…) quiero pensar cosas.”

Anónimo


Es innegable que la vida no sería la misma si no tuviéramos acceso a lo que los otros pueden ofrecernos, y viceversa. De eso se trata la vida en sociedad, además de ir forjando acuerdos.

Desde la antigüedad, en todas las culturas, el bazar o el mercado ha sido uno de los lugares más representativos donde ocurre un intercambio de productos, bienes y servicios. Es una noción muy interesante, puesto que revela cuánto nos parecemos los humanos de cualquier parte del mundo y en cualquier instante de la historia.

En México, el mercado también es un hábito de antaño. Una forma de nombrar ese evento y ese lugar es “tianguis”, del náhuatl tianquiztli, que, además de servir para el intercambio de bienes (incluso esclavos), tenía un carácter litúrgico y ceremonioso.

Esa variante itinerante y polivalente del espacio comercial, con todo lo que implica querer ir al mercado y recorrerlo, ha llegado hasta nuestros días en forma de puestos multicolor que van y vienen periódicamente: instalándose en una fecha fija en una zona determinada, como los rituales.

El presidente López Obrador es un hombre que conoce bien las raíces culturales de nuestra sociedad. Quizás, inspirado por esas tradiciones populares, consideró como una idea viable organizar algo que la semana pasada presentó con el nombre de: “Los Tianguis del Bienestar”.

¿Qué son estos “Tianguis del Bienestar”? Esta nueva ocurrencia se trata de “aprovechar” todos los bienes que son decomisados por el Estado para llevarlos a las zonas más pobres del país y “de manera expedita, se le entregue a la gente”, para evitar pagar la renta de cerca de 300 bodegas: “…estamos hablando de ropa, de calzado, de ventiladores, aires acondicionados, juguetes, muchas telas, muchas telas”, explicó el presidente.

Visto a simple vista, este anuncio (que pasó prácticamente desapercibido entre el bombardeo de humo al que somos sometidos cada mañana) no suena como una idea tan mala en comparación con otras que hemos escuchado en lo que va del sexenio.

Sin embargo, triste realidad, el primer mandatario no consideró que, tal como lo dio a conocer la periodista Ailyn Ríos: “Regresar mercancías decomisadas por las autoridades mexicanas al mercado (…) violaría acuerdos internacionales de combate a la piratería y al contrabando” como, por ejemplo, el T-MEC, el Tratado de Libre Comercio entre México y la Unión Europea, el Convenio de París para la Protección de la Propiedad Industrial y el Tratado de Marrakech.

El escritor Roberto Calasso dice que, como un rasgo de su identidad, los griegos clásicos amaban la plaza: “un espacio vacío, soleado y polvoriento, donde intercambiar las mercancías y las palabras”.

Los griegos iban al mercado para adquirir sus cosas, sus enseres y, lo mejor de todo, iban a reflexionar, discutir e intercambiar ideas, porque lo entendían como una extensión del ágora, sin importar que ahí también estuvieran sus enemigos: mercaderes procedentes de otros Estados con los que sostenían frágiles alianzas que hacían posible la subsistencia de la polis.

Está bien que a nuestro presidente le guste ir a pensar al tianguis (o a donde sea que vaya en búsqueda de la meditación), pero no debe olvidar los acuerdos y compromisos adquiridos para el desarrollo de nuestro país, por neoliberales, tecnócratas, fifís o “hamburguesados” que él los considere.

 

 

 
 

Vicecoordinador del Grupo Parlamentario del PRD


Twitter: @jorgegavino
Facebook: Jorge Gaviño

 

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