“En estadística, lo que desaparece
detrás de los números es la muerte”.
Günter Grass
Llevamos seis meses viviendo con la pandemia en la Ciudad de México. Una situación que parecía pasajera, hoy no permite avizorar su punto final.
Hay que reconocer que, a lo largo de este periodo, el gobierno de la capital ha mejorado considerablemente en su manejo de la emergencia sanitaria: la comunicación se ha hecho más clara, el énfasis en el uso generalizado del cubrebocas, el incremento de pruebas de diagnóstico y un mayor esfuerzo en el rastreo de contactos, son pasos en la dirección correcta.
Sin embargo, si en algo no coincido con las autoridades de la ciudad, es con la noción de que la situación está bajo control.
El miércoles de la semana pasada, como parte de su comparecencia ante el Pleno del Congreso de la Ciudad de México, la titular de la Secretaría de Salud capitalina expresó que la pandemia se había contenido “con relativo éxito”, que íbamos bien y que estaba controlada.
Una de las preguntas que tuve oportunidad de hacerle a la secretaria de Salud en dicha comparecencia (y que, desafortunadamente, quedó sin respuesta) sirve muy bien para ilustrar mi desacuerdo y tiene que ver con el “Reporte de Exceso de Mortalidad” que el Gobierno de la Ciudad presentó hace un par de semanas.
Este documento nos permite comparar el total de defunciones registradas en la capital, en el periodo del 1 de enero al 31 de agosto, con las muertes “oficiales” por COVID-19 reportadas por las autoridades.
Más allá de que el subregistro de fallecimientos es evidente (30,462 muertes en exceso, contra 10,533 defunciones oficiales por COVID-19, prácticamente 3 a 1), al hacer este comparativo podemos observar cómo, en un principio, las defunciones confirmadas siguen la misma tendencia que las muertes en exceso: alcanzan su punto máximo en mayo y de ahí ambas comienzan a disminuir.
Esto ocurre así hasta el 19 de julio. A partir de entonces, la tendencia se rompe: mientras que las autoridades de la ciudad reportan una disminución en los fallecimientos confirmados por COVID-19, las muertes en exceso vuelven a ir a la alza.
¿Por qué sucede esto? ¿Por qué oficialmente las muertes están disminuyendo pero el exceso de mortalidad no?
Ese fue el cuestionamiento que quedó en el aire.
Espero sinceramente que pronto haya una aclaración al respecto porque, si bien es cierto que las cifras pueden dibujar distintos panoramas según se les presente, en la realidad los muertos no desaparecen.
Al contrario: se hacen cada vez más evidentes.