Primera Parte
Jorge Gaviño Ambriz
“La marihuana produce pérdida de memoria y otras cosas que no me acuerdo”
Anónimo
Desde la más remota antigüedad el ser humano, una vez satisfecha su necesidad de alimento y de protección básica -comer primero y filosofar después -, intentó de diferentes formas alterar su estado de conciencia, así encontró en las raíces de algunas plantas, en los tallos, en determinadas hojas, buscando escapar de la realidad física para que su mente divagara en otros planos mentales o como afirman los chamanes, hasta en planos espirituales.
El psicoactivo de uso más generalizado a lo largo de la historia ha sido y sigue siendo el alcohol. En Europa se han encontrado fósiles de semilla de la llamada “adormidera” de por lo menos 6000 años; los Sumerios la utilizaban con fines curativos desde el 3500 a.C., su empleo se extendió entre los egipcios y los persas; las pitonisas (sacerdotisas vírgenes del dios “Pitón”) en el subterráneo del templo sentadas en una silla trípode respiraban un efluvio que las drogaba y las ponía en trance y a partir de ese momento recitaban ideas inconexas que solo el sacerdote iniciado podía interpretar; en China es muy antiguo el uso del opio y el hachís en reuniones místicas. Las culturas prehispánicas utilizaban hierbas e incienso ceremonial, acompañadas del ritmo de instrumentos de viento y el teponaztle; en América desde Canadá hasta la Patagonia se utilizaba el tabaco muchas veces respirándolo hasta el mareo con fines de trascendencia espiritual; beleño, belladona eran muy utilizadas en el Extremo Oriente; en la Edad Media a la mandrágora, curiosa por sus raíces antropomorfas y con efectos psicotrópicos, se le atribuyeron fenómenos de levitación y hechicería, porque el que cortara sus raíces quedaba atado en alma por Satanás, por eso, con sumo cuidado amarraban con un cordón el tallo de la planta y el otro extremo del cuello de un perro o gato que era espantado para que al correr fuera éste el artífice del desprendimiento de las raíces del suelo. Setas psicoactivas en Siberia, piedras-hongo en Guatemala, peyote en México y en el s. XX: marihuana, cocaína y luego drogas sintéticas con innumerables etcéteras, etcéteras…
Pero no sólo con sustancias activas procedentes de los minerales, de las plantas, sintetizadas o en estado puro, ha utilizado el ser humano para evadirse, sino que también con ayunos prolongados o sumergido en autohipnosis concentrando sus ojos en la hoguera o en la fontana el hombre antiguo logró alterar su conciencia.
La ciencia actual ha demostrado que el cerebro es capaz de ordenar al cuerpo la producción o supresión de ciertas sustancias a las cuales se vuelve adicto y provoca la necesidad imperiosa de la repetición de ciertos patrones para sentirse en un estado de confort. La ludopatía, el amor, los deportes extremos, el ánimo de contentar nuestras pasiones, y en general todos los vicios son producto de una química cerebral que hace algunos años resultaba un misterio. En mi próxima entrega habré de referirme a esas sustancias que provocan graves adicciones y particularmente sobre las llamadas drogas virtuales, que según dicen, son capaces de provocar éxtasis o letargo sin riesgo.
Twitter @jorgegavino