“Entonces
la tierra acusó a los impíos
por todo lo que se había hecho en ella.”
El Libro de Enoc.
Existen
muchos caprichos y cegueras, pero hay verdades que son innegables, hechos que
son incuestionables. La Tierra, como siempre hemos creído conocerla, está
cambiando de forma acelerada, nos guste o no, por una sola causa que ha sido
ampliamente documentada: nosotros.
No querer
verlo ni aceptarlo como algo real, pretender continuar la vida como si esto no
fuera a afectarnos de manera directa y con consecuencias espeluznantes, es
vivir en la más bestial de las negaciones.
Estamos en
un momento crítico. La joven activista Greta Thunberg, que a sus 16 años de
edad se ha convertido en una de las principales voces de alerta sobre el cambio
climático, lo expresa de forma muy sencilla y concreta: "La crisis
climática ya está resuelta. Ya tenemos los datos y las soluciones. Lo que hay
que hacer es despertar y cambiar".
Despertar y
cambiar, eso es todo. Por eso vemos con grave preocupación que el proyecto de
desarrollo del actual gobierno, que en teoría supondría una “transformación”
nacional, no tiene nada de nuevo; parece atascado en el mismo esquema que ha
provocado la emergencia en la cual nos encontramos, aún cuando la propia
“Cartilla Moral”, repartida con tanto fervor (y que por cierto sería más fácil,
económico y rápido repartir por medios electrónicos que evangélicos), incluye
un capítulo dedicado a la naturaleza.
En lugar de
apostar por energías limpias y renovables, se quiere construir una refinería a
un altísimo costo por el impacto al medio ambiente. En lugar de aprovechar la
energía del aire, del agua y del sol, seguiremos dependiendo del petróleo y del
carbón.
No podemos
resolver esta crisis sin entender que el ser humano es parte del mundo en el
que habita; que la tierra es su madre y las plantas, los árboles, los ríos, los
mares y los animales son sus hermanos.
No
despreciemos las lecciones de los ancestros. No subestimemos la sabiduría de
los indígenas que han habitado este continente desde hace milenios, y que, a
través de su forma de vida, han construido una relación muy íntima y compleja
con el medio ambiente y saben escuchar la tierra.
En 1855 el
jefe indio Seattle, escribió una carta dirigida al presidente de los Estados
Unidos, Franklin Pierce, la conclusión a la que llega en su texto es ominosa:
“Los hombres blancos también pasarán, tal vez antes que las demás tribus. Si
contamináis vuestra cama, moriréis alguna noche sofocados por vuestros propios
desperdicios”. Hoy, las comunidades que habitan en el sureste mexicano, alzan
la voz y alarman sobre el gran daño que producirán en la selva proyectos como
el Tren Maya y los riesgos que esto conlleva.
Decía Carl
Sagan que, “Nuestro planeta es una solitaria mancha en la gran y envolvente
penumbra cósmica. En nuestra oscuridad —en toda esta vastedad—, no hay ni un
indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de
nosotros mismos”.
Nosotros
nacimos de la noche y en nosotros descansa nuestro propio destino.
¿Continuaremos siendo parte de la vida que habita este planeta o regresaremos a
la oscuridad, condenados por la ignorancia y la soberbia de nuestra misma
tribu?
T:
@jorgegavino
F:
JorgeGavinoOficial
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