“Uno puede defenderse de los ataques; contra el elogio se está indefenso.”
Sigmund Freud
Es frecuente escuchar en política, la frase “permíteme hacerle de abogado del diablo”, y no se trata de invocar o imitar a Lucifer cuando debatimos, sino de tomar el papel de la contraparte, adversario o enemigo; argumentando los escenarios más negativos del caso, o adoptando posturas contrarias a la argumentación de un expositor. Una característica del advocatus diaboli es que generalmente, es quien más sabe del tema; el que se ubica en esta posición trata de comprobar la calidad del argumento original e identificar su debilidad en la defensa. El “abogado del diablo” es el que se anticipa a los posibles ataques de los contrincantes; cuánta falta nos hace en la política nacional esa autocrítica que ahorraría muchísimos descalabros a los actores que contienden por el poder y que propiciaría que la actividad electoral subiera de nivel y saliera de los sótanos en donde se encuentra actualmente.
La institución del Abogado del Diablo ha sido muy útil para lograr defender, frente a terceros, los puntos vulnerables que el abogado ya detectó, descubrió, analizó y por ende, el personaje estudiado tuvo tiempo y oportunidad para madurar las respuestas y explicaciones que se tendrán que utilizar cuando el “enemigo” esgrima lo que ya fue desmenuzado previamente. ¿Cuáles son las debilidades?, ¿cuáles los puntos flacos?, ¿cuál el talón de Aquiles?; el abogado del diablo es un método ido, el cual deberían utilizar todos los políticos como técnica que les permita generar argumentos y auto-conocerse.
Fueron muy extrañas las renuncias y solicitudes de licencia en la Asamblea Legislativa del DF y más extrañas las retracciones que estamos viviendo en este cuerpo Legislativo.¿ No sería conveniente volver a la figura de advocatus diaboli , seguramente se evitarían muchas sorpresas.
@jorgegavino
(Publicado en La Crónica de Hoy el 5 de diciembre de 2014)
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