Jorge Gaviño Ambriz
“igualdad para los iguales, desigualdad para los desiguales" - ése seria el verdadero discurso de la justicia: y, lo que de ahí se sigue, "no igualar jamás a los desiguales".
Friedrich Nietzsche
Mexicanos y mexicanas, niños y niñas, todos y todas… En la última década se ha empezado a utilizar esta connotación para hacer distinción en los géneros y de esta manera darles un supuesto lugar a las mujeres, incluso en la manera de hablar; esto se ha llamado “lenguaje incluyente”. Pero, ¿de verdad este lenguaje ayuda a la comunicación así como a la integración de la mujer?
Desde los años 60’s comenzaron los movimientos feministas debido al papel que las mujeres representaban en la sociedad como un objeto y no como ser humano capaz de tomar decisiones, realizar actividades y tener una vida independiente. La represión total en la que vivían las llevó a luchar por obtener los mismos derechos que los hombres, generando una revolución social que logró mucho más de lo que inicialmente se pensó.
Con el feminismo y las nuevas ideologías surgió el concepto de la igualdad de género, que tiene como objetivo principal colocar a la mujer y al hombre en un status social en donde ambos tengan las mismas oportunidades, derechos y obligaciones. A pesar de que la historia ha sufrido grandes levantamientos sociales, políticos y culturales, el feminismo tiene una motivación muy definida; acercar a la mujer y facilitarle el derecho de ser escuchada, así como ser también parte del sistema político.
Sin embargo las revoluciones también tienen sus derrames y escapes, pues el discurso feminista se ha vuelto el discurso de derechos que las mujeres reclaman y obligaciones que los hombres están inconformes a dar. ¿Cuáles son las justificaciones para que las mujeres puedan, hoy en día, tener más derechos y menos obligaciones? Al parecer ésta recae en la historia, y nosotros hemos de pagar la sombra en la que las mujeres vivieron marginadas durante mucho tiempo.
Vivimos en un momento de crisis democrática en donde la inalcanzable conquista por más y mejores derechos rebasan ciertas libertades e incluso algunas obligaciones atentan contra la moral. ¿Será un síntoma de culpa? O mejor dicho, ¿Será que hemos confundido lo que es la “igualdad” de lo que significa tener una “equidad” hacia cualquier persona ya sea hombre o sea mujer?
Algunas feministas no se sienten incluidas cuando alguien utiliza el concepto “hombre”, como por ejemplo: “…el hombre ha trascendido en la historia…”. Esto es tan absurdo como si los hombres no se sintieran incluidos cuando se habla de “la humanidad”, igual si quisiéramos cambiar “la Patria” que proviene de pater (padre) por “la Matria” (de madre), como algunas radicales piensan que debería ser.
Si México quiere llegar a consolidarse como una sociedad equilibrada, necesita enfocar mejor su visión en lograr que la democracia tenga una amplia participación en donde tanto mujeres como hombres puedan tener derechos y obligaciones, y también puedan decidir sin límites ni prejuicios. No podemos seguir cayendo en la generalización ni en la discriminación de género, debemos avanzar por un camino equilibrado donde se encuentre el peso justo para mejorar las condiciones sociales, políticas y culturales para alcanzar una sociedad más integral y llegar a ser una democracia imparcial.
Lograr la igualdad es un reto, no aceptar el desafío es pertenecer a esos desiguales que exigen mucho y aportan poco. El empoderamiento consiste en la destreza que podamos tener para concretar nuestro propio camino y el de nuestra gente.
No hay nada más diferente en lo físico de la mujer que el hombre. Me arriesgo a recibir ataques de algunas indignadas feministas y declaro que, el hombre como género y la mujer no son iguales. Precisamente en la diferencia está la maravillosa y exquisita unión que nos lleva a ser completos en la especie, de ahí la grandeza del ser humano que se levanta y llega a una sociedad más justa y equitativa que trate desigual a los desiguales e igual a los iguales, así como lo visualizó Nietzsche.
Twitter @jorgegavino
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