(Publicado el 17 de mayo de 2005. Excélsior)
“Para hacer esta muralla, tráiganme todas las manos:
Los negros, sus manos negras, los blancos, sus blancas manos.”
1958, Nicolás Guillén*
En 1961, los líderes de la antigua República Democrática Alemana ordenaron la construcción de una pared de concreto de 166 kilómetros de largo y cuatro metros de altura, para dividir en dos a la ciudad de Berlín. El mundo la llamaría “La Cortina de Hierro”, y su objetivo oficial era proteger a los habitantes de Berlín oriental de los ataques fascistas occidentales. Sin embargo, la intención real era otra: impedir el escape de miles de inconformes con el régimen comunista.
El resultado fue la separación de familias, el desempleo de cientos de trabajadores y la instauración de sistemas sociales que apartaron creencias, afectos y formas de vida. Algunos encontraron la libertad cavando túneles o saltando el muro desde ventanas cercanas. Cada día, 53000 berlineses del este pasaban la frontera para trabajar en Berlín Occidental, muchos de ellos, decidían no regresar a la República Democrática Alemana.
Al parecer, nuestros vecinos del norte no quieren aprender de la historia. Hace unos días, el Congreso Federal estadounidense aprobó, por abrumadora mayoría, continuar con la construcción de una barda en la frontera de México para negar a los inmigrantes indocumentados la posibilidad de obtener una licencia de trabajo, con las secuelas que esto provoca; todo esto, con el pretexto de la seguridad nacional.
Los mexicanos cruzan la frontera huyendo de la pobreza y sin tener nada que perder; en su intento, mueren por la fatiga, la deshidratación o son asesinados. No obstante, medidas como el levantamiento del muro no los detendrán, pues es la lucha por la supervivencia lo que los arroja fuera de los límites territoriales. Las paredes metálicas y la negativa de licencias, son como aspirinas para un tumor, no solucionan el problema y constituyen una agresión que lesiona la relación entre ambos países.
En su último libro, Samuel Huntington, aquel que pronosticó el choque entre occidente y el mundo musulmán, define la identidad nacional estadounidense con la fórmula “WASP”, es decir, blancos, anglosajones y cristiano-protestantes. El mismo autor advierte que la cultura estadounidense se encuentra sometida a un auténtico asedio, debido a que los inmigrantes mexicanos tienden a mantener su identidad, lealtad y doble ciudadanía.
El núcleo cultural de los norteamericanos se encuentra fuertemente amenazado por la inmigración mexicana, la cual se caracteriza por seis factores: contigüidad, número (ya son más de 35 millones), ilegalidad, concentración regional, persistencia y presencia histórica; además, los inmigrantes no asimilan ni la lengua, ni la educación, ni la ciudadanía, ni la identidad, y tienen un mayor número de hijos que siguen proclamando ser latinos.
Para los “gringos”, sólo hay una identidad aceptable y las demás lo serán, en la medida en la que se asemejen a la suya. Por supuesto, esto es racismo. Según ellos, a diferencia de grupos anteriores de inmigrantes, los mexicanos y otros hispanos no se han integrado en la cultura estadounidense dominante, sino que han formado sus propios grupos políticos y lingüísticos, como son los casos de Los Ángeles y de Miami.
A los estadounidenses les gusta presumir cómo han logrado que millones de inmigrantes hayan asimilado su cultura y su política. Sin embargo, cuando hablan de indocumentados, suelen generalizar, no diferencian entre ellos y se centran en los costos económicos que éstos generan, soslayando los beneficios que producen en la economía estadounidense. La inmigración de hoy tiene una dimensión y una naturaleza muy distinta a las anteriores, y no es probable que la asimilación lograda en el pasado cercano se repita con los inmigrantes mexicanos. Sin duda alguna, de persistir la terquedad de segregar y rechazar a los migrantes, los estadounidenses estarán aceptando que se convertirán en dos pueblos, con dos culturas y dos lenguas. Por lo pronto, resignadamente seamos testigos de cómo se erige un nuevo muro de la indignidad humana.
*Nicolás Guillén (1902-1989) Poeta cubano cuya obra gira alrededor de dos grandes temas: la exaltación del negro y la situación social. Su militancia comunista le valió prisiones y persecuciones. En 1961 fue elegido presidente de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba. Figura entre los más grandes poetas de Hispanoamérica.
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