Hasta que no cesemos de dañar a otros seres vivos, somos aún salvajes”
Thomas Edison
La semana pasada presenté una iniciativa en el Congreso de la Ciudad de México para reformar el artículo 13 de la Constitución local de tal forma que se especifique la prohibición de la realización de espectáculos públicos en los que los animales sean objeto de actos de maltrato y crueldad que deriven en su muerte.
Invariablemente, esta modificación implica abolir las corridas de toros en la capital del país. Lo anterior, lejos de estar motivado por un capricho parlamentario o un intento de llamar la atención (como algunas voces han acusado en días recientes), es una convicción que he mantenido con firmeza desde hace varios años. Como muestra, reproduciré a continuación el texto íntegro de un artículo publicado en este mismo diario el 22 de noviembre de 2013 y que llevaba el mismo título y epígrafe que el que ahora se lee:
“El debate sobre la llamada ‘Fiesta brava’ es un tema controversial entre los legisladores de la Ciudad de México y del Mundo; se polarizan opiniones y aficiones.
Algunos señalan que las corridas de toros son una tradición y un espectáculo de entretenimiento, incluso se ha llegado a legislar para que se consideren patrimonio cultural, como sucede en España, sin embargo son cada vez menos los países y territorios que permiten que se cometan actos de crueldad como éstos.
Y existimos otros, que pensamos que se trata de un acto que atenta contra la plenitud de vivir de los seres vivos, en este caso de toros, incluso de toreros.
En congruencia con este tema he insistido en legislar en la materia, para que se prohíban las corridas taurinas, en octubre de este año, junto con ONG´s, activistas y compañeros legisladores preocupados por los derechos de los animales organizamos un Foro al que nombramos “Bandera Blanca”, acto que nos permitió manifestarnos en contra de una tradición que promueve la crueldad animal y expone la vida humana.
Las corridas de toros, deben recodarnos los espectáculos del Circo romano (de la época antigua), donde un gobernante con tal de agradar a su pueblo exponía y atentaba contra la vida humana (de esclavos o guerreros) y la animal (leones u osos) y en la que ninguno salía triunfador.
En la Roma antigua las exhibiciones que enfrentaban la vida de seres vivos (humanos y animales), dejaron de agradar al Pueblo, se fue perdiendo incluso el carácter religioso que le dio origen.
Replanteemos, si en nuestro tiempo actos como las corridas de toros tienen sentido; si tiene sentido lastimar con crueldad a un animal hasta causarle la muerte, y si la vida de una persona (las y los toreros) necesita ser expuesta para morir… en el Ruedo.”
Lo único que tenemos para demostrar quiénes somos es nuestro pasado, por eso siempre debemos actuar en congruencia con nuestros ideales.
“Por tanto, debemos reclamar, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes.”
Karl Popper
Pese a que sabemos que “lo real” es más grande de lo que se dice y anuncia en redes sociales, la semana pasada se dio el caso de una acalorada (poco más que bochornosa) noticia que trascendió las fronteras del internet y arrastró consigo una discusión que muchos veíamos lejana a estos terruños.
El dos de septiembre se dio a conocer, vía redes sociales, que un grupo de legisladores del PAN se reunió en el Senado de la República con Santiago Abascal, presidente del partido político ultraderechista español llamado VOX, en un evento que resultó en la firma de la “Carta de Madrid”. Una epístola que tiene el anticuado objetivo de “frenar el avance del comunismo en la Iberosfera” (palabra inventada que pretende aglutinar a millones de personas en un concepto tan limitado como la mente de sus autores).
Presentado como un gran logro en términos de política internacional, la realidad es que la suscripción de esa carta representa un retroceso ideológico para la política mexicana en todo su espectro. Por un lado, está el error que cometieron esos legisladores de oposición al abrirle la puerta a una corriente que enarbola las consignas más retrógradas, vejatorias y despreciables del radicalismo europeo.
Por otra parte, también es preocupante que el partido en el poder y sus aliados, en un intento de “sacar astilla” del desaguisado de sus adversarios, amplifique el lamentable episodio al grado de que también sirve como bocina para replicar las brutales (de brutus, por su violencia e irracionalidad) ideas de esta penosa horda disfrazada de partido político español. A VOX se le puede situar, sin reserva alguna, en la más lejana orilla de la derecha y representa la exacerbación de lo que llamamos conservadurismo político.
Lo anterior significa que ese partido niega y evita a toda costa el avance de los derechos civiles que hemos alcanzado en varias de nuestras sociedades. VOX se ha erigido como un organismo marcadamente intolerante, que reivindica el franquismo y de tendencias misóginas, racistas, xenófobas y fascistas; sus ideas han encendido como pólvora en esta actualidad tan desencantada a causa de las constantes malas experiencias con la política tradicional, un escenario muy peligroso que no podemos permitir por el riesgo que implica para la democracia.
En su libro La sociedad abierta y sus enemigos (1945), el filósofo Karl Popper nos presenta algo que llama “La paradoja de la tolerancia”. Su tesis es la siguiente: una sociedad tolerante no debe tolerar la intolerancia.
El filósofo llega a esta conclusión como resultado de una reflexión provocada por los extremismos que dieron origen a la Segunda Guerra Mundial. “Si extendemos la tolerancia ilimitada a aquellos que son intolerantes (…) entonces los tolerantes serán destruidos, y la tolerancia con ellos”. En este sentido, Popper es categórico y concluye que cualquier movimiento que predique la intolerancia y la persecución debe ser catalogado como fuera de la ley.
Es paradójico, pero defender la tolerancia exige no tolerar lo intolerante. Recuperemos el camino.