“Las Islas Marías son, a lo más, una idea, un concepto, nunca un lugar situado en el tiempo y en el espacio.”
José Revueltas
El viernes pasado, el presidente de la República anunció que aprovecharía su gira de fin de semana para visitar las Islas Marías para “evaluar el trabajo que se ha hecho de rehabilitación de la isla madre”.
El 8 de marzo de 2019 se decretó oficialmente la desincorporación de la colonia penal de las Islas Marías respecto del sistema penitenciario mexicano para dar lugar al Centro de Educación Ambiental y Cultural “Muros de Agua- José Revueltas”.
Esta cárcel en medio del mar, a la que enviaban a criminales peligrosos o disidentes del gobierno en turno, fue habilitada como centro penitenciario en 1905 por Porfirio Díaz (aunque luego se procuró el establecimiento de los reos y sus familias como colonos de las Islas). Los más de cien kilómetros entre las Islas y Nayarit hacían innecesario un muro: el agua cumplía de manera eficiente con esa función.
Es significativo que una prisión deje de serlo: ya pasó, por ejemplo, en San Juan de Ulúa, Veracruz, y en Lecumberri, Ciudad de México. Sin embargo, no es ningún secreto el hecho de que el gobierno de la 4T busca continuamente hacer un manejo político de la historia y de los símbolos culturales de nuestro país: tal y como sucede actualmente en la Ciudad de México con la forzada conmemoración de los 700 siglos de historia México-Tenochtitlán (la fundación de Tenochtitlán fue en 1325, por lo que el festejo no debería ocurrir sino hasta dentro de 4 años, en el próximo sexenio).
Los muros de agua, de 1941, es el nombre de la novela en que José Revueltas traspuso sus experiencias como dos veces “enviado” a las Islas Marías (en 1932 y 1934 respectivamente), debido a su filiación comunista.
La novela se centra en cinco camaradas, nombrados por los otros como “los políticos”, que son enviados a prisión. El viaje en el barco Progreso (¡vaya nombre!) los deja “con el corazón turbado y el espíritu en duda”. Su vocación política provoca el trabajo forzado a que son sometidos, y la pluma de Revueltas evidencia la crudeza de la condena. Con malicia irónica, se narra que las Islas Marías pudieron llamarse “Archipiélago de los Derechos del Hombre”, que era lo que no había.
Es importante señalar que a Revueltas no le gustaban los reconocimientos oficiales, por lo que el gesto de López Obrador podría considerarse como un homenaje fallido: así lo atestiguó, en 1976, el entonces secretario de Educación Pública Víctor Bravo, cuando asistió al funeral del escritor en representación del presidente Echeverría y fue obligado a retirarse.
La mejor manera de homenajear a José Revueltas es leerlo y adentrarse en los muros de agua desde su pluma trepidante.
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